Rorschach es una comuna del cantón de Sankt Gallen, situado en Suiza. Allí, a orillas del lago Constanza, que baña el país helvético, Austria y Alemania, como si fuera una especie de Babel acuática, vive un joven de 20 años nacido en Suiza, pero que como su madre, también concebida en territorio suizo, no poseen la nacionalidad del país.

Proceden de una familia de emigrantes que dejaron atrás Calahorra por motivos profesionales y durante 35 años forjaron el futuro de nuevas generaciones en tierras desconocidas. Porque el trabajo cambia vidas. Como las de David Caliandro Galán y su progenitora, Diana, hijos del esfuerzo, de la búsqueda de una vida próspera. Ellos son una nueva generación de riojanos.

David se gana la vida como electricista. Su pasión es el fútbol. Viste de rojo y blanco. Está junto a un césped recién preparado, afeitado y regado, y su voz tiembla. Aún ve crecer su barba mientras se apoya sobre la valla del campo donde juega el St. Abtwil, un terreno de juego sin gradas ni síntomas de grandeza. Hoy no juega el St. Abtwil. No es día de partido. Es el día de una visita que marca una vida. David aguarda nervioso. Le cuesta pronunciar palabras en castellano, que lo habla genial. Apenas recuerda su edad. "Tengo 19 años. No, 20. Es que estoy muy nervioso", acierta a pronunciar.

EMOCIONADO CON EL ATHLETIC

Junto a David y Diana está Gabriella. Ella es una italoportuguesa. La mezcolanza es curiosa. Gabriella es amiga de Diana, la madre de David, y ejerce de taxista, dice sonriente. Su hermano es uno de los responsables de haber preparado el césped donde hoy el Athletic va a entrenar durante su concentración en Suiza. Gabriella se ha prestado a acercar a Diana y su hijo, David, hasta una cita especial, hasta el punto de encuentro con los leones, donde se produce una comunión que pone los pelos como escarpias.

David es seguidor del Athletic. Si su oficio se lo permite, cada jornada de liga tiene una cita con el televisor, donde sigue al club bilbaino. "Vi jugar al Athletic y me emocioné", dice. Así de sencillo y complejo a la vez. Así nace una pasión. A través de un balón y los cables que conectan a una pantalla. "Mi madre me lo ha inculcado", precisa. "Si no trabajo, veo todos los partidos", comenta. Es uno de los pocos que el día del primer amistoso de la pretemporada del Athletic, que jugó contra el local Sankt Gallen, vestía la camiseta del equipo bilbaino en la grada. "Animando, me quedé sin voz", dice sin modestia. "El Sankt Gallen no me interesa", matiza.

IÑAKI WILLIAMS, SU FAVORITO

David profesa un extraño amor por un club desconexo con su vida. Para él, José Ángel Iribar es un señor de avanzada edad que pasa a su lado; Santi Ezquerro, criado en la tierra de sus antepasados, es un eco del ayer; eso sí, Aritz Aduriz, más actual, "es un genio, un jefe". Desconoce la profundidad de la historia del club bilbaino. Sin embargo, disfruta con el incierto presente. "El Athletic tiene potencial para entrar en Europa. Pero es difícil porque tiene mucha competencia con el Barça, el Madrid, el Atlético...", valora. Eso no le priva del disfrute y la admiración.

"Mi jugador favorito es Iñaki Williams. Es simpático y majo", declara a los cuatro vientos, con un orgullo que se vislumbra en su gesto. "El siguiente que más me gusta es Muniain. Es una pena que no esté Simón, porque también me gusta", añade, y se admite sorprendido por la irrupción de los Nico, Williams y Serrano. "Me gusta su calidad. Es buenísima", juzga. Pero ante todo está el mayor de los Williams. "A ver si me regala una camiseta o algo", dice. Es el precio de cumplir un sueño.

HORAS DE ESPERA EN EL HOTEL

Este joven ya ha permanecido más de dos horas aguardando en la entrada del hotel en el que se hospeda el Athletic, el Santispark, para ver al equipo y a Iñaki, que le ha correspondido con un saludo y el permiso de tomar una fotografía que inmortalice el momento. Luego, David ha acudido al campo de entrenamiento, donde ve cumplido su sueño. Iñaki se cita con él para hacerle entrega de una camiseta. El chico es la persona más feliz de un mundo que no entiende de lógicas ni fronteras. Porque hay un pasaporte llamado pasión que concede el acceso a todos los corazones.

Pero el mundo no es ideal. "El jueves me voy a Calahorra. Es mala suerte, porque no puedo ver el partido del sábado contra el Borussia Dortmund". Aunque a veces, los sueños se cumplen. ¿Verdad, David?