A operación retorno que el Athletic puso en marcha el verano pasado sigue activa: ahora el objeto de deseo se llama Javi Martínez, única y exclusivamente. Se trata del segundo intento por captar al navarro y aunque el contexto sea otro porque ha concluido su relación con el Bayern Munich y queda libre, las probabilidades de que regrese a Bilbao son escasas. El principal escollo continúa siendo el económico, pero hay más cuestiones a considerar y no solo porque el jugador baraja destinos que le sugieren un final de carrera más apacible. En la agenda del Athletic no figura ningún otro fichaje de calado y su llegada supondría un golpe de efecto de la directiva de Aitor Elizegi después del mal sabor de boca que dejó la última campaña y de las dudas que suscita la plantilla de cara al curso venidero.

Al parecer, Rafa Alkorta y Marcelino, pero ese empeño en recurrir a veteranos que ya han dado su mejor versión alimenta la controversia. El mensaje que desde dentro de la entidad aboga por potenciar los valores de la cantera como solución de futuro, mezcla mal con una iniciativa enfocada al corto plazo. Aparte del gasto que implica convencer a Javi Martínez, que no sería inferior a los diez millones brutos en la hipótesis de que firmase para dos campañas, se debe valorar lo que significaría en el plano deportivo, tanto por lo que está en condiciones de aportar como por la forma en que su presencia afectaría a la progresión de sus competidores directos, dado que si vuelve es para ser titular.

Seguro que el Javi Martínez actual guarda parecido con el que vistió de rojiblanco, pero no es el mismo futbolista. En la memoria permanece la imagen del chaval que en cada partido acumulaba kilómetros gracias a su poderoso tranco, que nunca desfallecía en las disputas y se agrandaba en el juego aéreo. Tampoco se ha olvidado que, por deseo expreso de Marcelo Bielsa, en su última campaña ejerció de central implacable en aquel equipo que enamoró al continente. Experiencia que le ayudó a convertirse en un apreciado comodín en la Bundesliga, donde alternó la defensa y la media mientras coleccionaba títulos y más títulos. Otro detalle que no puede pasarse por alto: puesto que pertenecer al Bayern garantiza vivir en la gloria, luego no es fácil bajarse del pedestal. Por ejemplo para militar en el Athletic.

No todo ha sido coser y cantar para Javi Martínez. Conoció el quirófano, su rodilla izquierda le jugó malas pasadas, incluso le forzó a tirarse un año en blanco, y fue un asiduo de la enfermería por lesiones musculares y golpes varios. La factura que abona quien expone su físico porque no rehuye el contacto. Con los años perdió la condición de indiscutible, pero nada de todo esto le impidió alcanzar una media de 30 partidos anuales. En su hoja de servicios se apilan casi 600 si se computan las internacionalidades. Alberga motivos para estar orgulloso de su trayectoria.

Por todo lo expuesto, cuesta creer que vaya a decantarse por la opción de San Mamés cuando, a punto de cumplir 33 años, enfila la última etapa de su carrera. Por supuesto que Javi Martínez puede asumir que su ficha se reduzca a menos de la mitad de la que percibía en Alemania; puede asimismo comprometerse a realizar un reciclaje mental que le permita incorporarse a un vestuario en deuda con su afición y que hace tiempo que no se pasea por Europa. Claro que sí, aunque objetivamente se antoja mucho pedir si, como se presume, están llamando a su puerta pretendientes que se mueven en un plano muy superior en el orden económico, en el competitivo o en ambos. Pero al margen de cuál sea la apuesta de Javi Martínez, la pregunta es si él es el refuerzo que realmente necesita el Athletic, si es la pieza idónea para favorecer la transición pendiente en el equipo y, en concreto, en el centro del campo. Difícil respuesta.