Bilbao - La familia rojiblanca enmudeció anoche al conocer la muerte de uno de los grandes mitos del club. Koldo Aguirre, uno de los centrocampistas con más talento en la historia del Athletic, falleció ayer a los 80 años de edad tras una vida marcada por su trayectoria como león. Genial jugador y con una dilatada trayectoria en los banquillos, Aguirre siempre defendió la idiosincrasia del equipo de sus amores. El santoral athleticzale se queda sin uno de sus elegidos.

Natural de Sondika, la fama le llegó bien joven. Con dos Copas en su currículum como león, Koldo Aguirre Bidaurrazaga siempre demostró que había nacido para conducir la pelota y encontrar el espacio necesario para llegar a la portería contraria. Su personalidad le permitió jugar como un veterano con 18 años el partido con mayor eco de la historia del Athletic, la final del torneo del K.O. de 1958 ante el Real Madrid de Di Stéfano y otros ilustres merengues. Aquel 0-2 de los Once Aldeanos, en cuya alineación titular figuró como uno más Koldo, que hasta la fecha solo había disputado ocho partidos con el primer equipo, fue su gran bautismo como futbolista. Recientemente, el 2 de mayo, recogió en Ibaigane, sacando fuerzas de flaqueza y en silla de ruedas, un brazalete como homenaje a los supervivientes de aquella gesta. Quedan Etura, Mauri, Uribe y Carmelo, a quien marcó nada menos que cuatro goles en los segundos 45 minutos de un partido fuera ante el Espanyol en el que el Athletic perdía 3-0. Andoni Cedrún no quiso dar un beso a su tío Koldo por lo que había hecho a su padre.

Fue partícipe de una escena inolvidable en la visita del Athletic a Anfield en la Copa de la UEFA de la temporada 1966-67 en la que, siendo capitán los leones, pasaron de ronda gracias al sorteo que se hizo para el desempate. Koldo Aguirre, entre restándose méritos y la socarronería con clase que le acompañaba en vida, aseguró que no llegó a elegir cara o cruz. Encogido de hombros y sin apenas algarabía, sus compañeros apenas supieron de inmediato si habían ganado.

Después de 296 partidos y 64 goles, se marchó a colgar las botas al Sabadell, donde apenas disputó tres encuentros. Lo hizo más que nada para esquivar el sufrimiento familiar por la leucemia de su hermano pequeño, Iñaki, captado por el Real Madrid. “Estaba cansado de mentir por su estado a mi madre, yo era el único que lo sabía”, confesó con el tiempo. Así, puso fin a una carrera que empezó de niño en el Sondika y prosiguió en el Getxo juvenil.

otra vida en los banquillos Tras colgar las botas, Aguirre no tardó en dar el salto a los banquillos. Tenía tal visión de fútbol que notó que podía triunfar como entrenador. Pasó por el Erandio, Villosa y Alavés antes de recalar en Lezama. Hizo cuarto al Bilbao Athletic en la temporada 1975-76 y con José Antonio Eguidazu en la presidencia se puso a las órdenes del primer equipo. Churruca, Irureta y Lasa, que llegaron de Sporting, Atlético y Granada, referentes de la operación retorno, fueron algunos de los jugadores a los que dirigió. Y fue en Europa donde destacó. Destacan en el imaginario rojiblanco las victorias ante el Ujpest Dozsa (5-0), el Basel (3-1), el Milan de Rivera (4-1), el Barcelona de Cruyff (2-1 y 2-2 en el Camp Nou) y el Racing White Molenbeek, que en las semifinales de la Copa de la UEFA le hizo sudar para defender un empate sin goles que hizo bueno el 1-1 de Bélgica. Pero este equipo no pudo poner el broche de oro en la final ante la Juventus a doble partido.

Peor sensación dejó en el cuerpo la final de Copa perdida ante el Betis de su amigo y exentrenador Rafa Iriondo, después de caer en los penaltis. El Athletic había terminado tercero en liga. Aguirre permaneció otros dos años en el banquillo de San Mamés, con un tercer puesto y un noveno. Pasó por Hércules y Valencia, donde una victoria suya ante el Real Madrid con gol de Tendillo dio el primer título liguero al Athletic de Javier Clemente. Mallorca, donde se cuenta que perseguía por la noche a los jugadores que salían de copas, Logroñés y Lleida fueron sus destinos antes de regresar a Lezama. En su retorno al club de sus amores, pasó por el infantil antes de volver a dirigir al Bilbao Athletic 18 años después. El Barakaldo fue el último equipo al que dirigió antes de hacer las veces de embajador del Athletic.