EL Athletic apeló al trabajo rutinario para amistarse con el gol. Dos semanas de esmero en los campos de Lezama. Frente al Valladolid, la tropa rojiblanca acumuló ocasiones. Tantas como las que hubiera firmado Gaizka Garitano, a juzgar por sus palabras, satisfecho como se mostró en este apartado, el imprescindible para firmar resultados: el de la fabricación de oportunidades. La producción concedió variedad de aspirantes. La ofensiva local no se personificó en una figura. De hecho, tuvieron sus chances Raúl García, Córdoba, Capa, Muniain... Pero tuvo que ser “una genialidad”, cosa “soberbia”, como tildó la acción el técnico del Valladolid, Sergio González, la que envió el balón contra la red del conjunto visitante.

Fue el paradigma de la dificultad del equipo bilbaino para marcar. Si no es por una obra de arte con unas pinceladas de fortuna en la definición... Si la dependencia recae en la eficacia... Fue una firma de Iñaki Williams, un delantero que pecó otrora de ansiedad, de precipitación de cara al gol, pero que ha demostrado que la evolución existe, que el entrenamiento y la experiencia conceden márgenes de progreso.

No fue lo único que produjo el atacante del Athletic. La selección táctica de Garitano, con Iker Muniain por el flanco derecho, más de interior que de extremo, quitó pero también concedió. Restó poderío defensivo. Prueba de ello dio el hecho de que el Valladolid escogió esa banda para percutir, para profundizar su juego, aunque cierto es que sin excesivo peligro; sumó no obstante espacios a las espaldas de Muniain, quien con su habitual balanceo hacia el centro del campo aportó solidez en las medianías, colaboró en la posesión de la pelota y también generó espacios a sus espaldas, huecos que ocupó Williams con sus caídas hacia la línea de cal. De hecho, de ese costado diestro nacieron ocasiones para Capa, con sendos taconazos del ariete, que, a medida que se estiraron las líneas del Valladolid ganó presencia con sus diagonales.

Fruto de una búsqueda de la espalda de la zaga vallisoletana, con la clarividencia en la asistencia de Unai López, excelso en la creación y la destrucción, llegó el único tanto. “Cuando me encuentro de cara portería con tanto espacio me siento muy cómodo, es mi especialidad, tirar desmarques de ruptura”, dijo Williams. Y en esas se vio. “Ha sido una gozada para mí, porque me he llevado el balón con la cabeza, he cuerpeado con el central, me he llevado el balón, he recortado y he tenido casi que empujarla. He tenido la suerte de que le ha pegado al defensa y le ha pasado por encima al portero”, describió. La “genialidad” llegó por varias vertientes: el desmarque, la potencia, la explosividad, el control orientado con la testa y la templanza para sentar al defensor antes de golpear el esférico. Luego salpicó la fortuna en el desvío.

A pesar de ser protagonista del ataque bilbaino, Williams hizo autocrítica del grupo. “Todos tenemos que aportar”, expresó, para seguido entonar el mea culpa por el escuálido marcador: “La responsabilidad del delantero son los goles, vive del gol e intento aportar trabajo y esfuerzo, pero quizás sí que es cierto que tengo que aportar más goles”. Ayer cumplió. Por eso se siente “tranquilo”.

Aunque admitió la desazón por no sellar el triunfo -“sabe bastante a poco tal y como ha ido el partido”-, Williams apeló a la justicia sobre las opiniones que merecen las actuaciones del equipo. “Al final, cuesta ganar. Parece que cuando ganas todo es perfecto, pero cuando pierdes todo es, hablando mal, una mierda. Eso no es así. No es justo que se tire a la basura todo el esfuerzo que hemos hecho. Hay que ser conscientes de que ganar es difícil y de que tiene mérito todo lo que hemos venido haciendo esta temporada”, manifestó.

crédito a la producción Si San Mamés se antoja como la factoría de puntos del Athletic, también es el nuevo escenario fetiche de Williams. Después de una retahíla de meses sin marcar en casa, nueve de sus últimos diez goles han sido facturados en La Catedral. Ironías del fútbol, como el hecho de que el equipo protagonizó ayer 19 remates, la segunda cifra más alta desde la llegada de Garitano al banquillo y solo superada en el estreno del técnico, frente al Girona, con 25. Eso sumado al hecho de que dirigió la pelota a portería en 7 ocasiones, el tercer mayor número durante la época del entrenador derioztarra, únicamente mejorados ante la citada cita ante el Girona y frente al Rayo Vallecano, sanan el problema de la producción, pero es entonces cuando brota la carencia de la eficacia. Y ayer, Williams no fue suficiente para combatirla.