Bilbao - El ocaso de los años setenta y el principio de los ochenta fueron años en los que se cocinó el último Athletic de leyenda. Socialmente, el Athletic ya era de todos. Por fin las mujeres podían ser socias del club, un logro que llegó tras no poca lucha. El banquillo de San Mamés, mientras tanto, también sufrió una cadena de cambios a un ritmo bastante importante. A Koldo Aguirre le sustituye Senekowitsch, quien a pesar de su sonrisa perenne no consigue triunfar en Bilbao. Su puesto lo cogería Iñaki Sáez, quien hizo de puente hasta que se dio la alternativa a otro exjugador rojiblanco: Javier Clemente.

La historia es cíclica y parece que, aun repitiéndose una y otra vez, nos sigue sorprendiendo. Al igual que ocurriera con Garay, el Barcelona sacó su talonario para llevarse un central del Athletic. Esta vez quien hizo las maletas fue Alexanco. En Bilbao se pidió para el traspaso un precio desorbitante, pensando que bastaría para frenar la ofensiva catalana. Cien millones de pesetas pagó el Barcelona, veinte más que lo que había pagado por un delantero de talento, Quini.

La venta fue la guinda a una metamorfosis nada agradable de la plantilla rojiblanca, que comenzaba a envejecerse alarmantemente. El golpe de gracia fue la retirada del hombre que más veces ha defendido el escudo del Athletic. El mito. José Ángel Iribar. Para su despedida San Mamés se puso en pie en un sentido homenaje el 31 de mayo de 1980. El portero donó todo lo recaudado para la elaboración de un diccionario de euskera.

Otra leyenda, Txetxu Rojo, alcanzó los 500 partidos en la campaña 1981-82. Esa temporada colgó las botas y también recibió un merecido homenaje. Esta vez el rival fue la selección de Inglaterra, que nunca antes se había enfrentado a ningún club. Los ingleses iban a disputar sus partidos del Mundial de 1982 en San Mamés y vieron en ese homenaje una buena oportunidad de meterse a la afición bilbaina en el bolsillo. El amistoso se cerró con empate a uno.

Javier Clemente era un entrenador especial. Convirtió en campeones a un puñado de jóvenes futbolistas que habían subido prácticamente en bloque desde el Bilbao Athletic. El 1 de mayo de 1983, en Las Palmas, se vivió una de las tardes más emocionantes de la historia de la Liga española. El Athletic necesitaba ganar y que el Real Madrid perdiese ante un Valencia que se jugaba la permanencia. El Athletic cumplió su parte y los corazones rojiblancos se pegaron a los transistores para saber qué sucedía en Mestalla. El Valencia, entrenado por Koldo Aguirre, doblegó a los merengues.

Las lágrimas de Manolo Sarabia hicieron subir la marea en la ría de Bilbao, donde se vivió un recibimiento al equipo sin precedentes. Un millón de personas se asomaron a las dos márgenes para ver navegar una gabarra con el Athletic campeón. Había nacido el último gran icono del Athletic.

Tras conquistar la Liga, Clemente subió la apuesta. Su carácter fue clave para que en 1984 se consiguiese el último doblete de la historia del club. La Liga, que fue otro pulso con el Real Madrid, se consiguió gracias a una victoria ante la Real en la que Liceranzu anotó el gol 3.000 de la Liga.

La Copa se consiguió en un partido agónico contra el Barcelona de Maradona. Un solitario gol de Endika trajo a Bilbao la última Copa conquistada. El lunar de este título estuvo en la tangana final con los jugadores blaugranas, que se saldó con importantes agresiones. Si el año anterior un millón de fieles escoltaron la gabarra, en 1984 la cosa se disparó.

Por desgracia, entre Clemente y Sarabia se abrió un abismo que rompió el Athletic campeón. La herida aún sigue sangrando.