bilbao - Por segunda vez en diez días, el Athletic comparece en San Mamés acuciado por la ausencia de resultados. La cosa ha empeorado porque entonces fue incapaz de superar al Valladolid, no pasó del empate, y después se registró la derrota del Metropolitano. La racha negativa no cesa y pese a que todavía sus consecuencias en la clasificación no sean demasiado graves, la sensación de incomodidad va en aumento. Es obvia la conveniencia de zanjar de inmediato esta dinámica. El objetivo estriba en evitar que la victoria que se niega desde la quinta jornada, a finales de septiembre, se convierta en una obsesión. Vencer esta noche al Espanyol es el único antídoto contra la palabra crisis, término que hasta ahora en Lezama se han negado en redondo a pronunciar.

Es cierto que no asistimos a las apreturas que allá por diciembre gestionó con pulso firme Gaizka Garitano, pero qué duda cabe que la psicosis va arraigando en la medida en que el equipo permanece estancado, alternando derrotas y empates. Si hubiese ganado al Valladolid, que pudo hacerlo, o arrancado un punto en el feudo del Atlético, una aspiración fundamentada durante el primer acto, quizá a estas horas la inquietud hubiese menguado de manera importante. Pero no ocurrió y es comprensible que los síntomas de mejoría que brindó el Athletic en ambos partidos no consuelen porque las actuaciones previas, con Leganés, Valencia y sobre todo Celta, decepcionaron profundamente.

Asegura Pablo Machín que le inquieta el Athletic que va a encontrar. No le hace gracia pensar que puede reaccionar en cualquier momento por una mera cuestión de amor propio y que para ello contaría además con la colaboración de una afición especializada en arropar a sus jugadores en este tipo de coyunturas. Teme el técnico del Espanyol que le toque pagar los platos rotos y la verdad es que está imaginando un escenario perfectamente posible. El mismo con el que sueña Garitano, quien insiste en transmitir calma. A sabiendas de que hacen falta hechos y no palabras, resalta los aspectos positivos de su equipo con la esperanza de que por fin rompa el cascarón del gol, el último y obligado trámite que conduce al triunfo.

A su vez, el Espanyol parece que despierta con el cambio de entrenador. Más allá de que encadene dos triunfos y que en su estreno acariciase premio, Machín trabaja a contrarreloj y le cunde. La plantilla ha asimilado enseguida su particular ideario táctico, basado en una zaga de tres centrales y se debe recordar que los ocho puntos que ha sumado en liga son conquistas a domicilio. Es en su campo donde ha naufragado con un pleno de derrotas.

Garitano advirtió que no habrá grandes novedades en el once porque el calendario viene menos comprimido que la anterior ocasión en que se jugó entre semana. Recordó que fueron tres partidos en menos de seis días y ahora van a ser tres en ocho. Dijo también que el de hoy es el segundo duelo de la serie, pero en el segundo de aquella vez introdujo cinco variantes y otras cinco en el tercero. Se diría que no está por la labor de tocar el equipo tipo, prefiere reiterar la apuesta por quienes hasta la fecha le han merecido la máxima confianza. Puede que la noticia se circunscriba a la portería y Herrerín recupere la titularidad de manera circunstancial, al igual que hizo frente al Leganés. El retorno de Yeray en detrimento de Núñez completaría la rotación. La convocatoria es clavada a la del miércoles, salvo por la presencia de Lekue, que se queda con la plaza de De Marcos.