Día D. El día en que el Athletic puede despejar su camino hacia su cuarta final de Copa en los últimos once años. Es una noche mágica, fiel a la historia de la entidad bilbaina, consciente de que se encuentra ante una excelente oportunidad de conquistar un título que no saborea desde 1984. Han pasado 36 años. Una espera demasiado larga. Por ello, la familia athleticzale se pellizca. El lema Aurten bai! cobra más valor en esta ocasión.

El Barça, al que el colectivo de Gaizka Garitano apeó en los cuartos el pasado jueves, ya no fastidiará la fiesta como sucedió en las finales de 2009, 2012 y 2015. La euforia es justificada, aunque toca enfriarla en su justa medida. Es el mensaje que envían el entrenador y el vestuario. Porque una semifinal no se gana con el nombre. Enfrente compite un Granada que también quiere hacer historia, después de que los más viejos del lugar recuerden que en 1969 el Athletic le privó de la que hubiera sido su primera final. Por entonces, el conjunto rojiblanco sufría una sequía de once años sin ganar la Copa, mucho tiempo para lo que estaba acostumbrado. Claro está que en Bilbao se volvería a firmar el desenlace de aquella semifinal que ocasionó a la postre la conquista del entorchado a costa del Elche.

Lo ocurrido hace 51 años queda en los anales futbolísticos. El presente es la referencia y el Athletic se encomienda a un San Mamés que, debido al novedoso formato de la competición, vive su segunda noche de esta Copa. Y lo hace en pleno subidón después del exitazo firmado hace un puñado de días frente al Barcelona de Messi y compañía. La gestión del duelo frene al conjunto culé es bien diferente al de esta semifinal, donde se recupera la dimensión tradicional del doble partido. Es un matiz que guarda su trascendencia. El Athletic ya no se lo juega a noventa minutos como así ha sido en las cinco rondas anteriores. Con todo, La Catedral asume el aliento que puede proporcionar en este primer capítulo, en el que el equipo de Garitano busca un resultado favorable que le permita afrontar con más músculo el encuentro de vuelta que se disputará el 5 de marzo en Los Cármenes.

Como se sabe, Garitano lo fía casi todo a la Copa y la liga no genera tanto impacto. Quizá esta prioridad explica que los leones encadenen ocho jornadas sin ganar en la competición de la regularidad, con la derrota del domingo en el derbi como rastro más fresco. Precisamente, su último triunfo en San Mamés se remonta a la visita del Granada, el pasado 1 de diciembre. Entonces, el conjunto rojiblanco se impuso por 2-0, aunque aquel partido, rodeado por la polémica generada con el penalti cometido por Domingos Duarte sobre Raúl García y por la repetición posterior del lanzamiento errado en primera instancia por el navarro, no debe servir de referencia. Pero sí hay un factor a tener cuenta. El Athletic estaría encantado de volver a dejar su puerta a cero, un detalle que proyecta su trascendencia en una eliminatoria de un mínimo 180 minutos. Es el primer objetivo que se marca el colectivo rojiblanco, que pondría la guinda con batir a Rui Costa. No en vano, supondría toda una ventaja de cara al compromiso que tendrá lugar en terreno nazarí, que, pase lo que pase esta noche en Bilbao, obliga a una exigencia máxima.

sin pistas Garitano se reserva su plan. Como suele ser habitual en él ayer no dio pista alguna y, para más inri, ni siquiera ofreció la lista de convocados, con lo que acentúa las incógnitas sobre su puesta en escena. Un recelo que responde, sobre todo, a su deseo de apurar la decisión en torno a los futbolistas que sufren algunas molestias, como son los casos de Raúl García y Yuri Berchiche, que no se desplazaron el último fin de semana a Donostia por ese motivo. El derioztarra confía en poder contar con los dos, conocedor de que nadie quiere perderse esta semifinal y por la personalidad de ambos, que aportan un músculo competitivo inherente a este tipo de eliminatoria, donde cualquier despiste, por muy pequeño que sea, puede resultar fatal. De ahí que tanto el entrenador rojiblanco como su homónimo Diego Martínez se refugien puertas adentro.

El plan de Garitano apunta a insistir en el sistema de tres centrales por esa necesidad de dar pocas opciones a un Granada que también se mueve a gusto en esa pizarra. El cuadro andaluz pone el acento en el matiz físico, un cemento que deben superar los leones, en los que se espera a Raúl García, en caso de estar al cien por cien, y a Iñaki Williams como dupla ofensiva. Toca marcar y no encajar. Y San Mamés ayudará a ello.