Dani Vivian solo ha necesitado tres temporadas para convertirse en el jefe de la defensa del Athletic. La distinción se apoya en los números, si bien concurren diversas circunstancias que han favorecido que a día de hoy ningún otro integrante de la plantilla le supere en participación a lo largo del presente curso. La escasez de efectivos en la demarcación de central y la prolongada indisponibilidad de Yeray Álvarez han contribuido decisivamente a que el vitoriano de 24 años haya completado casi un pleno de minutos, tanto en liga como en Copa. Si se exceptúa la eliminatoria con el Cayón, ha intervenido en cada compromiso del equipo.

Representa un caso poco habitual, pues en realidad desde que fuera incorporado al primer equipo, Vivian ha gozado de un considerable protagonismo. Acumula 89 encuentros oficiales, la inmensa mayoría formando parte de la alineación titular. Desde que regresara de la cesión al Mirandés, su rol no ha sido el del típico meritorio que se abre paso poco a poco. Lo habitual en un recién llegado es que vaya entrando de forma paulatina, que se beneficie de los contratiempos que afectan a los compañeros para asomar la cabeza e ir adaptándose a la exigencia de la categoría.

Este proceso que requiere un tiempo prudencial, Vivian se lo saltó desde el principio. En la 2021-22, a las órdenes de Marcelino García Toral, debutó en la jornada inaugural de liga. Formó pareja con Iñigo Martínez frente al Barcelona en San Mamés. Ese día, Yeray estaba ausente por lesión y el técnico le escogió por delante de Unai Nuñez, quien cumplía entonces su quinto año en el grupo y venía de disputar 31 partidos en el ejercicio anterior.

Marcelino lo tuvo claro: hasta que Yeray recibió el alta médica, Vivian conservó el puesto, pero cayó lesionado. Estuvo fuera un par de meses, pero en la segunda mitad del calendario volvió a disfrutar de la confianza del míster. Ello le permitió acabar la temporada con 2.239 minutos repartidos en 27 actuaciones, clavando las cifras de Yeray, por detrás de Iñigo y a enorme distancia de Nuñez, que en verano salió cedido al Celta de Vigo, donde aún permanece.

Durante la 22-23, con Ernesto Valverde en el banquillo, Vivian no se limitó a repetir el itinerario ya cubierto, sino que elevó su cuota de minutos hasta los 2.945. El dato le aupó en el escalafón, pues adelantó a Yeray (2.749) y a Iñigo (1.639). Esta pareja careció de la continuidad que se le adjudicaba por rendimiento y experiencia. De nuevo las lesiones se revelaron como un factor clave para entender lo sucedido. Ninguno, en especial el ondarrutarra, estuvo en condiciones de refrendar su jerarquía y Vivian se erigió en el recurso ideal para el entrenador. Una alternativa fiable que incluso en el último tramo del calendario se vio en la tesitura de compartir línea con el novato Aitor Paredes, que de golpe y porrazo encadenó las seis citas previas a las vacaciones estivales.

Con un bagaje de 63 partidos, Vivian afrontaba perfectamente asentado su tercera temporada, la vigente. Sabedor además de que la marcha de Iñigo Martínez al Barcelona le colocaba en lugar preferente en los planes de Valverde. Se lo había ganado a pulso. Más allá de los altibajos y errores propios de un defensa joven, Vivian había convencido gracias a su particular modo de gestionar la competición. La imagen de seriedad y concentración que transmitió desde su estreno, unida a su poderío físico, gozan de un incuestionable reconocimiento.

En principio, la fórmula ideal, la que todo el mundo tenía en mente, seguro que también Valverde, le asociaba a Yeray. Ellos iban a ser los fijos en el centro de la zaga, quedando Paredes en la recámara. La realidad ha sido otra. Vivian y Paredes han tenido que asumir toda la responsabilidad. El de Arrigorriaga ha sumado casi dos mil minutos. Una situación precaria que han podido sobrellevar con un buen comportamiento en líneas generales y que cabría ilustrar con el detalle de que han conseguido eludir lesiones importantes y sanciones. Esto segundo sí que merece una reseña, puesto que con 26 y 24 partidos respectivamente se antoja complicado que un defensa eluda una tarjeta roja o no complete un ciclo de amonestaciones. Hoy, Vivian y Paredes están con cuatro amarillas, el segundo resiste así desde la undécima jornada.

Yeray ha estado fuera de combate, inmerso en un calvario que comenzó la pasada primavera y se fue complicando hasta desembocar en dos pasos por el quirófano, el segundo en octubre. Reapareció en el Nuevo Mirandilla. No había jugado en tres meses. En su tarjeta constan nada más que 273 minutos. El retorno fue satisfactorio, aguantó los noventa minutos y Valverde respira más tranquilo. Por fin baraja tres opciones: el contrastado Yeray, un Paredes al alza y tiene a Vivian en plenitud.