ASTA hace no tanto era común que los futbolistas que ingresaban en la treintena ampliasen su contrato de año en año. La edad constituía un factor clave para negociar la continuidad y se cerraban acuerdos cortos, de duración mínima, una temporada. Una política que se entendía lógica, coherente si se prefiere, en un club que se nutre de lo que su cantera produce, que vive de la promoción de jóvenes valores. A día de hoy, como casi en cualquier aspecto del fútbol moderno, en este tema también rige otra forma de proceder. En general y gracias a los progresos habidos en la preparación, alimentación, recuperación de lesiones y demás variables que inciden directamente en el rendimiento físico, el jugador consigue prolongar su vigencia. Asumir la exigencia de la competición en la élite resulta más factible para los veteranos.

El carné de identidad ha perdido peso o al menos ya no plantea necesariamente un límite para el profesional. El jugador de fútbol longevo ha dejado de ser excepcional. Abundan los casos de gente capaz de mantenerse en plenitud rozando los 35 e incluso superando dicha barrera holgadamente. El Athletic puede dar fe de ello con Aritz Aduriz Lo que realmente llamaba la atención es que estuviese varias campañas superándose a sí mismo siendo un delantero centro, función que entraña un desgaste incomparable al resto de las demarcaciones sobre todo si, como sucedía con el donostiarra, jamás evitaba el cuerpo a cuerpo con las defensas. Al contrario, sobresalía por su poderío en las disputas que se libran en la zona más comprometida del campo.

Por cierto, a Aduriz le sobró como mínimo una temporada, por no decir dos. Los números son elocuentes a este respecto. A modo de broche, dejó para el recuerdo un golazo al Barcelona en el partido que abría la temporada 2019-20. Hasta el verano siguiente apenas intervino, aquejado de problemas que terminaron conduciéndole al quirófano. En la previa, 2018-19, fue titular en 13 ocasiones y sumó media docena de goles, cuatro de ellos en una ronda copera sin color frente al Huelva (8-0) y los dos restantes de penalti en liga.

Sirva este preámbulo para hincar el diente a varias de las renovaciones que últimamente ha realizado el Athletic. Acaba de firmar por una campaña BalenziagaBalenziaga, de 34 años, y es difícil censurar el acuerdo, por cuanto ha disputado la inmensa mayoría de los encuentros desde agosto y alcanzó cifras asimismo muy estimables la campaña anterior. Salió a la palestra el nombre de Imanol García de Albeniz, de 21 y cedido al Mirandés, en teoría la alternativa más a mano para el lateral izquierdo en el corto plazo. Marcelino opinó que Imanol está verde para garantizar las prestaciones que aún ofrece Balenziaga y abogó por seguir contando con este, al margen de poner en valor su papel en el vestuario.

En febrero se anunció que Dani García, que en mayo tendrá 32 años, renovaba hasta 2024. Era lo que perseguía el centrocampista, un fijo en la pizarra que no se planteaba prolongar por un único año su estancia en el club. Es obvio que su comportamiento reciente le hace acreedor a alargar su relación con el Athletic, aunque cabe cuestionar si tanto como estipula su nuevo contrato. Más que nada porque se supone que en el equipo y en el filial, sin olvidar al cedido Nolaskoain, hay medios con proyección.

Un año antes fue Raúl García el que estampó su rúbrica en un documento que le liga al Athletic hasta 2023. Se dijo que era por un año, con un segundo condicionado a determinadas variables que no han trascendido pero que ya ha cubierto. El navarro soplará 36 velas en julio y si bien luce una alta cuota de participación, tanto el curso pasado como el presente, su peso en el colectivo no es, ni de cerca, lo decisivo que solía. Afirmar que la duración de su contrato es excesiva sería motivo razonable de debate porque, al margen de que se halle en el declive de su extraordinaria carrera, la plantilla reúne a diversos efectivos de ataque que agradecerían más minutos.

Y aún falta por resolver el asunto De Marcos. Cumplirá 33 en abril y ha dejado entrever que duda si colgar las botas o no, pero goza del visto bueno del técnico. La renovación de Iñigo Martínez (32 años en junio), extrañamente todavía pendiente, es de manual debido al liderazgo que ejerce sobre la hierba. El central sería el exponente perfecto de la relatividad de la edad en el fútbol actual, pero el panorama descrito da que pensar sobre todo si se observa el gran empeño de la institución en resaltar la inaplazable regeneración del primer equipo.