El trauma de Iñaki Williams
El bilbaino firma una noche aciaga al desperdiciar dos oportunidades clarísimas que privaron al Athletic de sumar algo positivoValverde defiende al jugador: “Nos va a dar muchos goles”
Probablemente Iñaki Williams rompió a llorar en su intimidad, si es que no lo hizo también en el vestuario. Para el bilbaino, el encuentro de ayer, enorme colectivamente a tenor de las circunstancias en las que llegó el Athletic al Santiago Bernabéu, se convirtió en una pesadilla. Dio, da y dará muchísimas vueltas a la cabeza por esas dos acciones en las que fue incapaz de batir a Keylor Navas cuando lo tenía casi todo a su favor. Asumió que sus dos errores penalizaron al Athletic y privaron al conjunto rojiblanco de firmar algo parecido a una hazaña, poner al equipo en el centro del mundo por unas horas y acabar con la maldición en el coliseo blanco, donde la entidad bilbaina acumula ya doce fiascos consecutivos en liga.
Williams (Bilbao, 15 de junio de 1994) declaró en una entrevista a DEIA el pasado agosto que “siempre he sido delantero y eso nunca se olvida”. Lo afirmó así, porque, como se conoce, su hábitat natural desde que ha irrumpido en el primer equipo se localiza en la banda derecha, con algunas apariciones esporádicas como único punta. Anoche alternó las dos posiciones, en un movimiento táctico obligado por la ausencia por lesión de Aritz Aduriz, el espejo en el que se mira Iñaki, que también muestra su deseo de llegar a ser el relevo natural del donostiarra, del que dice “es nuestro líder”.
Aduriz es un depredador dentro del área. Williams, aún no. Ayer dejó pasar un tren, o dos, para acreditar ese status que tanto desea. El bilbaino, que la campaña pasada elevó su cuenta anotadora a trece dianas (ocho de ellas en liga), debe sentirse agobiado. Solo ha hecho un gol en lo que va recorrido de curso, un bagaje pobrísimo para un jugador de su perfil. Lo ejecutó ante la Real después de que se lo pusiese Aduriz en bandeja. Con anterioridad, lo había intentado por tierra, por mar y por aire. Siempre sin acierto, sin fortuna. Lo de anoche fue todavía más traumático. Pudo salir del Bernabéu como el héroe del Athletic y se marchó casi como un villano, como el hombre del pim, pam, pum.
Porque las dos ocasiones que marró ante las narices de Keylor Navas, al que ya puso a prueba a los seis minutos merced a un disparo duro por abajo que el costarricense mandó a córner con la manopla derecha, son difíciles de explicar, por lo que su desacierto por partida doble fue determinante en la suerte final del partido. A los 52 minutos y con el 1-1 en el marcador, se encontró con un balón rebotado, solo ante Keylor, sin oposición y se decantó por un intentar un golpeo colocado que se le fue arriba, ante la desesperación de sus compañeros y banquillo. Le debió faltar ese instinto que tiene un killer. Como también le faltó a los 85 minutos, dos después de que Morata, un goleador nato, hiciera el 2-1. En esta ocasión, Williams decidió, tras un grave error de Varane, una vaselina casi imposible en vez de buscar el regate ante el meta merengue o un disparo orientado.
Williams cayó en la depresión. En un bucle íntimo en busca del porqué de tanto desperdicio. El vestuario le consoló, empezando por su entrenador, al que le toca hacer esa labor reparadora. “Iñaki es un jugador joven y de los mejores que está para poder marcar. Con el tiempo cogerá más soltura y confío en que nos dé muchos goles”, alegó Valverde. Quizá el primero de esos muchos llegue el domingo en el derbi frente a Osasuna en San Mamés y el que puede que también se pierda Aduriz en caso de que no haya superado el esguince de tobillo que le impidió jugar en el Bernabéu.
lekue, la otra cara Caso radical fue el de Iñigo Lekue, que soltó un partido que nunca olvidará. En cambio, sí borrará de su memoria el que firmó el pasado jueves en Genk, donde no le salió nada, además de cometer un grave error que costó el primer tanto del conjunto flamenco. Tres días después de esa decepción, el lateral dio todo un recital en el Santiago Bernabéu, lo que genera un punto de incredulidad, especialmente por su capacidad de reacción en un campo tan complicado y ante un Real Madrid que presenta un poderío ofensivo terrible.
Lekue, al que le han llegado las oportunidades debido a las bajas, primero, de Mikel Balenziaga por sanción y de Óscar de Marcos, después, por lesión; se reunió consigo mismo y decidió que la confianza y el descaro se tenían que convertir en las mejores armas para rentabilizar sus virtudes. Fue el hombre del partido, sobre todo porque lideró la mayoría de las acciones ofensivas del Athletic, la del gol incluida, y porque en el segundo acto se puso el mono de trabajo para exigirse ante el poderoso Bale, que solo le superó en una ocasión. Lekue encarnó la extraordinaria versión de un Athletic marcado por las bajas y al que le faltó el gol de Williams.