Madrid - El fútbol, tan condicionado por los resultados, tan injusto pero tan cierto a la vez, siempre encuentra resquicios por los que sorprender a propios y extraños. Parafraseando a Joaquín Caparrós, el deporte rey tiene la capacidad de que en su basto mundo se pase “de puta a monja en cinco minutos”. Y algo de eso ocurrió ayer en el Wanda Metropolitano con la figura de Iñaki Williams, acostumbrado en las últimas semanas a lidiar con la crítica, tan injusta y cruel en ocasiones, como deformadora de la realidad al ser capaz de elevar a los altares a simples mortales por acciones puntuales que apenas encuentran un recorrido satisfactorio en el tiempo. Sea como fuere, la actuación del ayer delantero centro del Athletic, tan intermitente como explosivo, bien mereció el aplauso que le negó el feudo colchonero al ser sustituido y la crítica para con su actuación debe ser positiva, aunque es cierto que pudo haber hecho algo más en el tanto de Thomas, a quien dejó demasiados metros para que armara el tiro que puso el empate a uno en el marcador.
En la que es su principal función, que no es otra más que la de marcar goles, estuvo ayer brillante, batiendo a Jan Oblak, uno de los mejores guardametas del panorama mundial y que el martes logró un hito al alcance de muy pocos arqueros, como dejar su portería a cero en 100 de las 178 ocasiones en las que ha vestido la elástica del Atlético de Madrid, en dos ocasiones. Incluso tuvo en sus botas dos claras opciones como para haber marcado un tercer y un cuarto tanto, pero no estuvo fino en el remate tras recibir un taconazo de Unai Núñez dentro del área y, después, en el mano a mano con Saúl, reconvertido a central durante buena parte de la segunda mitad, el cansancio le hizo mella en él y solo pudo chocar con el jugador colchonero.
Con Aritz Aduriz, inédito aún en la presente temporada, aguardando su oportunidad desde el banquillo, Williams fue la principal referencia en ataque y la apuesta de Eduardo Berizzo, al menos hasta el fatídico minuto 92, cuando todo se vino abajo, salió redonda. Atento en el primer gol para empujar al fondo de la red un balón muerto en la línea, aprovechó su mejor virtud, la velocidad, para superar a Godín en carrera y batir con un buen disparo raso a Oblak. Esa fue la última sonrisa del Athletic en un partido con un desenlace muy cruel para los bilbainos.
de récord Para los anales del fútbol quedará el hito alcanzado ayer por el atacante bilbaino en el Wanda Metropolitano, donde logró su décimo cuarto gol seguido lejos de San Mamés sin haber marcado en casa, donde no ve puerta desde el 4 de diciembre de 2016. Un récord con el que superó la marca de trece dianas que estableció Diego Forlán con el Villarreal. Pese a la marca, el de ayer fue posiblemente su doblete más triste de su carrera futbolística.