Europa empieza a difuminarse en el horizonte del Athletic. La opción de la sexta plaza se truncó al caer frente al rival directo, un Betis que rentabilizó con ingentes dosis de trabajo y angustia el solitario gol que obtuvo en San Mamés. El desenlace no reflejó el desarrollo del encuentro, con una mitad para cada contendiente, pero volvió a poner de manifiesto que al Athletic le cuesta un horror dar el paso definitivo cuando se trata de consolidar sus aspiraciones a premio en la liga. Este marcador adverso enlaza con el empate rescatado al límite en Son Moix y la derrota, también in extremis, ante el Sevilla. La buena racha de abril, de repente, ha dado paso a otra negativa que compromete seriamente el añorado objetivo. Incluso la séptima posición, que se antojaba asequible, está en el aire; de hecho, ahora es el Girona el dueño de dicho escalón. El Athletic duerme octavo.

En un pulso de enorme tensión, los hombres de Valverde se mostraron incapaces de superar la adversidad que supone desenvolverse cuesta arriba. Verse con el marcador en contra hizo que incurriesen en un considerable número de errores, que confundiesen la velocidad con las prisas y, aunque cierto es que a partir del descanso gobernaron y percutieron sin cesar, siempre sobró una dosis de desasosiego en sus evoluciones. Consiguieron que el Betis se aculase, le desgastaron y le crearon serias dificultades, pero en ausencia de puntería, el empeño fue vano. De modo que en lo que resta de campeonato, será preciso atinar como nunca para enderezar una senda que de momento pone en cuarentena su candidatura continental.

La noche nació torcida. Mucho. Fue una acción del todo inesperada, un saque de banda largo de Miranda, Vivian saltó para despejar y midió mal, el balón le superó y fue a rebotar en Vesga, que no podía preverlo, quedando suelto para que Willian José armase una volea imparable para Simón. No cabe decir que fuese el fruto de la actitud del Betis porque el lance combinó un error con el infortunio, pero es verdad que el Athletic ya había comprobado para entonces que no le resultaría fácil adueñarse de la iniciativa y llevar el encuentro a terreno rival. La idea de imprimir el ritmo y marcar el paso, esta vez halló una oposición que llevó el partido hacia derroteros más complejos.

Pellegrini había aleccionado a los suyos para impedir a toda costa verse sometidos por el ímpetu de un Athletic al que le costó un montón de minutos hacerse con los mandos. Protagonizó varias llegadas, pero todas con el denominador común de la precipitación, incrementada por el exceso de ansiedad derivado del marcador. Se sucedieron fueras de juego y servicios muy profundos de difícil control para el receptor, escaso bagaje para aspirar al empate. Más acertado se mostró el Betis, que continuó martilleando a la zaga local a la contra, generando una sensación de inquietud permanente.

Las magníficas aportaciones de Sancet, ese repertorio tan personal de controles, giros y descargas, no bastaron para intimidar a un Betis que durante el primer tiempo se anotó las oportunidades de gol más nítidas. Ayoze culminó mal una situación de tres para tres en carrera, luego Carvalho remató dentro del área defectuosamente de zurda y Ayoze a punto estuvo de remachar en el segundo palo y Paul se sacó un cabezazo a la salida de un córner que fue repelido por el larguero. En el área opuesta, a destacar varios centros paralelos resueltos al límite por la zaga andaluza, pero Bravo no necesitó intervenir, salvo para rechazar un comprometedor despeje de Paul hacia su portería. El apartado del balón parado no merece ni una reseña, por ruinoso.

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Para explicar el desigual balance en ataque, al margen de que el Betis estuvo firme pese a alinear un centro de la zaga circunstancial, como el del Athletic por otra parte, es obligado mencionar la incomodidad que provocaban las posesiones andaluzas. Y es que además de activar a los puntas, esa conocida habilidad para tejer combinaciones frustraba la posibilidad de inclinar el campo hacia Bravo. No pudieron los rojiblancos en el primer acto jugar a lo que les gusta y bien que se notó. Esto cambió en la segunda parte, el partido fue adquiriendo un tono más favorable a sus intereses.

No quedaba otra que echar el resto y a ello se puso un equipo que logró que prácticamente todo sucediese en dirección al portero chileno, quien en adelante sí estuvo ocupado. Se contabilizaron hasta una decena de jugadas válidas para neutralizar la ventaja del Betis, al que le tocó sufrir de lo lindo. Las más claras corrieron a cargo de Sancet, un voleón escupido por la madera, y Raúl García, frenado en seco por una gran salida de Bravo. Pero hubo unas cuantas más que rondaron un gol al que el Athletic se hizo acreedor.

Sin embargo, el empeño colectivo y la visión de Sancet no alcanzaron para impedir una derrota más en San Mamés y son demasiadas a lo largo de la temporada. Por ahí se ha ido escurriendo un alto porcentaje de las probabilidades de asaltar la zona noble de la clasificación. Contra el reloj y con una formación de urgencia, plagada de piezas de ataque, la afición no dejó de creer, de alentar, pero en los diez minutos finales quedó patente que las fuerzas escaseaban y la inspiración, que acaparó casi en exclusiva Sancet, iba remitiendo. Adu Ares protagonizó el último remate en el 84 y en el arranque del tiempo añadido, Vivian fue expulsado por una entrada muy aparatosa en la que pudo lesionar gravemente a Borja Iglesias, que ya enfilaba el área. Las gradas llevaban un rato despoblándose y el Betis  retomó el guion del inicio para enfriar definitivamente el que se había catalogado, con razón, como partido clave para meterse en Europa

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