ONSUMIDO el primer mes largo de competición, si en el Athletic hubiese que escoger un nombre para ensalzar nueve de cada diez consultados dirían que Iñigo Martínez es el merecedor de la distinción. Hay otros compañeros cuyo rendimiento ha resultado convincente en términos generales y habrá quien en partidos sueltos ha despuntado, pero lo que no se presta a discusión es que el central ha sido capaz de jugar a un nivel notable en las siete jornadas celebradas y que en varias su aportación ha rozado la excelencia. En el campeonato no es fácil hallar muchos que estén a su altura.

Se le nota que está en forma, pero también que se siente a gusto en el campo. Asimila la exigencia de la competición con una suficiencia envidiable. En un somero repaso de las actuaciones del Athletic se observa que el equipo ha gestionado compromisos realmente duros, donde a los defensas les ha tocado trabajar a destajo. Lo normal es que si se compite siempre con marcadores ajustados haya que apretar los dientes, pues toca proteger la portería hasta el último suspiro. La elocuencia del balance ahorra disquisiciones: dos victorias, una por la mínima, cuatro empates y una sola derrota, asimismo por la mínima, completan de momento la tarjeta de presentación de los de Marcelino. Marcadores que reflejan las dificultades por las que atraviesan los rojiblancos, que sugieren tensión, desgaste, inquietud.

En semejante escenario, Iñigo se ha desenvuelto como pez en el agua. Ha refrendado su jerarquía en un grupo aleccionado para minimizar concesiones, a menudo abonado a practicar un fútbol que concentra su atención en las tareas sin balón, aquellas que implican sobre todo a los elementos más retrasados. Una buena porción de los puntos que aparecen en el casillero se deben a la eficacia desplegada en terreno propio, con la aportación estelar del ondarrutarra.

Para señalarle como el jefe de la retaguardia no era preciso analizar su comportamiento reciente. Desde que en enero de 2018 fuera captado de urgencia de las filas de la Real Sociedad, apenas unas horas después de que Aymeric Laporte saliese con destino al Manchester City, Iñigo Martínez encajó en el equipo y empezó a ofrecer muestras fehacientes de que el cambio sería para bien. Sin desmerecer a su antecesor en el puesto, no tardó en exhibir su catálogo de recursos para funcionar como un marcador de garantías. No tan vistoso quizá en detalles menos relacionados con la destrucción, el suyo es un caso claro de central expeditivo, de esos que no se anda con chiquitas y cuando interviene es para resolver.

Oficio pudiera ser el término que mejor condensa las cualidades que convierten a Iñigo en un líder. Es el prototipo de jugador en que merece depositarse toda la confianza porque cumple con creces en la parcela individual y se vuelca en colaborar con la gente que actúa a su alrededor. Como cualquiera está expuesto a un mal día o a cometer un fallo eludible, pero por norma lo que hace es facilitar las cosas al colectivo. Sobre esta cuestión podría extenderse Dani Vivian, que por azar lleva formando pareja con él desde agosto.

Un novato en la élite agradece como el comer un seguro de vida a su lado. Vivian está cumpliendo con la parte que le corresponde, pero con Iñigo cerca se comprende mejor la talla que viene exhibiendo. Se aprecia que entre ellos existe compenetración, complicidad, que casi les vale con una mirada. Una circunstancia feliz que lógicamente descansa en la autoridad que ejerce el veterano, especialista en leer el partido, mandar, medir distancias y triunfar en el cuerpo a cuerpo.

Iñigo Martínez es ya el único integrante de la plantilla que ha participado en la totalidad de los minutos de liga. No descansa y no lo acusa, al menos así se deduce viéndole cómo se manejó en Mestalla, que acogió el tercer encuentro de la semana. Hombre, la actitud del bloque, el modo en que se faja para desactivar a los rivales, ayuda. También cuentan las prestaciones del mencionado Vivian o de Balenziaga, el lateral más próximo al de Ondarroa, así como la brega que unos metros por delante invierten Vencedor y Dani García, mentalizados para la misión de reducir el volumen de trabajo de la línea ubicada a sus espaldas.

Los goles con su firma, sendos cabezazos espectaculares ante Barcelona y Valencia, redondean el sobresaliente de un Iñigo Martínez que personifica la auténtica imagen del Athletic. Ninguno sirvió para ganar, aunque fuesen perfectos para ello por oportunismo y plasticidad.

Una buena porción de los puntos se debe a la eficacia exhibida en terreno propio, con la aportación estelar del ondarrutarra

Entre Vivian y él existe una compenetración que descansa en la autoridad del veterano, su lectura del partido y mando