DONOSTIA - El Athletic desplegó un catálogo sin florituras y sin concesiones, exhibió seriedad, mucho fuste de principio a fin, y rompió así su decepcionante dinámica como visitante. Acumulaba casi seis meses sin catar el sabor de la victoria lejos de Bilbao, es cierto que había amagado la reacción en la salida anterior, en otro campo poco apto para darse una alegría, pero en el Sánchez Pizjúan le faltó constancia y puntería. En la matinal donostiarra, aunque su actuación fuese menos vistosa, corrigió algunos aspectos básicos, supo mantener la concentración en todo momento, nunca se fue del partido y además aprovechó dos de la media docena de ocasiones que fabricó. Con ello le bastó para desfigurar a la Real Sociedad, incapaz de mostrarse como el conjunto armonioso que desde hace meses vive en la cresta de la ola y sueña con apuntarse a la Champions. Al margen de la significación emocional, del varapalo infligido al vecino, al que le resta los seis puntos de los duelos directos, la victoria posee un valor diferencial para consumo interno. El Athletic consigue en un momento muy oportuno abrir la espita de la ilusión de cara al esprint final del campeonato gracias a una conquista de prestigio que, la verdad, estaba necesitando.

Ernesto Valverde preparó el derbi a conciencia y sus decisiones en la pizarra obtuvieron la plasmación pretendida. Buscó claramente la neutralización de algunas de las claves de la propuesta de Eusebio Sacristán y sus hombres le respondieron. Fue determinante el rol de Raúl García, obstáculo permanente de Illarra, el iniciador del juego txuriudin, al que oscureció por completo; así como el emparejamiento de Lekue con Yuri, un resorte ofensivo que asomó con cuentagotas arriba. También Balenziaga estuvo soberbio en una tarea titánica por un costado donde además de Vela y en ocasiones Xabi Prieto también percutía Odriozola, probablemente el más incisivo de los locales burlando la vigilancia de Muniain. Pero no todo fueron medidas de corte defensivo, de hecho no puede considerarse casual que Kepa Arrizabalaga figurase en el once inicial. La reaparición del joven portero entrañaba un mensaje, su presencia se podía interpretar como una medida de cariz anímico, una especie de consigna para cambiar el paso del grupo de una maldita vez, y la jugada salió redonda.

Arrizabalaga protagonizó una acción crucial con 0-1, su alarde de reflejos para impedir el empate en una fase en que la Real apretaba y parecía despertar influyó lo suyo en el encuentro. No disfrutó de demasiadas situaciones de gol el anfitrión, si bien esta en concreto pudo variar el signo del derbi. El Athletic había trabajado con esmero durante casi media hora, cerró a cal y canto su área, presionó alto, impidió que la Real madurase las combinaciones y los envíos más directos eran un regalo para su zaga, pues Juanmi no es un ariete al uso, no está dotado para ejercer de referencia en punta, aguantar la pelota y favorecer la salida de los suyos. De forma paulatina, la posesión rojiblanca fue creciendo, Beñat dirigía con criterio y al cuarto de hora llegó la primera advertencia. Raúl García desperdició una oportunidad de lujo a pase de Beñat. En ese instante, más de uno se temió lo peor por aquello de que quien perdona acaba pagándolo. Sin embargo, poco después el navarro establecía la ventaja en el marcador como consecuencia de un penalti evitable cometido sobre Yeray. Rulli le había ganado la partida en el primer lance y no anduvo lejos de frustrarle el segundo, pero el Athletic tenía un tesoro, colocarse por delante en una cita de estas características se antojaba primordial.

UN MAZAZO En el rato previo al descanso, la Real halló en Xabi Prieto un catalizador interesante. Retrocedió unos metros el Athletic, que padeció un par de apurillos fruto de amor propio que destilaba una Real impulsada por una grada que solo enmudeció cuando Williams dobló la distancia. Sin tanto orden, pero con idéntica aplicación a la hora de morder en terreno ajeno, el equipo encontró el premio a raíz de una cesión a Rulli que quedó corta. Asomó entonces la zancada poderosa de Williams, que no había olido una por alto, para superar la salida a la desesperada del buen arquero argentino. Este segundo golpe hizo mella en la moral de un conjunto que acto seguido pudo acortar diferencias en un cabezazo del recién ingresado Bautista. No dirigió bien y a partir de ahí se comprobó que la Real estaba ciertamente muy tocada.

Valverde ordenó la entrada de Aduriz, otro mensaje nítido. Quería más, el choque atravesaba un tramo crítico. Williams se tiró a la derecha, un problema añadido para la Real. El tercero no cayó por el canto de un duro después de una internada suya y a continuación fue el turno de Aduriz, que condujo con maestría hasta dar con el hueco por el que colar el chut. Tocó levemente en su marcador y fue escupido por la madera. Acababa de eludir la puntilla la Real y debió pensar que era ahora o nunca. De nuevo cargó en ataque con el orgullo que le quedaba y un Odriozola rompedor. Se registró entonces la segunda jugada determinante en los dominios de Arrizabalaga. Navas cabeceó a la red a la salida de un córner y el árbitro vio falta del central en el salto. Cuando menos el criterio de Sánchez Martínez se prestaba al debate, pero acaso este episodio deba anotarse como el enésimo error de apreciación de una larga lista, aunque sin duda fuese el más grave.

Eusebio tiró de Canales, Oyarzabal no había comparecido, tampoco Zurutuza, y el recambio nada aportó. Iturraspe reforzó una medular bastante castigada y hasta la conclusión fue un quiero y no puedo de la Real, mientras enfrente optaban por centrar el esfuerzo en la contención. Por supuesto, echó el resto el cuadro local, pero solo le alcanzó para un par de cabezazos a balón parado, el segundo de los cuales tocó el larguero. Yuri se encargó de personificar la impotencia con una grosera entrada a Yeray. Lo único que logró fue que el fondo que dirige los coros de Anoeta cantase su nombre a modo de agradecimiento por su feo gesto. A punto de consumirse el tiempo reglamentario, Aduriz probó una chilena a centro de Bóveda. La acrobacia del goleador hubiese sido el broche de oro para un partido cuyo desenlace refleja con notable fidelidad lo sucedido en una jornada particularmente desapacible, con agua y viento para exportar. Pero tampoco es cuestión de excederse, tras medio año sin un caramelo que llevarse a la boca, ahora no procede caer en el vicio de la euforia. El Athletic funcionó como bloque, se impuso en buena lid a la Real, acertó en su planteamiento y se mantuvo entero. En suma, demostró que tiene argumentos para hacer mucho más de lo hecho hasta la fecha y tuvo que ser en Anoeta.