bilbao - Cómo hemos cambiado. Una frase muy cotidiana, título incluso de un puñado de canciones de otra época que, trasladada a la actualidad futbolística, sirve a las mil maravillas para referirse a la situación del Athletic. El conjunto rojiblanco y sus aficionados están viviendo una montaña rusa de emociones en un curso irregular en el que, eso sí, parecen haberle dado la vuelta a una situación que hace no demasiadas semanas podía catalogarse de inquietante cuando menos. Ahora, aunque entre los puestos de descenso y la posición que ocupan los leones hay un puñado de equipos, solo tres puntos separan a los leones del abismo de la Segunda División. Salvo encuentros muy concretos y algunos ratos de fútbol más o menos destacados, el gris arranque de curso con Eduardo Berizzo en el banquillo propició su despido en la que fue una de las últimas decisiones de calado adoptadas por Josu Urrutia, que por entonces, el 4 de diciembre, apuraba sus días en el club como máximo responsable de la Comisión Gestora. El expresidente apostó por promocionar a Gaizka Garitano, con quien el equipo revertido su situación, por lo que ha de considerarse como un acierto.
Del legado dejado por Berizzo, al margen de la buena química que tuvo con el grueso del vestuario, donde se habla muy bien en el apartado humano del que fue su técnico durante un puñado de meses, cabe destacar la imagen exhibida por el Athletic en los encuentros que en la primera vuelta le enfrentaron a Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid, así como en la primera mitad del choque ante el Betis. El conjunto rojiblanco, gris o muy gris en el resto de partidos, mostró su tradicional gen competitivo, ese que históricamente le ha permitido tutear a muchos de los mejores equipos del Viejo Continente, frente a los citados rivales. Tres empates, ante Real Madrid, Barcelona y Betis, este en un choque muy condicionado por la expulsión de Markel Susaeta, que dejó a los suyos con uno menos a las puertas del descanso, a donde el equipo llegó mandando en el marcador (0-2), y una derrota contra el Atlético en el último suspiro dan buena cuenta de lo recientemente expuesto.
Si esperado fue que frente a esos rivales el Athletic mostrara su mejor cara, sorprendió lo sucedido ante la gran mayoría de rivales de la liga hasta la llegada de Garitano al primer equipo. Con él, el conjunto bilbaino recuperó ese gen competitivo que tanto echó en falta en muchas jornadas pasadas. Especialmente buenos fueron los choques frente a Sevilla y Betis, este ya de la segunda vuelta, hasta que todo se vino abajo el pasado sábado en Anoeta, un encuentro marcado en rojo en el calendario, aunque muy posiblemente con un rotulador de mayor intensidad por parte de la Real Sociedad. En el derbi, el conjunto rojiblanco vivió una especie de déjà vu. No hubo ni rastro del equipo que encadenó siete partidos de liga sin perder, mostrando una imagen muy sólida, especialmente en labores defensivas. Una vez más, el Athletic entonó aquello de cómo hemos cambiado.
Recuperar ese capacidad de competir se antoja vital de cara al duelo de este domingo (20.45 horas) contra el Barcelona en San Mamés. Enfrentarse al líder de la competición requerirá de ese plus de sacrificio y esfuerzo que en las últimas semanas el Athletic ha mostrado con regularidad. En manos de los futbolistas está dejar el partido ante la Real en un mero accidente y qué mejor que hacerlo frente al todopoderoso conjunto azulgrana.
tres victorias en ocho visitas En lo que respecta a las estadísticas de las visitas del Barça al nuevo San Mamés, estas favorecen al equipo que dirige Ernesto Valverde, que ha vencido en cinco de las ocho ocasiones; los tres encuentros restantes se saldaron con triunfo local. Una gesta que tratará de repetir la muchachada de Garitano, que venció por última vez al Barcelona el 5 de enero de 2017 en la ida de los octavos de final de Copa (2-1). En liga, los bilbainos se impusieron por la mínima el 1 de diciembre de 2013 (1-0) en el primer partido entre ambos en el campo nuevo y repitieron en la ida de la Supercopa el 14 de agosto de 2015; entonces, con un contundente 4-0 con el que encarrilaron el título que alzaron en el Camp Nou.