ESDE la avenida Kansas City, enfrente de la estación de Santa Justa, el trayecto hasta el estadio olímpico de Sevilla en taxi se extiende poco más de diez minutos. Durante el recorrido, la estampa turística de la capital andaluza se difumina y en el horizonte asoma el contorno de Isla Mágica, un parque temático que languidece a causa de la pandemia del covid-19, causante también de que la histórica final de Copa del 3 de abril se dispute sin público, sin la presencia de 60.000 almas vascas, athleticzales y realistas, que estaban llamadas a conquistar Sevilla y aledaños. La imagen fantasmagórica de Isla Mágica precede a la desangelada de La Cartuja, un complejo aislado del bullicio y ubicado en más de la mitad de su superficie en terreno del municipio de Santiponce, que no destaca precisamente por su impacto visual. Semejante austeridad choca, en principio, con el alto coste de su construcción, que se elevó a los 120 millones de euros en el colofón del siglo XX, allá por el año 1999.

La celebración de la última Supercopa, en enero pasado, ya sirvió de termómetro para testar lo que es una finalísima con las gradas vacías. Es una final sin alma, con muchos silencios, un eco desolador y una celebración light únicamente destinada a los futbolistas triunfantes, lo que desnaturaliza un momento de tanta carga emotiva.

El último 17 de enero el Athletic se familiarizó con La Cartuja, estadio al que ha cogido cariño. Esa noche conquistó la Supercopa a costa del Barça de Messi, el sábado se jugará la Copa ante el Real Sociedad y el 17 de abril, dos semanas después, se reencontrará con el conjunto azulgrana con otro título copero por medio. Pero no son estas la tres primeras ocasiones en las que el conjunto rojiblanco ha competido en este estadio olímpico. Lo recordó Roberto Ríos en estas páginas en víspera de la gran cita de la Supercopa. “Vinimos a jugar un amistoso frente al Sevilla, creo que en 2001 (el 31 de agosto). Fue algo extraño, porque no lo conocíamos y surgió para fomentar el estadio con el fútbol”, apuntó el portugalujo. Aquel Athletic de Jupp Heynckes, en la segunda etapa del técnico alemán en el banquillo rojiblanco, firmó un empate sin goles ante el Sevilla que dirigía por entonces Joaquín Caparrós, que posteriormente entrenó a los leones durante cuatro cursos (2007-2011). Para la Real Sociedad, en cambio, La Cartuja será una novedad.

Dos meses y medio atrás, la final de la Supercopa pasó prácticamente desapercibida entre la ciudadanía de Sevilla. Solo los más futboleros estaban al día. “Ah, ¿pero hay fútbol esta noche?”, interrogó un hostelero al fotógrafo y redactor de DEIA que acudieron a cubrir aquel acontecimiento. Ni los exteriores de La Cartuja parecían proyectar que en unas horas después se iba a dirimir un título en su interior. Un grupo de operarios, que esperaba un determinado material para acceder al estadio y comenzar la tarea que debían emprender para ultimar las estructuras y demás detalles que rodean a un encuentro de esta trascendencia deportiva, encarnaba el escaso movimiento en los alrededores. Ni siquiera el Hotel Exe Isla Cartuja, edificado en el interior del complejo, había abierto sus puertas. Estaba cerrado a cal y canto en un mes habitualmente de poco tránsito turístico, acentuado por la situación sanitaria. Por entonces, los bares y restaurantes debían cerrar a las 18.00 horas. En esta Semana Santa, sin embargo, el horario se amplía a las 22.30 horas. Pero solo para los nativos. Allí también está vigente el cierre perimetral, afectado al provincial en el caso de Andalucía.

El pasado 17 de enero se dejó ver un puñado de aficionados rojiblancos residentes en Sevilla y miembros de las peñas athleticzales con sede en tierra sevillana en los exteriores del hotel de concentración de la expedición rojiblanca, que repetirá para la final ante la Real Sociedad. Quizá también insista para la cita del 17 de abril. Es cuestión de supersticiones. Hubo quien se acordó aquellos días de la figura de Andoni Zubizarreta, exportero del Athletic campeón de las últimas ligas y de la última Copa. Y lo hizo porque el de Aretxabaleta fue nombrado, junto al exmadridista Emilio Butragueño, consejero delegado de la Sociedad Estadio Olímpico. Su presidente, Joaquín Blanco, había presentado su dimisión y el delegado de Urbanismo, el andalucista Rafael Carmona, fue nombrado su sucesor. Este último reclutó en septiembre de 2000 a Zubizarreta para que se hiciera cargo de la gestión deportiva en unos tiempos en los que la deuda de la sociedad se elevaba a 16.000 millones de las antiguas pesetas (96 millones de euros). Zubizarreta ocupó ese cargo durante unos meses para regresar en junio de 2001 al Athletic, en ese momento como director deportivo durante la presidencia de Javier Uria. Semanas después, el conjunto rojiblanco jugó el mencionado amistoso en La Cartuja.

La final de la Supercopa sirvió para que el Athletic se confratenizara con el estadio olímpico de Sevilla, con una capacidad de 60.000 espectadores. Ya en 2015 la entidad bilbaina lo propuso como posible sede de la final de Copa de aquel año, que finalmente se jugó en el Camp Nou. El pasado 17 de enero el silencio de La Cartuja se rompió con los rugidos ganadores del Athletic, que confía en subir los decibelios para la gran cita del 3 de abril.

El Athletic ya se estrenó en La Cartuja en un amistoso en agosto de 2001 ante el Sevilla que dirigía por entonces Caparrós

Andoni Zubizarreta también tuvo su protagonismo en la gestión deportiva del estadio olímpico dos décadas atrás