Bilbao - Fútbol de pésimo gusto en San Mamés. Y, como consecuencia de ello, empate sin goles, un marcador que ambos contendientes se ganaron a pulso con la particularidad de que satisface las aspiraciones que trajo el Eibar, mientras que deja en muy mal lugar al Athletic, que actuó como un equipo pequeño. Pequeño de mentalidad y de recursos en su desmedido afán por amoldarse a la propuesta de los hombres de Mendilibar, olvidando asumir la iniciativa y proponer algo de fuste más allá de la intensidad en el cuerpo a cuerpo.

Fue un completo despropósito lo que anoche brindaron los rojiblancos, que salieron al césped como si les visitase el coco, cuando la realidad es que venía un grupo sin la mitad de sus titulares y muy agobiado tras encadenar cuatro derrotas. Visto lo visto, cualquiera diría que locales y foráneos compartían limitaciones de personal y penurias, lo que viene a confirmar el fiasco protagonizado por los primeros.

El origen del problema del Athletic hay que situarlo en la propia confección del once. Gaizka Garitano mediatizó las opciones de los suyos con unas decisiones que quizá dotaban de mayor solidez a la estructura, aspecto este que se presta a la discusión, aunque sin duda implicaban una renuncia explícita a la creación de juego, la combinación, la elaboración y todo aquello que está conectado al manejo del balón, salvo el melonazo y el cabezazo. De las dos cosas hubo para hartarse.

Despejes a romperla y disputas aéreas, muchas eternas, que además de propiciar golpes peligrosos como por un tubo, terminaron por contagiar una monumental jaqueca a los aficionados.

Raúl García se convirtió en el objetivo exclusivo de cuanto el Athletic generó, si es que cabe utilizar el término. Envío largo, peinada del navarro y el resto a buscarse la vida. Entre los desamparados, Unai López, ubicado como enlace para que no pudiese pescar una en condiciones. Cómo iba a hacerlo si todo discurría por las alturas y sin control. En el sitio habitual de Unai López, San José, cuya participación completaba la declaración de intenciones del entrenador, obsesionado por el perfil del cuadro armero. Semejante disposición deparó la nada más absoluta en la faceta ofensiva, el Athletic nunca halló una salida limpia de su campo y se estrelló de bruces con la laboriosidad de un Eibar que jamás se sintió incómodo. De hecho, durante dos tercios del partido, el Eibar estuvo en su salsa pues en definitiva no hizo sino beneficiarse del erróneo criterio que presidió las evoluciones rojiblancas.

Cierto es que Simón fue un espectador más, sendos remates flojos de Pedro León y Kike, uno en cada parte, fue todo lo que rascó el Eibar en el área, pero eso fue el único éxito del Athletic, minimizar la ya de por sí debilitada pegada de un enemigo que por encima de todo vino a eludir una nueva derrota. El único instante en que Dmitrovic intervino antes del descanso fue en el añadido, cuando Unai López por fin dispuso de un balón a ras de césped y enlazó con la carrera de Córdoba, cuyo centro raso remató Raúl García. Luego, Córdoba remachó a la red, pero estaba en fuera de juego.

El cambio de siempre Después de asistir a una mitad infumable, Garitano no movió nada, bueno, hizo un cambio en el intermedio: metió a Ibai y retiró a Córdoba, para variar. Las demás piezas permanecieron en sus demarcaciones originales. También es cierto que previamente, durante un cuarto de hora sacó a Williams de la banda para deportar allí a Unai López, que ayer podía estar aquí o allá, pero no donde aporta. Un cuarto de hora más tarde, dado que el Eibar continuaba ejecutando su plan con idéntica tensión y solidez, saltó del banquillo Villalibre. Por supuesto, el sacrificado fue Unai López. Qué raro. Así que por si aún quedaba alguna incógnita por despejar, el mensaje lanzado por el entrenador resultó de lo más clarificador.

El temor al Eibar no había disminuido un ápice, pero de repente el temor sí penetró en las filas armeras. Williams arrancó con fiereza y sirvió a Ibai, que pisó área desmarcado, recortó a su par y chutó raso, con la mala fortuna de que Dmitrovic repelió con su pierna izquierda. A partir del susto, el Athletic halló alguna vía para percutir y aunque no dejó de maltratar el cuero y alentar las muestras de enojo procedentes de la grada, no tardó en volver a acariciar el premio. Williams abrió para Capa y este la puso tensa, a media altura en boca de gol. Correa se anticipó a Ibai y batió a su portero. Alegría desbordada, tanta que la megafonía adjudicó el acierto a Ibai, que ni tocó la bola. Un minuto después, anduvo rapidito el VAR, la acción se anulaba por fuera de juego de Capa.

Todavía hubo otro par de aproximaciones a Dmitrovic, sin el suficiente veneno. Para entonces se habían abierto los espacios que no existieron a lo largo de una hora larga y el Eibar trataba de protegerse con turnos donde Expósito e Inui exhibían su criterio.

Muy inofensivo el Eibar, que notaba ya el desgaste invertido, con varios de sus elementos carentes de ritmo porque apenas han jugado desde el verano. No obstante, el amor propio le permitió aguantar y obstaculizar las de por sí torpes maniobras del Athletic. Huelga decir que la ración de cabezazos de ida y vuelta, como en un ejercicio de fútbol-tenis de los que se practican entre semana, pero con más nervio y arrojo de los chicos, seguramente estableció un récord en Primera.

La cinta del derbi ha sido adquirida para su exhibición en la sección de audiovisuales del Museo de los Horrores. Va firmada por todos los profesionales que anoche defendieron los intereses del Athletic. Los del Eibar podrían haberlo hecho, pero estaban celebrando un punto que les sabe a gloria.