Mauricio Ugartemendia Lauzirika murió ayer en Gernika, donde nació en 1934. Formó parte del Athletic de la década de los cincuenta, el equipo que protagoniza varias de las páginas de oro de la historia del club. El de los Once Aldeanos que en 1958 le arrebató al Real Madrid (0-2) el título de Copa en su propio estadio, ante 100.000 espectadores, quizá la mayor hazaña de siempre habida cuenta que por aquel entonces el club blanco dominaba el continente. El mismo equipo que en la primera participación del Athletic en la Copa de Europa, tras apear al Oporto y al Honved de Budapest, plantó cara al gran Manchester United, derrotándole en San Mamés (5-3), en el que se conoce como el partido de la nieve, acaso el espectáculo más sublime que haya acogido La Catedral.Mauri fue el falso centrocampista de una alineación que, a decir de estudiosos y cronistas antiguos, triunfaría en cualquier comparación con otros onces de leyenda del Athletic que contribuyeron a forjar un palmarés formidable a lo largo del siglo pasado. En realidad, él era un extremo reconvertido, un delantero vocacional al que Fernando Daucik, el prestigioso entrenador eslovaco, retrasó a la media, sabedor de que ello no le limitaría de cara al gol. Mauri anotó 72 en 295 actuaciones, ubicado al lado de Maguregi. “Para mí era una felicidad jugar de medio. Se supone que yo tenía que marcar a un interior, pero el que estaba pendiente era el interior de mí. Me movía mucho. A ver si paras de una puta vez, me soltó un día Domenech, del Sevilla. Tenía unas facultades inmensas. La naturaleza. Mi madre, que era de Ispaster, era fuerte como un toro y eso se hereda”. Así describía su sociedad con Maguregi: “Él era muy técnico, pero no tenía velocidad, no era muy físico, no era como yo que rompía los mares, él era fino, de seda, un jugador maravilloso”.

Pequeño, macizo, dotado de un físico excepcional, Mauri también hacía gala de una vitalidad irrefrenable fuera del campo. Escuchar sus relatos de aquella época de esplendor deportivo era garantía de diversión. De la final del Bernabéu, rememoraba: “¡Qué fue aquello! Al acabar el partido, íbamos para la caseta, por el túnel, Di Stéfano se quitó las botas y las tiró contra unas estanterías. Las rompió y allí quedaron los trofeos por el suelo. Alfredo, por favor, le trataban de calmar sus compañeros, pero tenía un amor propio terrible. Estos vascos siempre nos ganan, decía”.

Eran otros tiempos, sin duda, pero Mauri tenía claro cuál era el secreto del éxito de su Athletic: “Íbamos a comer todos juntos. Nos llevábamos todos muy bien. El ambiente que había era magnífico. Si alguno andaba jodido se le apoyaba. Esto era muy importante. Éramos amigos, todos éramos iguales y se hacían muchas bromas, nos reíamos mucho. Era como estar en familia, como si fuésemos amigos de toda la vida”. La camaradería les permitía disfrutar de la vida y de la profesión. Reconocía que su etapa de jugador le colmó en todos los aspectos: “Nos gustaba jugar al fútbol y ganar, nos poníamos tristes si perdíamos. La verdad es que todo fue feliz y conseguimos triunfos con los equipos que había. Mi vida en el Athletic fue como un cuento, se me hizo muy corto, se me pasó todo muy rápido”.

No obstante, albergaba algún motivo de queja. Esto respondió a la pregunta de si hizo dinero en el fútbol: “¿Cómo? Si en el Athletic siempre me estuvieron pagando lo mismo. Menos mal que fui internacional y me daban 25.000 pesetas más. Te voy a decir una cosa: San Mamés se hizo con todo el dinero que no nos pagaban a nosotros. En los tres años que estuve fuera gané más que en los doce años que hice en el Athletic. Ya se lo dije a los directivos, que eran todos señoritos de Neguri. Yo me dejé la vida en el campo y para qué. Era una vergüenza cómo nos pagaban y eso que había grandes jugadores y ganamos ligas y copas”.

No obstante, Mauri prefería quedarse con lo bueno: “Nosotros golferías no hemos hecho, pero no nos privábamos de nada. Con esa edad andábamos, normal, éramos solteros y con un poquito de dinero en el bolsillo, y encima no pagábamos nada. Pero nos cuidábamos, sabíamos que teníamos que estar finos. Una vez que nos habíamos hecho un sitio, había que mantenerse ahí. Joder, cuando venía el Madrid a San Mamés, esa semana éramos como monjes de clausura”.

recuerdo en el derbi

Mañana en San Mamés se guardará un minuto de silencio en memoria de Mauri y los jugadores portarán luto. El funeral será el lunes (19.00 horas) en su localidad natal. Los entrecomillados que realzan el texto son extractos de la entrevista que Mauri concedió a este diario en el verano de 2012. Al despedirse, consciente de haberse explayado a gusto, soltó mientras clavaba en el periodista sus relucientes y pícaros ojos: “El jabalí ha salido fuerte, tú ya suavizarás un poco”. El consejo no fue atendido. Tenía que quedar reflejado, sin la más mínima cortapisa, quién era Mauri. Su alegría, espontaneidad, su singular visión de la vida y de la profesión que honró con la energía que heredó de la madre, natural de Ispaster, como orgullosamente hizo constar.

295

Son los partidos que Mauri jugó con la camiseta rojiblanca en las once temporadas (1953/54-1963/64) que permaneció en el Athletic. El centrocampista de Gernika marcó 72 goles.