Aún resuenan los ecos de la extraordinaria renovación de Oihan Sancet, anunciada por él mismo desde el césped a la conclusión del partido con el Getafe. La operación le convierte en el futbolista con el vínculo contractual más largo de LaLiga, lo cual supone un motivo de celebración para el entorno rojiblanco, más en los tiempos que corren. En principio, el Athletic se asegura que Sancet, que cumplirá 23 años este mes, pueda vestir su camiseta prácticamente hasta que se retire.

La directiva, sin embargo, no ha comunicado los términos del acuerdo al margen de su vencimiento en junio de 2032. Oficialmente no se ha concretado si existe o no cláusula de rescisión, y en caso afirmativo a cuánto asciende. Este dato es básico para entender la auténtica dimensión de la iniciativa, que sin entrar en mayores profundidades se sale de lo normal porque hablamos de un centrocampista que apunta alto y todavía ha de confirmar la proyección que sugiere, y porque son nueve años.

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Sancet renueva hasta 2032 con el Athletic Pablo Viñas

El silencio institucional obedece a que la cláusula que figura en el nuevo contrato de Sancet ronda los 80 millones, con sucesivos incrementos anuales. Hasta la fecha, el precio del jugador en el mercado era de 50 millones. De esa cifra de 80 millones se desprende que, en el corto o medio plazo, siempre en función de la trayectoria que describa el jugador, si por barajar una hipótesis verosímil, mantiene su evolución, se estrena como internacional absoluto y se asienta en dicho escaparate, no es descabellado anticipar que pase a ser un fichaje apetecible y asequible para determinados equipos que están en la mente de cualquiera.

Basta con reparar en determinadas operaciones registradas en el último mercado invernal. El Chelsea ha abonado cien millones por Mudryk, un ucraniano procedente del Shakhtar Donestsk, y 120 por Enzo Fernández, medio de cierre argentino que militaba en el Benfica y se lució en el Mundial de Catar. Aunque, puestos, no está de más recordar que ese mismo club inglés no tuvo inconveniente en pagar al Athletic los 80 millones que costaba Kepa Arrizabalaga en el verano de 2018.

El precedente de Julen Guerrero

Son contados los precedentes de renovaciones tan extensas habidos en el Athletic. Los que vienen a la cabeza serían un par, no más. El primero generó un revuelo mayúsculo en 1997, año en que Julen Guerrero firmó un documento que le ataba al Athletic hasta 2007. Se trataba de un jugador consolidado, en plenitud, con una proyección mediática incomparable. La directiva de Jose Mari Arrate estableció una cláusula de 12.000 millones de pesetas, una cifra entonces astronómica, a fin de disuadir a los tiburones. Por cierto, ya le había tanteado alguno, según reconocería el propio jugador. Guerrero colgó las botas en el Athletic en 2006, tras algunas campañas alejado del nivel que le encumbró.

El segundo antecedente es bastante más reciente. En el verano de 2019, Aitor Elizegi prolongó hasta 2028 el contrato de Iñaki Williams, cuya cláusula experimentó un notable incremento, pasando de 80 millones de euros a 135. Ello significó que apenas año y medio después de consensuar con Josu Urrutia, el anterior presidente, un contrato que le comprometía a seguir en Bilbao hasta 2025, Williams añadía de golpe tres temporadas más a su relación con la entidad.

Resulta obvio que con Guerrero e Iñaki Williams, el Athletic actuó mediatizado por el mercado. Idéntico criterio habría inspirado a la directiva que encabeza Jon Uriarte, si no fuera porque en realidad lo pactado con Sancet no cabe considerarlo como una garantía de permanencia ante la irrupción de posibles pretendientes. Muy distinta sería la situación si, al igual que sucedió con Unai Simón, hoy en día contrastado como un valor en el plano internacional, no se hubiese incluido cláusula alguna en su renovación. Con la modalidad de contrato que asumió el portero, el Athletic tiene la sartén por el mango si quiere ahuyentar a los compradores que llamen a la puerta de Ibaigane.

Parece pues evidente que en la negociación con el Athletic, Sancet, cuya voluntad de no moverse de San Mamés en absoluto puede ponerse en cuestión, al estampar su firma en el documento con membrete rojiblanco, ha logrado cuanto podía desear. Ha blindado su sueño de establecerse y triunfar en el club de sus amores, sin cerrar la puerta a un eventual cambio de aires. Trance que nunca es descartable en el fútbol actual, donde las cosas cambian a gran velocidad. Y por supuesto, en su contrato no hay espacio para las variables por objetivos que la directiva prometió introducir como factor de ajuste económico en las múltiples renovaciones que tiene pendientes de abordar.