Tenía que ser él quien liberara a Dani de ser el último león en levantar la Copa. Tenía que ser él quien liderara al Athletic que librara del mal fario que le duraba ya 40 años. Tenía que ser Iker Muniain. El 10. Él, que había vivido en cuatro finales y había perdido las cuatro. Quien lleva quince temporadas como león, con tantos partidos a cuestas que tan solo José Ángel Iribar, el gran y eterno Iribar, le supera en encuentros con la camiseta rojiblanca. Tenía que ser él, quien en la rueda de prensa previa se acordó de todos los compañeros que cayeron con él en esta competición y que ya no tenían más oportunidades para ganarla. Porque termina contrato el 30 de junio y por eso puede que esta fuera su última ocasión de levantar el trofeo que tanto gusta. La 25. Así que sí, tenía que ser Iker Muniain quien levantara la Copa. Por eso le sacó Ernesto Valverde cuando el duelo iba empatado, no para desequilibrarlo, sino para darle la entereza de quien ha jugado tanto, que se las sabe todas. Porque Muniain no solo asumió sin rechistar el rol secundario que Txingurri le otorgó esta temporada, sino que lo ha llevado a la excelencia. Por eso consiguió que los penaltis se tiraran en la zona athleticzale, metió el suyo con el pie y los del resto con el alma.

Esta ha sido la final de los veteranos. La de los leones que habían perdido más que ganado. Y por eso al lado de Muniain al levantar la Copa estaba Óscar de Marcos. El lateral de siempre. Con 15 campañas también en sus piernas y, también, con más de 500 partidos. El de Laguardia lleva una trayectoria paralela al de su capitán. Ambos fueron titulares en la final de 2012 y se perdieron la de 2015, el delantero por lesión y él por sanción. Los dos volvieron a jugar desde el inicio en las dos de 2021 y los dos volvieron a repetir participación en la de ayer. Es más, al igual que Muniain, la vinculación de De Marcos con el Athletic también finaliza en dos meses y medio. Así que nadie mejor que él para salir en la foto de la victoria a la derecha del capitán y la Copa.

Pero si De Marcos se merece estar a la derecha, Raúl García debe estar a la izquierda. El navarro, con lo bajini, lleva ya nueve temporadas en el Athetic. Comenzó siendo el mejor guardaespaldas de Aritz Aduriz y, con el paso de los cursos, fue asumiendo su nuevo papel. De salir desde el banquillo y, esta temporada, a veces ni salir. Pero ayer Valverde volvió a pensar en él para su punta de ataque. Salió para sustituir a Guruzeta, el pichichi rojiblanco; y aunque le tocó pelear con una defensa altísima de cinco, hizo lo más importante: marcar el primer penalti. Lo tiró sin dudar, con la confianza que dan los años, y lo celebró con la rabia de quien empieza en esto del fútbol. Pero Rulo lleva ya mucho, demasiado, tanto que igual esta también en su última campaña. Porque qué mejor manera que despedirse con un título con tus amigos.

Iñaki y Vesga

Mención especial merecen también Iñaki Williams y Mikel Vesga. El primero está llamado a ser el capitán del futuro porque, aunque en 2015 ya averiguó lo que es hacer un gol en una final de Copa -en ese 1-3 contra el Barcelona-, todavía le restan unos cuantos años como rojiblanco. Concretamente hasta 2028. Así que ahora que ya sabe lo que es ganar una Copa esperemos que le haya cogido gusto. Y en la misma tesitura se encuentra el centrocampista gasteiztarra. Vesga lleva siete temporadas en un equipo en el que estará hasta 2027. Esta temporada es cierto que Beñat Prados parece haberle comido la tostada en una medular en la que Ruiz de Galarreta es inamovible; pero ayer Valverde optó por sacarle tras el descanso al ver que el encuentro necesitaba de la madurez de quien ya ha jugado varias finales. Acertó Txingurri, puesto que Vesga fue el tercer lanzador y, como antes hicieron Raúl García y Muniain, mandó el balón al fondo de la portería. A la saca.