La escalada del Athletic tuvo un nuevo capítulo en Almería. Tercera victoria consecutiva, que se añade a los cuatro puntos sumados en las dos jornadas previas, todo lo cual le sitúa a un paso de las plazas europeas. Disputaba su compromiso sabiendo que el Betis había caído en El Sadar, pero lo que cuenta, sobre todo a estas alturas del campeonato, es lo que uno mismo es capaz de sumar y este sábado se valió de una actuación del estilo de la que brindó en su anterior salida, al RCDE Stadium, para imponerse a un conjunto implicado en la lucha por sobrevivir en la categoría. Firme e incisivo, el equipo de Ernesto Valverde controló de punta a cabo el encuentro, adquirió una ventaja suficiente para garantizarse el éxito y si algo habría que reprocharle es que no supiera ampliar la ventaja de dos goles, para lo que dispuso de situaciones de sobra. Por lo demás, exhibió una superioridad incontestable que le permitió cumplir el pronóstico con holgura.

El tanto local, en tiempo añadido, se ha de poner en el apartado de las anécdotas, si bien propició un minuto de inquietud. Fue el único instante en que peligró el triunfo, a raíz de una acción a balón parado que Iñigo resolvió con limpieza. La verdad es que si se omite este pasaje no hubo color. El Athletic gobernó con autoridad el choque, impidiendo que el Almería le discutiese el mando. Sometió al cuadro andaluz con un ritmo altísimo, sin dejarle apenas atravesar la divisoria y fue coleccionando llegadas, una tras otra. Encima tuvo la fortuna de su lado, pues Nico Williams marcó en el primer remate, justo a continuación de la mejor oportunidad andaluza.

Baptistao protagonizó una jugada de habilidad en el área, frustrada in extremis por Simón, y a continuación Sancet, que cuajó un encuentro notable al que solo le faltó la guinda del gol, sirvió en ventaja para Nico Williams, cuyo tiro de zurda se tragó Fernando. Fue un error gordo del portero, más que un acierto del delantero, pero de ello se valió el Athletic para perseverar en su apuesta por no dejar ni respirar al oponente, ya con la serenidad que procura orientar la contienda en el marcador.

Confiaba el Almeria en hacer valer el factor campo, prácticamente el único argumento del que se ha valido toda la temporada para sobrevivir: 26 de los 30 puntos obtenidos corresponden a sus citas caseras. Esta vez le resultó imposible exprimir dicha circunstancia. Delante tuvo un bloque demasiado sólido y dinámico, un grupo que funcionó como un solo hombre para robar y proyectarse, para ir mermando la moral de los hombres de Rubi, que no veían la manera de quitarse de encima a unos rivales que no paraban quietos y consiguieron que la batalla se desarrollase continuamente en terreno rival.

La pelota salía fácil de la zaga, la conexión entre líneas era fluida y en la misma tuvo un gran impacto Sancet, indetectable e inteligente para dar suministro a los puntas o irrumpir en zona de remate. Suya fue la mejor ocasión para subir el segundo gol al marcador, tras controlar un centro de Yuri, quien vuelve a estar a un nivel muy alto, como demostró en el derbi con la Real. Vesga ponía la pausa y el criterio para secundar las maniobras de Sancet, con los Williams amenazando en los costados. La seguridad que transmitía la pareja de centrales completaba un panorama desolador para el Almería.

Cómo sería la cosa que el Athletic solo cometió dos faltas en la primera parte. Aunque hizo gala de agresividad en las disputas, no necesitó extralimitarse para desbaratar los amagos de progresión del anfitrión. En la fase previa al descanso pudo dar la impresión de cierto relajamiento entre los rojiblancos, más que nada porque el Almería anotó un par de remates, a cargo de Robertone y Suárez. Dos chispazos en mitad del monólogo rubricado por el Athletic.

La inercia no cambió en la reanudación. Iñigo cabeceó a la madera a la salida de un córner y en el siguiente ataque profundo vino el segundo. De Marcos sacó de banda, Sancet hizo uno de sus giros habituales y se la devolvió con un toque de exterior al capitán, que ya había penetrado en el área. Este dominó la pelota y chutó cruzado lejos del alcance del portero. Golazo y sentencia. Restaba aún media hora larga. Rubi buscó la reacción con sustituciones de corte ofensivo, pero ello solo trajo desequilibrio y más opciones para que el Athletic generase peligro.

Un poco antes Valverde había empezado a dar respiro a varias de sus piezas. Hay que dosificar. Rubi gastó toda la munición que le quedaba, en vano. Sancet todavía hizo algunas de las suyas, antes de tomar el camino de la ducha junto a Nico Williams. Hacía un rato que el hermano mayor se había sentado en la banda, al igual que Herrera.

Entró entonces el partido en un tramo más embarullado. El amor propio del Almería y el deseo del Athletic de escuchar el pitido final, pues todo el pescado estaba vendido, deslucieron un tanto el espectáculo. Si Zarraga o Sancet hubiesen aprovechado los balones que tuvieron en el área es probable que el Almería, directamente, hubiera sacado bandera blanca. No estuvieron finos en la culminación y con el personal abandonando su localidad Centelles agarró un voleón cruzado que se coló besando la base del poste izquierdo de Simón.

La efímera alegría andaluza sucumbió a la lógica de un encuentro donde el Athletic certificó que cree de veras que Europa le reserva un hueco la temporada próxima. En el lado negativo de la balanza, mencionar las tarjetas de Vesga y Zarraga, que les impiden participar en la próxima jornada. Un daño colateral perfectamente asumible a la vista de la velocidad de crucero que ha adquirido el Athletic en las últimas semanas.

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