GENK: Bizot, Castagne, Brabec, Colley, Nastic, Susic (Min. 78, Heynen), Ndidi, Pozuelo, Bailey, Karelis (Min. 84, Trossard) y Buffel (Min. 56, Samatta).

ATHLETIC: Herrerín, Lekue, Yeray, Laporte, Balenziaga (Min. 46, Saborit), San José (Min. 80, Elustondo), Iturraspe, Williams (Min. 80, Williams), Raúl García, Muniain y Aduriz.

Goles: 1-0: Min. 40; Brabec. 2-0: Min. 83; Ndidi.

Árbitro: Stefan Johannesson (Suecia). Mostró tarjeta amarilla a los locales Susic, y a los visitantes Aduriz, Raúl García, Muniain y Lekue.

Incidencias: Partido correspondiente a la tercera jornada del Grupo F de la Liga Europa disputado en el Luminus Arena de Genk ante 10.238 espectadores. Unos 600 de ellos aficionados del Athletic.

Varapalo en Bélgica. Segunda salida en Europa y nuevo fracaso. Si en Italia la contundente derrota sufrida causó sorpresa, lo de anoche provoca enojo, además de perplejidad. Cuesta asimilar que el Athletic incurriese en los mismos errores, sobre todo en uno que escuece especialmente: la forma de encarar el encuentro. Por lo visto de nada sirvió la amarga experiencia ante el Sassuolo, se diría que los jugadores no estaban advertidos de lo que supone actuar sin alma, intensidad y ambición, por mucho que enfrente haya un conjunto de inferior nivel. Esa deficiente disposición derivó en una broma de muy mal gusto, un revés merecido y la consiguiente complicación pensando en el futuro. La clasificación para la siguiente fase se tuerce, de momento el Athletic figura en la última posición del grupo, lo cual le obliga a ganar los tres partidos restantes a fin de evitar un prematuro adiós a la Europa League.

Se podrá aducir que el resultado al cabo de la primera mitad no hacía justicia, pero la desventaja de un gol fue la consecuencia directa de la escasa convicción mostrada. Es lo que conlleva tomarse un duelo de competición con excesivo relajo, aparentando una suficiencia que a la mínima se convierte en campo abonado para el disgusto y a la postre, en un ejercicio de impotencia para alterar una dinámica negativa. Lo curioso es que Ernesto Valverde no se guardó nada, puso a los mismos que en el derbi excepto en la portería y en los laterales, donde el regreso de Balenziaga movió al lado opuesto a Lekue. Un detalle que refleja la trascendencia que otorgaba al partido y que en absoluto reparaba en que el domingo toca visitar el Bernabéu. Los hombres serían los mismos, no así su rendimiento, de lo contrario el Genk, un enemigo sin relieve, no debería haber logrado que el encuentro discurriese tan equilibrado en líneas generales, aunque siempre quedando la sensación de que eran los belgas quienes imprimían más agresividad y velocidad a sus evoluciones. Esa igualdad delata al Athletic, demasiado contemporizador hasta que se vio por detrás, desperdiciando toda la primera mitad por no haberle hincado el diente al choque como cabía deducir vista la composición de la pizarra.

El déficit de actitud deparó un juego sin gracia, exento de continuidad que solo muy esporádicamente incomodó al anfitrión y en última instancia tuvo el coste de un gol recibido muy cerca del descanso. El tanto de Brabec pareció un castigo a cuanto se esperaba y no se pudo ver en la propuesta del Athletic. Su propia gestación ilustra la poca consistencia del trabajo realizado y no ya porque el central del Genk remachó sin oposición después de que Herrerín desviase un remate muy cercano de Bailey. Esto fue solo la culminación de un larguísimo ataque que nadie acertó a desbaratar y que se agravó cuando, pisando la frontal y en ventaja, Lekue se enredó y perdió la pelota en vez de ejecutar un simple despeje.

solo yeray Un error de tantos que se contabilizaron en tareas defensivas. De no mediar las intervenciones de Herrerín y de Yeray, el marcador hubiese sido aún más sangrante. El central fue el único zaguero que estuvo puesto hasta que, en el colmo de la desgracia, pagó tanto celo con una lesión que forzó su retirada con los cambios agotados. Bailey cargó todo su peso en el tobillo derecho que Yeray tenía apoyado sobre el césped tras cortar por enésima vez un avance. Para entonces la desventaja era de dos goles y el Athletic deambulaba, incapaz de articular una respuesta que pusiera en aprietos al Genk. Poco antes, Ndidi había superado a Herrerín con una volea imparable, justo segundos después de que Valverde buscase reactivar a los suyos con la entrada de Elustondo y Susaeta. La obligada reacción que se le reclamaba al equipo no se sustanció.

Desde el intermedio trató el Athletic de tomar el control, lo consiguió en varias fases, pero el repliegue belga redujo los intentos ofensivos a muy poca cosa. San José protagonizó el único remate dentro del área, dato que habla de una profundidad inexistente. Muniain se situó por dentro para forzar la máquina, fue en balde. No había ritmo, ni movilidad, pocos argumentos para descolocar a un rival que prefería esperar y lanzar la contra. La posesión fue altísima a ratos, pero no se le sacó provecho. Las bandas no se utilizaron y el apelotonamiento de gente en los metros que conducían al área local facilitó la labor de resistencia del Genk.

Quizá la historia hubiera sido muy diferente de haber acertado Aduriz en una vaselina a pase largo de San José. Corría el minuto doce y poco después el linier anularía un gol por fuera de juego del ariete, que empujaba a puerta vacía un servicio paralelo de Williams, que fue toda la aportación de este anoche. El extremo fue relevado y no le gustó un pelo, pero no puede quejarse. Tampoco Aduriz, que terminó renqueante y se jugó la expulsión con un rodillazo innoble sin balón por medio cuando ya estaba amonestado y con el que lesionó a Buffel. Estos detalles, entre otros igualmente incomprensibles, ilustran que el Athletic no estuvo en el partido, se dejó ir y luego tampoco supo rearmarse para plantar cara y aspirar a un desenlace distinto.

Solo en tiempo añadido intervino por fin Bizot, a sendos cabezazos de Elustondo y Raúl García, los coletazos desesperados de un equipo que fue una sombra de sí mismo y necesitará un esfuerzo extra, así como una transformación radical para preservar encendida la llama de la ilusión en Europa. Aunque el sorteo fuese amable, dado que Rapid, Sassuolo y Genk son enemigos asequibles, salir a pasearse por el continente está terminantemente prohibido. Ni siquiera los mejores se permiten tal lujo.