Bilbao - El dato curioso del derbi en lo que atañe a Raúl García es que no figura en el apartado de amonestados, cuando hasta seis compañeros vieron la amarilla en Anoeta. Una anécdota que si se quiere da aún más lustre a la actuación del mejor jugador del Athletic en el cruce con la Real Sociedad. Se fajó como siempre, pero tan centrado estuvo en realizar la tarea que se le había encomendado que por una vez eludió implicarse en situaciones conflictivas, que las hubo como refleja el acta de Sánchez Martínez. Hay días en que el centrocampista se excede con las protestas y protagoniza un diálogo interminable con el árbitro de turno, así como con los rivales. No fue el caso este domingo.
De momento su voluminosa estadística queda en 18 tarjetas al cabo de 35 partidos disputados. Ya lleva cuatro más que la temporada anterior, pero esta cuestión concreta es tangencial en su balance. Lo realmente importante es que Raúl García, que ya iguala con once el registro de goles que firmó en el año de su estreno en el Athletic, mantiene un nivel altísimo desde su fichaje. La regularidad le acredita como una pieza clave en la estructura diseñada por Ernesto Valverde. Si durante la campaña anterior se codeó con Aduriz o Beñat en la cúspide de un imaginario ranking de rendimiento, en la presente puede afirmarse que encabeza por derecho dicha clasificación. Como es natural en un hombre que es fijo en las alineaciones, no ha sido ajeno a los altibajos, sin embargo supera a cualquier otro elemento de la plantilla en número de buenas actuaciones y en muy contadas ocasiones desentona. Además, esto suele ocurrir en esas tardes en que no se salva ni el apuntador, que han sido unas cuantas ciertamente.
En la valoración de lo que aporta Raúl García, casi bastaría con detenerse en el hecho de que la inmensa mayoría de los goles que logra son determinantes, se traducen en muchos de los puntos que ha ido recolectando el equipo en las tres competiciones. En este sentido ya se resaltó en el curso precedente su capacidad para marcar diferencias. Lo sigue haciendo y ello, por sí solo, permite concretar su peso específico en el conjunto. Ahora, ceñirse a la faceta rematadora no sería justo porque la cualidad que le distingue es la forma en que afronta cada cita. La personalidad, la solidez mental, el dominio escénico, sería la contribución que más agradece el grupo.
Contagia, arrastra al resto y muy a menudo, para bien. Frente a la Real volvió a ejercer ese liderazgo no espiritual, que también, sino práctico, que sirve de guía para otros menos experimentados, que son casi todos en este Athletic. No tiene precio contar sobre el césped con un futbolista que sabe leer lo que se está cociendo e incide en aquellos aspectos del juego que con el transcurrir de los minutos orientan la suerte de un partido.
En el derbi dotó a la presión sobre la salida de la Real del grado de agresividad preciso. Se comió a Illarra y encima, suyos fueron los dos primeros intentos serios de gol. Casi lo peor de su repertorio fue el penalti, pues Rulli no anduvo lejos de detenerlo, pero subió al marcador que es lo primordial desde los once metros. Ausente Aduriz, era el indicado para chutar y así puso al Athletic en la senda del triunfo.