SI algo garantizan los equipos alemanes es trabajo. Variará su calidad técnica, ingenio o capacidad en los metros finales, pero en cuestión de mentalidad están cortados por el mismo patrón. Entienden el juego como un ejercicio de constancia, están educados para desarrollar su reconocido poderío físico, corren lo que haga falta y más. Relajo, tregua o rendición, tentaciones comunes que se presentan en función de si se gana, empata o pierde, no figuran en su diccionario. Así que quien se enfrenta a ellos sabe que al índice de acierto con el que cuente ese día le deberá añadir un gran esfuerzo o lo pasará mal.

El fin de semana fue muy productivo para el Athletic gracias a que Paderborn 07 y Borussia Mönchengladbach hicieron gala de una encomiable fidelidad a la idiosincrasia que se les presupone. Gaizka Garitano posee motivos para regresar satisfecho a Bilbao. Más allá de los resultados, un empate con remontada incluida y una victoria bastante holgada, sus hombres respondieron con seriedad en dos pruebas delicadas. En el ecuador de la pretemporada, a tres semanas vista del comienzo de la competición oficial, la plantilla demuestra que avanza adecuadamente, que ha aprovechado el tiempo desde que se puso en marcha hace ahora tres semanas largas.

Similar es el período que resta hasta el estreno en competición oficial, aunque en adelante el elevado número de partidos previsto, con sus desplazamientos consiguientes, condicionará en cierta medida la metodología. Visto lo visto, quizás hoy se encuentre más sentido a aquella afirmación del técnico, cuando aseguró que prefiere entrenar a participar en amistosos. Desde luego, el rendimiento colectivo en territorio germano corrobora la bondad de las sesiones llevadas a cabo en Lezama y en Marienfeld.

La pretemporada es una baza clave en la gestión de Garitano, algo que echó de menos la campaña anterior y debe servirle para ajustar su propuesta. De momento, parece que la está rentabilizando, pero también es verdad que ayuda mucho la ausencia de presión. En diciembre, al igual que en los meses siguientes, la clasificación mediatizaba excesivamente la toma de decisiones. Sin urgencias, su tarea resulta más fácil, dispone de un amplio período para probar, elegir, descartar, profundizar en aspectos tácticos y orientar a su gusto la puesta a punto.

Lo anterior vale para los jugadores y bien que lo notan. Se comprobó en estos 180 minutos cómo el Athletic exhibía una soltura con balón en determinadas zonas del terreno que en la última liga apenas asomó. Esto obedece también a que las consignas son otras, ya no se trata de ser obsesivamente pragmáticos con la única finalidad de amarrar puntos que se necesitan como el comer. Existen más argumentos que el grupo está en disposición de plasmar sin que ello implique rebajar la tensión defensiva que tantos réditos le procuró. Es posible asumir alguna clase de riesgo en la salida del juego, temporizar con la posesión y apelar al fútbol directo como un recurso más, no como un catecismo al que aferrarse ciegamente.

Ayer mismo, ante un conjunto clasificado para Europa, el Athletic alternó fases muy interesantes asumiendo la iniciativa, explorando la franja central con la pelota a ras de césped. Obviamente, hubo minutos en que tocó aguantar el empuje del Borussia y ahí salió a relucir la versión que ya conocemos de la tropa de Garitano, esa que se apoya en la disciplina, la solidaridad, el despliegue y una adecuada colocación. Sin balón no tiene por qué dejar de ser un bloque fiable, fue la lección que interiorizó después de la errática etapa con Berizzo, el secreto de la remontada en la tabla.

Y concedió muy poco. Simón y Herrerín vivieron menos apuros que la víspera, donde menudearon los errores defensivos colectivos, causa directa de al menos dos de los tres goles que logró el Paderborn. Particularmente doloroso fue el tercero, nacido en un saque largo del portero alemán, aunque a Garitano tampoco le haría gracia el que se originó en un córner.