Del repaso de las alineaciones que ha diseñado Marcelino desde su llegada a Bilbao, se concluye que todas ellas han respondido en buena medida a la necesidad de tomar decisiones condicionadas por la densidad del calendario. Arrancó con un equipo muy reconocible, tanto que se parecía muchísimo a los que Gaizka Garitanoen sus últimos partidos. Fue una elección prudente, lógica incluso por la singular circunstancia que rodeó el relevo. Apurado por el hecho de jugar cada tres o cuatro días, aprovechó la Copa para repartir minutos entre los que menos participaban en Liga, marco donde continuó apostando por el bloque con el que alcanzaría el título de la Supercopa. Aunque no faltaron retoques puntuales, en la mayoría de las ocasiones, no en todas, tenían como origen una lesión. En líneas generales fue así como funcionó el entrenador hasta llegar al que por el momento es el partido que cierra la serie.

En el Ramón de Carranza se observa una variación en su forma de proceder. Esa visita se produjo cuatro días después de medirse al Levante en la ida de la semifinal de Copa, un margen suficiente para la recuperación de esfuerzos, según ha teorizado Marcelino. Además, tras enfrentarse al Cádiz el pasado lunes, no vuelve a haber competición hasta el domingo, detalle que contribuía a proteger mejor el físico de los jugadores con mayor protagonismo acumulado. Sin embargo, en contra de la tendencia apuntada, el entrenador decidió que hasta cuatro de los hombres en los que había depositado su máxima confianza salieran del once titular. Es decir, que si se descuenta al portero, cambió prácticamente la mitad de la formación al sentar en el banquillo a Iñigo Martínez, Vencedor, Dani García y De Marcos.

Salvo el segundo, que entró al campo a un cuarto de hora del final, los demás quedaron inéditos y, que se sepa, no mediaba ningún contratiempo físico. Sencillamente, Marcelino pensó que debían empezar otros y se decantó por Nuñez, Unai López, Vesga y Berenguer. Se da por supuesto que los motivos que le impulsaron a realizar esta pequeña e inesperada revolución fueron exclusivamente de índole técnica. Creería que eran los idóneos para este compromiso por el tipo de encuentro que auguraba, o por las características concretas del rival, o porque les veía en buen estado y confiaba en que su contribución serviría para elevar el rendimiento del colectivo justo ese día.

Si vamos mirando situaciones personales, uno por uno, pues resulta que la presencia de Nuñez pues ya había jugado media docena de partidos a sus órdenes, la mitad formando al lado de Yeray; lo de la pareja de centrocampistas, en cierta manera era previsible dado que ambos estuvieron inspirados cuando se incorporaron sobre la marcha en los dos partidos precedentes, al revés que Vencedor y Dani García, erigido en el dúo más asiduo; y lo de Berenguer sí sorprendió más, puesto que nunca ha sido una opción preferente y tampoco cabe decir que se hubiese lucido, pese a contar con minutos en cada choque y ser cuatro veces titular.

lo más fácil

En el fondo, las razones que de repente hicieron recaer la titularidad en este cuarteto son lo de menos y esta afirmación nada tiene de ventajista, pues lo transcendente del asunto no está conectado al marcador registrado ni a la imagen que brindó el Athletic, particularmente sugestiva en el primer tiempo. Lo que de verdad es importante es que teniendo todas las circunstancias de su lado para reeditar el plan que con más asiduidad ha repetido, Marcelino prefirió algo distinto. Algo que supone salirse del carril por el que había transitado hasta la fecha, renunciando a la fórmula más sencilla de aplicar, la que menos riesgos entrañaba y, desde luego, la que nadie hubiese criticado antes del comienzo del partido.

De insistir con los mismos, se hubiese interpretado que Marcelino iba con todo a por el Cádiz, con su equipo tipo, el que conquistó el título en La Cartuja un mes antes (faltó Yuri, lesionado, que cedió su lugar a Balenziaga) o el que goleó sin miramientos al Getafe (Iñigo y Yuri, convalecientes, fueron suplidos por Nuñez y Balenziaga). Al meter esas cuatro novedades en el Carranza, el entrenador dio un paso adelante, avanzó en el proyecto que explicó a mediados de enero, consistente en distribuir responsabilidades a fin de no reventar jugadores y, de paso, ir integrando a un número amplio de futbolistas en la dinámica de la competición.

Visto lo visto es probable que hubiese actuado como en Cádiz hace semanas pero, como se ha apuntado, entrañaba su complejidad por el contexto. Sin la presión extra que implicaba la vorágine de partidos y la obligatoriedad de negociar los tres frentes (Liga, Supercopa y Copa) con las mayores garantías, acaso Marcelino no hubiera esperado al pasado lunes para dejar tan claro su interés en fomentar la competitividad en el seno del grupo. Ahora, Marcelino cuenta con más datos para llevar a cabo su trabajo. Los once partidos son una fuente de información que ha agregado a las impresiones que extrajo de la visión de vídeos en su tierra. Y en concreto, el episodio del Carranza le aporta un valioso material para seguir sacándole el jugo a la plantilla. Seguro que también los futbolistas tomaron nota.