Todavía no está hecho, pero sí más cerca de materializarse. Después de seis intentos baldíos, el Athletic se halla en una posición privilegiada para participar en competición europea la próxima temporada. Un objetivo por el que suspiran los aficionados y el vestuario, pero que, atendiendo a criterios exclusivamente económicos, se ha convertido además en una meta inaplazable desde la perspectiva del club.

Poco a poco, sin apenas altibajos a lo largo de los últimos meses, el equipo ha ido poniendo las bases para que, por fin, este año se produzca ese salto cualitativo que tanto se ha hecho de rogar. A fecha de hoy, dispone de dos vías abiertas para asegurarse su presencia en el concierto continental. La más asequible se llama Copa, sencillamente porque le basta con ganar un único partido, el del 6 de abril en La Cartuja. El título de campeón de este torneo otorga automáticamente un billete para la Europa League.

Es decir, el Mallorca asoma como el último obstáculo. Toda final entraña su dificultad, pero el grado de la misma en esta oportunidad no es comparable al de los precedentes cercanos, seis en total encuadrados en el siglo vigente. Se quiera o no admitirlo públicamente, el Athletic parte con ventaja en los pronósticos. Dos serían los factores que reforzarían dicho criterio. De un lado, la trayectoria propia, sin duda el más importante. El potencial del grupo dirigido por Ernesto Valverde le sitúa varias traineras por delante del conjunto isleño.

No es cuestión de fijarse en cómo cada equipo se ha ganado el derecho a estar en la cita cumbre. Athletic y Mallorca son finalistas legítimos. Cada cual ha gestionado las diferentes eliminatorias con idéntico éxito y en sus caminos no han faltado cruces realmente complicados. Así, los rojiblancos superaron a Barcelona y Atlético de Madrid, este a doble partido, una pareja de aspirantes a cualquier título y por ello candidatos firmes a alzar la Copa. Por su parte, el Mallorca se deshizo en cuartos del Girona, la gran revelación del curso, y aún tuvo arrestos para en semifinales eliminar a la Real Sociedad en el marco de un Anoeta encendido, después del empate sin goles registrado en la ida de Son Moix.

Sin restar ni un ápice de trascendencia a los dos penaltis desperdiciados por los chicos de Imanol, el logro mallorquín son palabras mayores. No en vano, hablamos de un equipo obligado a volcar sus esfuerzos en la liga, pues aparece en la decimosexta posición, con un margen de seis puntos respecto a la frontera del descenso.

El hecho de que haya sido capaz de compaginar ambos frentes, corrobora la fama de hueso que ostenta la plantilla de Javier Aguirre, que compensa sus limitaciones para ganar partidos con un estilo áspero que le ha valido para coleccionar un elevado número de empates. Ya lo sufrió el Athletic en la primera vuelta (0-0), al igual que en la campaña anterior (0-0 allí y 1-1 aquí), un balance desnivelado un mes atrás en San Mamés gracias a un elocuente 4-0, con Yuri Berchiche desatado.

Con doce jornadas por delante, la vía de la liga pinta asimismo bien para el Athletic. Ubicado en el quinto escalón posee una distancia apreciable sobre sus inmediatos perseguidores, el Betis con siete puntos menos y la Real, con nueve. Es muy improbable que ningún otro inscriba su nombre en esta carrera, pues Las Palmas, octavo, cuenta con una desventaja de trece puntos en relación a los rojiblancos. Para mantenerse donde está debería observar un comportamiento similar al que ha venido ofreciendo desde agosto, pero no hay razones para renunciar a una mejora.

El cuarto es el Atlético de Madrid, con solo tres puntos más y a quien rendirá visita a finales del mes de abril. Pescar al Barcelona, tercero, dependerá en gran medida del resultado de este domingo, cuando los de Xavi Hernández pasen por San Mamés. De momento, los azulgranas gozan de un colchón de ocho puntos. Muchos, demasiados en teoría, por lo que tampoco merecería la pena meter en la ecuación al Girona, segundo con diez puntos más.

Al Athletic le toca pues seguir remando, aparcar el asunto de la final, centrarse en el campeonato que “da de comer” y beneficiarse de la inercia que ha generado con su esfuerzo y eficacia; prolongarla, no desfallecer ni rendirse a la tentación de fiarlo todo a que el Mallorca no es ni por asomo el Barcelona que capitaneaba un tal Messi. Esto sería un error grave y, en la peor de las hipótesis, podría incluso plantear un escenario en absoluto deseable.

¿Por qué? Pues porque en el caso de que el Mallorca se imponga en la final, una de las dos plazas correspondientes a la Europa League le pertenecería. Y dada la imposibilidad manifiesta de que acabe la liga en el grupo de cabeza, el sexto clasificado pasaría a verse encasillado en la Conference League. Siguiendo con esta opción, los cuatro primeros accederían a la Champions y en la Europa League se encuadrarían únicamente el quinto y el campeón de Copa, el Mallorca. Sí, la Conference es también Europa, pero se trata de una competición menor, la tercera en rango, tanto por prestigio, por la calidad de los participantes, como por su rentabilidad económica, bastante menos golosa.