ATHLETIC: Unai Simón; Capa, Yeray, Iñigo Martínez, Yuri Berchiche (Min. 88, Balenziaga); Vencedor, Vesga; Williams (Min. 76, Raúl García), Muniain (Min. 70, Sancet), Berenguer (Min. 70, Morcillo); y Villalibre (Min. 88, Lekue).

BETIS: Claudio Bravo; Emerson, Sidnei, Víctor Ruiz, Álex Moreno; Guido Rodríguez, William Carvalho (Min. 61, Guardado); Joaquín (Min. 70, Lainez), Rodri (Min. 83, Aitor Ruibal), Tello (Min. 61, Loren); y Sanabria (Min. 61, Borja Iglesias).

Goles: 1-0: Min. 9; Víctor Ruiz, en propia puerta. 2-0: Min. 33; Capa. 3-0: Min. 59; Muniain. 4-0: Min. 68; Berenguer.

Árbitro: Javier Alberola Rojas (Colegio castellano-manchego. No mostró ninguna cartulina a lo largo del encuentro.

Incidencias: Partido de la décima jornada de LaLiga Santander disputado en el estadio de San Mamés a puerta cerrada.

La noche se presentaba muy tensa, demasiado para cosa buena, pero mira por dónde las urgencias obraron una estupenda transformación en el Athletic. A dos puntos del descenso y con la ristra de decepciones planeando sobre la cabeza de Gaizka Garitano, el equipo brindó una versión sólida, incisiva, arrolladora y se cenó al Betis. Hizo cuatro goles, que se dice pronto, aspiró a varios más y sujetó el desarrollo del encuentro con criterio y convencimiento. No se dejó ir en fase alguna y demostró que posee un repertorio más rico del que venía ofreciendo, una noticia que es obligado relacionar con la aportación de hombres infrautilizados hasta la fecha. Todo salió a pedir de boca y se extingue así el fuego que ya amenazaba con provocar un incendio en el club. Se apacigua una crisis que mantenía en vilo al personal. Al menos, de momento.

Una victoria concluyente era el bálsamo que precisaba el Athletic, que ahora dispone de una referencia para orientar sus pasos en adelante. Estaba en cuestión la continuidad del técnico y este puede respirar tranquilo, tras comprobar la respuesta de su tropa en día tan delicado. El cupo de las disculpas y las lamentaciones estaba agotado, la situación exigía una puesta en escena que no solo agradase, sino que, sobre todo, sirviera para invertir una tendencia que hace ya un tiempo terminó con la paciencia del entorno y de los dirigentes del club. El partido dejó sentado que hay mucha más cera que la que arde, algo que se intuía pero permanecía latente en buena medida por el criterio del entrenador, obnubilado con una apuesta de piñón fijo difícil de entender.

El tópico más extendido en el fútbol hace referencia a su naturaleza imprevisible: cualquier cosa es posible en un partido, todo cabe, hasta lo más sorprendente halla espacio con un balón por medio. El 4-0 avalaría dicha convicción, pero ni siquiera hubo que esperar a que el árbitro ordenase el inicio para comprobar su vigencia, bastó con conocer el once. Parecía el día más adecuado para que Garitano reuniese sin pestañear a todos sus fijos en el campo, al fin y al cabo, además de que es la norma que ha guiado sus pasos, qué mejor fórmula podía elegir con lo que había en juego, para el club y muy especialmente para su persona. Pues no, justo estimó que la alineación necesitaba un buen meneo y en su afán por dar con la tecla de la inaplazable reacción no se limitó a prescindir de piezas del peso de Dani García, Raúl García o Unai López; fue más allá y por vez primera en lo que llevamos de curso concedió la titularidad a Vencedor y VencedorVillalibre.

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Las imágenes del Athletic-Betis

Arriesgó bastante más que el día del Sevilla, la anterior cita en casa, donde también su futuro estuvo en el alero. Entonces la novedad de salida fue Zarraga, en el lugar de Unai López, y sacrificó a Muniain. Al Betis le recibió con un centro del campo inédito, Vesga al lado del chico que no sumaba ni diez minutos de liga, y también se decantó por utilizar al "único ariete específico de la plantilla", Villalibre. Y la cosa funcionó, qué otra valoración cabe realizar si para la media hora el Athletic amasaba una renta de dos goles. Era el objetivo prioritario, escaparse en el marcador, cuanto antes a poder ser que el horno no estaba para bollos.

Semejante ventaja obedeció a dos factores, que serían las versiones contrapuestas que ofrecieron los equipos. Mientras el Athletic puso ardor, laboriosidad, percutió con fe y dejó clara su intención, el conjunto de Pellegrini jugó andando, se dejó comer la tostada en las disputas, exhibió una blandura exasperante en la contención y arriba únicamente asomó coincidiendo con un par de errores estúpidos a cargo de Yuri y YuriYeray. La distancia fue sideral, básicamente en términos de disposición, de ánimo, y por supuesto existió una relación directa entre los méritos locales y los deméritos visitantes. El desequilibrio en actitud se mantuvo de principio a fin, lo cual permitió garantizarse el triunfo a la hora de encuentro con dos goles más.

Impresionante, la verdad. Se dirá, visto lo visto, que por algo el andaluz es el equipo que más goles recibe en la categoría, pero conviene no olvidar que el Athletic tampoco puede alardear de pegada. Sin embargo construyó la paliza con gran naturalidad. Buscó progresar con la pelota a ras de césped, una novedad significativa en la propuesta, y todos parecieron cómodos en ella. Empezando por Villalibre, quizá el hombre de la noche pese a no marcar, partícipe directo en los tres primeros goles y en un montón de asociaciones, todas con sentido.

Nadie desentonó, como si se hubiesen confabulado para demostrar su auténtica valía, los rojiblancos se desplegaron muy dinámicos. Hallaban vías de penetración con una facilidad pasmosa. Hubo elaboración, pero nada de pegar pases por pegar, siempre con la mirada puesta en el área de Bravo. La inédita pareja de medios cubrió mucho terreno y dio fluidez a la salida, gracias asimismo a que los más avanzados no pararon, al igual que los laterales. El Athletic explotó a fondo los sesenta y pico metros de anchura del terreno para atacar y el Betis claudicó ante tanto ímpetu.

Fueron cayendo los goles porque el ritmo dejaba en evidencia la parsimonia sevillana. Pellegrini no sabía ni dónde meterse viendo a sus jugadores desbordados, impotentes para sacudirse a un rival que mordía y no saciaba su hambre. Para cuando miró a su banquillo tenía tres goles en contra. El Athletic cedió la posesión a ratos, de hecho fue la única faceta en que se vio superado, pero lo compensó con creces en transiciones ágiles y profundas. Además, no es posible jugar a toda pastilla los noventa minutos. Merecía la pena tomarse respiros, salvo en los treinta metros que conducían a Simón, allí salió a relucir el poderío de los centrales y del resto, nadie se rindió a la tentación del relajo, a pesar de la contundencia del marcador. En fin, dio gusto verle al Athletic. Hacía mucha falta. Que se lo digan al míster.