Anoeta examina el estado de ánimo de un Athletic que más que nunca posee motivos de peso para intentar reivindicarse. Rescatar y plasmar las señas de identidad extraviadas de golpe y porrazo en La Cartuja es el objetivo, además de la condición indispensable para aspirar a los puntos en juego. Que el calendario haya colocado en el camino precisamente este nuevo duelo con la Real Sociedad cuando el equipo aún se halla rumiando el petardazo protagonizado, no debería influir, ni para bien ni para mal. Volverse a ver las caras con el vecino apenas transcurridos cuatro días se convierte en un detalle secundario después del deprimente comportamiento ofrecido en la final. Esta noche ha de prevalecer el propósito de enmienda sobre todas las cosas. Concretado el contexto, es el turno de los jugadores y de Marcelino, a ellos les corresponde demostrar de qué pasta están hechos.

También es una prueba para la Real, aunque en principio parece obvio que se encuentra en una posición ventajosa; más fácil de gestionar sobre el papel, habida cuenta el punto de partida del Athletic. En su caso se trataría simplemente de aparcar las celebraciones, descender de la nube para posar los pies en el suelo. O acaso no sea tan simple puesto que pese a que ganó el título su actuación estuvo por debajo del nivel que le hubiese gustado brindar. Hizo lo justo y raspado, tuvo la fortuna de disponer de un penalti del que se valió para compensar su nulidad en ataque frente al Athletic menos competitivo de la temporada.

Lo más probable será que al haber solo tres puntos en juego, unos y otros se parezcan bastante más a sí mismos. Desde luego, esta vez ninguno podrá escudarse en el miedo a perder que claramente transmitieron en la final. Se presume por tanto un partido muy distinto. Marcelino confía, quiere hacerlo, en la reacción. Al margen del trabajo de mentalización que haya efectuado en Lezama y de la capacidad para sobreponerse de los futbolistas, será interesante comprobar su valoración de lo ocurrido el sábado, cómo se refleja su malestar en las decisiones que adopte.

Sin olvidar que el equipo afronta tres encuentros en una semana, detalle que en sí mismo ya aconseja introducir cambios en el once, cabe imaginar que el suspenso del que se libraron muy pocos tendrá consecuencias. A ver, si se pone muy estricto, no menos de media docena de los titulares están llamados a darse una vuelta por el banquillo: Yuri, Vencedor, Berenguer, Muniain, Willliams y Raúl García. Ahora bien, luego hay que mirar qué alternativas maneja, es decir qué recambios puede emplear con ciertas garantías, puesto que hay un puñado de suplentes que hace semanas que casi ni asoman en competición.

Villalibre

Este problema afecta especialmente a las demarcaciones ofensivas, donde Villalibre es el único que goza de cierta continuidad, quizá no la que merecería. Por enésima vez, la presencia del ariete vizcaino se antoja necesaria a la vista de cómo andan los habituales, aunque se diría que este retoque a Marcelino le cuesta un mundo. El adelantamiento de Óscar De Marcos, puede ser otra opción eficaz. Al fin y al cabo esa fue la misión que le encomendó al principio, allá por el mes de enero.

En la zona ancha la variación no resultaría llamativa si se produce, dado que los cuatro candidatos que el técnico baraja en dicha línea participan en una dinámica de reparto de minutos bastante equitativa. Si hoy saltan de inicio Unai López y Vesga, nadie se va a extrañar. Y si se mantiene Dani García, tres cuartos de lo mismo.