La expectación que genera la visita del domingo al campo del Getafe posee diversas vertientes. El estupendo regusto del último partido alimenta una curiosidad que no sería comparable a la que antecedió a los otros compromisos. Se percibe hasta cierta impaciencia, un deseo no exento de morbo por conocer las decisiones que Gaizka Garitano vaya a adoptar para tratar de seguir la estela de la goleada al Betis y enlazar así dos marcadores favorables en la presente campaña. Decisiones que versan sobre la identidad de los futbolistas que saltarán al césped madrileño para batirse con esa muralla edificada al gusto de José Bordalás.

Una de las incógnitas afecta a Raúl García, quien el pasado fin de semana estuvo entre los suplentes y solo participó un cuarto de hora. Entró cuando todo el pescado estaba vendido, tres goles de ventaja garantizaban la victoria del Athletic y el técnico aprovechó para dar un respiro a las piezas ofensivas que iniciaron el encuentro. En concreto, el navarro suplió a Williams e ingresó en el terreno unos minutos después de que lo hicieran Sancet y Morcillo por Muniain y Berenguer.

En teoría, prescindir de Raúl García es un lujo. Desde que recalase en Bilbao se ha ganado a pulso una plaza en la alineación. Durante cinco años, semana a semana su rendimiento le ha legitimado para figurar entre los escogidos, lloviese, nevase o hiciese sol, fuera y en casa, sin importar cuál fuese el rival a enfrentar. Pero el otro día Garitano pensó que necesitaba algo distinto y le sentó.

Fue una de las noticias, no la única, pero sí la más inesperada en el capítulo de los descartes por ser vos quien sois. En realidad, atendiendo a su aportación desde el verano, no debería haber causado extrañeza. Peor se entendía que hubiese tomado parte en las ocho citas previas, pero es lo que había pasado. Raúl García había conservado su plaza en el equipo pese a que no estaba dando la talla, el nivel que de él se espera. Una valoración que podía hacerse extensiva a bastantes de los fijos. Pero llamaba la atención que ni hubiese estrenado su cuenta goleadora, más aún que ni siquiera se le contabilizasen acciones que le acercasen a un premio que suele celebrar con mayor frecuencia que nadie en la plantilla. Se recordaban constantemente los quince goles que anotó el curso anterior, su mejor registro, y que en el actual permaneciese seco. Su aura de valor seguro se estaba desvaneciendo y de repente, el día en que tocaba poner toda la carne en el asador, se quedó sin sitio.

Dado que Williams, Muniain y Berenguer jugaron desde el comienzo, a quien Garitano otorgó el puesto de Raúl García fue Asier Villalibre. Ejerció de ariete y que no marcase no fue impedimento para que se le distinguiese como el hombre del partido. Villalibre confirmó con creces cuanto apuntaba en los ratos que saltaba al campo. Demostró su idoneidad para erigirse en la alternativa al añorado e irrepetible Aduriz. No era la primera vez que hacía esto, pero hasta la fecha había desempeñado un rol muy secundario. Se supone que en adelante cambiará su suerte.

De todas formas, no es el puesto de delantero centro donde Raúl García acostumbra a desenvolverse. En ocasiones juega ahí, pero normalmente sale como media punta. Este año en cinco de sus ocho partidos y en uno más fue colocado escorado a la derecha. El asunto de su suplencia posee más derivadas. Por ejemplo, que quien se ubicó a la espalda de Villalibre fue Muniain y el capitán lo agradeció, fue notorio. Muniain se pierde si parte del ala derecha, misión que se le ha encomendado en cuatro jornadas. En otras dos, empezó en el banquillo.

Un rival diferente

El regreso de Raúl García es una opción más que probable el domingo porque se augura un partido condicionado por el perfil del Getafe, sin parecido alguno al del Betis. No cabe obviar que Garitano acostumbra a basar su propuesta en la personalidad del adversario, sobre todo de viaje, y en el Coliseum Alfonso Pérez ya se sabe de qué va la película, si se lo consientes al anfitrión cabría añadir. Seguro que la víspera lo comenta en sala de prensa. Pero vaya usted a saber. La experiencia más reciente, que permitió ver a un Athletic singularmente incisivo, ágil y ambicioso, acaso favorezca una apuesta por la continuidad, al menos en lo que a las demarcaciones de arriba respecta.

En las derrotas, si son fuertes con más motivo, es habitual acordarse de los que no participaron en el desaguisado, mientras que en los triunfos solo hay ojos para los protagonistas del éxito. El Athletic viene de darse un banquete y a Garitano le toca valorar si merece la pena tocar algo para hacerle sitio a alguien tan fiable como Raúl García.