REAL SOCIEDAD: Remiro; Elustondo (Min. 62, Gorosabel), Zubeldia, Le Normand, Aihen Muñoz (Min. 33, Monreal); Barrenetxea, Guevara, Zubimendi, Oyarzabal (MIn. 62, Januzaj); Isak (Min. 71, Portu) y Carlos Fernández (Min. 70, Roberto López).

ATHLETIC: Simón; De Marcos (Min. 46, Capa), Yeray (Min. 14, Nuñez), Iñigo, Yuri (Min. 49, Balenziaga); Berenguer, Vencedor, Dani García, Muniain (Min. 69, Lekue); Raúl García (Min. 69, Villalibre) y Williams.

Goles: 0-1: Min. 85; Villalibre. 1-1: Min. 89; Roberto López.

Árbitro: Sánchez Martínez (Comité Murciano). Amonestó a Aihen Muñoz, Zubeldia y Zubimendi, de la Real Sociedad; y a Dani García, del Athletic.

Incidencias: Partido correspondiente a la vigésimo novena jornada de LaLiga Santander, disputado a puerta cerrada en el Reale Arena. Los jugadores del Athletic realizaron el pasillo de honor a los de la Real en reconocimiento a su título de Copa.

Una pifia, el pan nuestro de cada día, permitió a la Real eludir la derrota en un derbi que a nadie dejó satisfecho. Se apreció una mejoría en el Athletic, lo cual tampoco era difícil, pero a todas luces insuficiente para hacer olvidar el chasco de la final. En el cómputo global fue levemente superior a la Real, pero a efectos prácticos puede afirmarse que el punto arañado en Anoeta en absoluto compensa. En principio porque la forma en que se escurrió la victoria contribuye a hurgar en la herida abierta, que a este paso tardará en cicatrizar. El oportuno gol de Villalibre, que por sí solo hubiese resultado balsámico, además de importante de cara a la suerte del equipo en la liga, se escurrió por el desagüe en un suspiro, en el penúltimo minuto del tiempo reglamentario a causa de un error increíble de Unai Simón. Al margen de esta cuestión concreta y determinante, Marcelino y los suyos demostraron no hallarse en condiciones de devolver si no la sonrisa, al menos la esperanza a la afición.

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La verdad es que la noche dio mucho de sí y salvo detalles sueltos o de relativa entidad, no fue en clave positiva. El criterio del entrenador ya dio bastante que hablar antes de que la pelota rodase. Cuesta entender los motivos que indujeron a Marcelino a repetir de salida el once que fracasó en la Copa. Si pretendía sorprender, puede quedarse tranquilo: lo logró. Desde luego, no podía tratarse de un premio, así que se ha de suponer que era una medida orientada a transmitir a los titulares que cuentan con su plena confianza; o sea, que les quiso conceder la oportunidad de enmendarse. También pudo interpretarse como una penitencia, más allá del anecdótico trámite del pasillo al campeón, en cualquier caso los beneficios del plan no asomaron por ningún lado.La mayoría no aprovechó la cita para reivindicarse, al revés. Salvo Dani García, De Marcos, Iñigo, de lo poco salvable en la final, y Berenguer, el resto demostró de nuevo que se encuentra lejos de su mejor momento, por decirlo suavemente. Para más inri, el esfuerzo extra que entraña la disputa de un título se cobró su particular factura en los cuerpos de Yeray y Yuri. Ambos abandonaron el césped aquejados de lesiones de índole muscular y, sin conocer el parte médico, no extrañaría que hayan quedado descartados para la final con el Barcelona. Es obvio que el futbolista siempre está expuesto a este tipo de contratiempos, de hecho Aihen se lesionó sin haber intervenido en La Cartuja, pero por algo se suelen tomar precauciones, máxime en vísperas de acontecimiento tan señalado.

Por cierto, apuntar que Imanol realizó cinco cambios en la alineación. Asimismo modificó el dibujo y no le hizo ningún favor a la Real, más desprotegida en la zona ancha, lo que favoreció la presión del Athletic, que añadió a su deseo de controlar el duelo afán por proyectarse en ataque. Justo lo que se echó de menos el sábado. Ayer el problema fue que salvo por el ala derecha, no percutió con sentido. De forma que la impericia en centros y remates hizo que la buena actitud fuese declinando con el correr del cronómetro. El partido derivó en un tuteo insulso, con múltiples errores y nula profundidad. La jugada que cerró el primer acto, una contra de Yuri que descargó en Williams, cuyo pase de la muerte con destino a Muniain fue interceptado por Remiro, concentró el mayor peligro.

La cosa se reanudó sin novedades reseñables, hasta que Balenziaga y Williams hallaron una vía de penetración. Berenguer, con una magnífica maniobra en el área dio un susto gordo a la Real, pero aquello tampoco tuvo continuidad e Imanol reaccionó refrescando su banda derecha. Januzaj se puso a hacer diabluras a raíz de un retoque posicional que sirvió para recuperar el dominio en el círculo central con un tercer centrocampista y situó a Portu como avanzadilla. Hasta en tres ocasiones el gol rondó a Simón. Para entonces Marcelino había agotado sus relevos, retirando a Raúl García, para variar voluntarioso e implicado en mil refriegas, y Muniain, que sencillamente está bajo mínimos. El derbi iba cogiendo mal color para el Athletic en esa fase final donde el cansancio multiplicó los espacios y por añadidura el riesgo a que el equilibrio saltase por los aires, con Dani García y Vencedor escasos de combustible, lógicamente.

INCREÍBLE FINAL

Y con la incertidumbre planeando, acechando podría decirse, Berenguer templó con gusto desde la izquierda para que Villalibre dejase en evidencia su infrautilización. El ariete se anticipó a todos y con la cabeza puso el balón fuera del alcance de Remiro. No fue su única intervención de mérito, pero sí impagable porque el equipo necesitaba dar un golpe encima de la mesa y no es preciso explicar el porqué. Ganar el derbi constituía un premio muy sabroso, al margen del rendimiento y de otras cuestiones que hubiesen pasado a segundo plano.

Sin embargo se diría que el equipo ha caído en desgracia, que aparte de que su mal momento salta a la vista, la fortuna que le ha sido fiel en tantas y tantas batallas le ha dado la espalda. Roberto López propició el gafe con un centro, un globo en realidad, que Simón, sin oposición alguna, debería haber sujetado tranquilamente, como si de una cesión se tratase. Pero no, el portero debió pensar que el envío se perdía por la línea de fondo y retiró los brazos que ya tenía extendidos permitiendo que la inocente parábola sellase la igualada. Increíble. Ahí terminó el asunto, con la Real celebrando, otra vez, y el Athletic cabizbajo, con la mirada clavada en la hierba. Vaya semanita de derbis. Y el sábado, el Alavés con el agua al cuello.