Al calor del hogar el Athletic volvió a dar la talla para hacerse perdonar pecados y darse el gustazo de ganar con autoridad después de semanas poco lucidas. Se impuso con amplitud a un enemigo valiente que se estrelló con el ímpetu de un conjunto que interiorizó la obligación de mostrarse pujante, decidido. De dicha disposición nació un triunfo sustentado en la formidable puntería acreditada por Gorka Guruzeta, autor de dos goles que le colocan al mando del ránking anotador, al lado de Iñaki Williams. El acierto de ariete que estrenaba titularidad resultó clave, en especial el segundo remate que embocó a la red, que llegó oportuno en el comienzo de la segunda mitad para prácticamente liquidar el pulso. Dentro de un tono medio elevado, merece una reseña el papel de Vesga y Sancet, ambos enchufadísimos para facilitar las maniobras del colectivo, que por momentos resultó imparable para un Valladolid que, si bien nunca se arrugó, terminó admitiendo su inferioridad. Este martes el Athletic no estaba para bromas.

Y es que el partido se las traía. Todo el mundo, empezando por el técnico y los jugadores, era muy consciente de cuáles podían ser las consecuencias de un nuevo paso en falso. Sin dramatizar, pero la ración de mediocridad ofrecida en Girona exigía un giro brusco, más que nada porque se corría el riesgo de situar el debate sobre la entidad del equipo en un plano peligroso. Una cosa es asumir la irregularidad, defecto que se manifiesta periódicamente desde hace años, pero de ahí a transigir con la falta de aplicación o conformismo hay un trecho. No obstante, pese a las lógicas reservas con que se afrontaba la cita, hubo un factor del todo inesperado que alteró el pulso de la gente en los prolegómenos: quien más quien menos se dispuso a presenciar el juego preguntándose el porqué del descarte de Iñigo Martínez. Ausencia que daba pie a especulaciones diversas. Ninguna inocente.

El once incluyó novedades en todas las líneas, alguna previsible como que Lekue se moviese al lateral izquierdo o que Berenguer perdiese su sitio. La verdad es que a Valverde se le acumulaban los motivos para agitar el grupo, tenía dónde elegir pues eran unos cuantos los candidatos a sentarse en el banquillo. Finalmente fueron Yuri, Raúl García y el citado Berenguer, además de Iñigo, para dar entrada a De Marcos, Herrera, Guruzeta y Vivian. Los hermanos Williams ocuparon los extremos y Herrera se ubicó entre Vesga y Sancet.

Pronto se comprobó que el Athletic salía con la lección aprendida. Aunque el Valladolid quiso enseñar su tarjeta de presentación con un par de escaramuzas de esas que desatan los nervios del personal, enseguida tomó los mandos y replicó forzando hasta tres córners. Batalla sin concesiones por la actitud de unos y otros, a lo que contribuyó el criterio del árbitro, cuyo grado de permisividad en las disputas no hizo sino dotar de máxima intensidad a cuanto ocurría. La disposición del cuadro visitante también influyó y para bien en el desarrollo del juego, pues permitió a los rojiblancos explotar su velocidad, con dos estiletes abiertos y un Sancet muy participativo para surtir a los puntas. Había espacios para correr, para montar contras tras robo, así que el Athletic se sintió cómodo y fue inclinando la balanza a su favor.

Una apertura de Sancet a banda y el consiguiente pase de Iñaki Williams a un Guruzeta que gesticulaba para hacerse ver en el área, propició el 1-0. El ariete empalmó de zurda, Masip repelió, pero ya nada pudo oponer al segundo remate. La ventaja tuvo un efecto contagioso, aunque afloró el déficit de puntería. No tanto en Nico Williams, al que respondió con apuros el meta, como en De Marcos, a quien Sancet regaló el gol con lazo y todo. Al lateral le salió un churro. Hubo dos llegadas nítidas más, una de Herrera y otra de Sancet que desbarató al límite Feddal, con Masip vencido. Como sucede a menudo, la ausencia de efectividad afeó un tanto el despliegue y alimentó la incertidumbre de cara al segundo acto.

Sin embargo, la posible inquietud desapareció gracias a otro gesto de delantero a cargo de Guruzeta, beneficiado del robo de un Vesga que se comió a quien encontró a su paso. A este respecto, el dato de que el Athletic cometió 21 faltas por seis del rival da una idea de la actitud exhibida por los chicos de Valverde, quien no tendrá queja de cómo cundieron las modificaciones. Pacheta, en el intermedio, buscó dominar la zona ancha con un medio más, recurso que elevó el índice de posesión de los pucelanos, pero no tuvo mayores consecuencias y en ello tuvo mucho que ver ese 2-0 que no se hizo de rogar.

Aceptó el Athletic recular unos metros e instalado en su terreno tuvo a raya al Valladolid, impotente para agujerear un muro, con Lekue y Vivian muy contundentes y el liderazgo de un Yeray impresionante por anticipación y fiereza. Poco a poco Valverde refrescó todo el frente de ataque sin que ello repercutiese en la relación de fuerzas. Sancet continuó con su catálogo de ideas brillantes. Trazó un pase al espacio perfecto que Iñaki Williams arruinó en el control, pues le dejó sin ángulo para batir a Masip, y luego él mismo probó en carrera, pero su derechazo fue directo al lateral de la red.

El broche corrió a cargo de Vivian, con un cabezazo limpio aprovechando una falta templada por Muniain y el despiste de la zaga. Antes, Valverde pensó que era el instante idóneo para dar respiro a Sancet e Iñaki Williams y salvo un zurdazo violento de Villalibre que se marchó alto, ya no se registrarían más incidencias ofensivas. El pescado estaba vendido. Había conseguido el Athletic el propósito de vencer y convencer. A Simón, muy atareado en Girona, no se le contabilizó una sola parada y el bloque funcionó, en una prueba evidente de que conviene abrir la mano en la confección del equipo e intercalar retoques en la colocación de las piezas. El Athletic verá el Mundial con tranquilidad. Se mantiene donde desea en la tabla y ha descubierto que existen distintas fórmulas para congraciarse con el gol.