Decía Ernesto Valverde en la previa que el encuentro en Genk resultaría clave en esta fase de grupos. Utilizó el término en varias ocasiones. Se entendía el mensaje como un impulso motivador, porque en su cabeza y en la del vestuario no rondaba la opción de repetir el desastre sufrido en el arranque de la fase de grupos frente al Sassuolo italiano. O sí. Quizá aquel 3-0 lo tenían muy fresco en la memoria. O sea, lo que se llama presión. Y lo cierto es que pesó mucho en las prestaciones del conjunto rojiblanco, capaz de olvidarse en cuatro días de todo lo bueno que ofreció en el derbi ante la Real para empeñarse en ofrecer un nuevo descrédito que le puede dejar fuera de esta Europa League.

El recorrido en estas tres primeras jornadas es decepcionante. Los números no engañan. El Athletic es colista del grupo por méritos propios, lo que genera un evidente estupor cuando, conocida la suerte del sorteo, asomaba como el gran favorito. Solo suma tres puntos, fruto de una apurada victoria sobre el Rapid Viena y de las derrotas padecidas en sus dos salidas, donde además ha sido incapaz de hacer gol alguno, lo que supone echar más sal a la herida. El escenario es muy similar al del segundo y último año de la etapa de Marcelo Bielsa, que se saldó con un sonado fracaso. Entonces, los rojiblancos llegaron al ecuador de la liguilla con un solo punto, el firmado ante el Hapoel Kiryat Shmona, y tras las derrotas en las visitas al Sparta de Praga (3-1) y Olympique de Lyon (2-1). Como se sabe, los leones no pasaron el corte y se quedaron fuera de los dieciseisavos.

Cuatro años después emerge el mismo fantasma. El Athletic se ha complicado la vida en un grupo que parecía amable a sus intereses, por aquello de su teórico poderío superior al del Sassuolo, Genk y Rapid. El único consuelo de la aciaga noche de ayer llegó desde Viena, con las tablas que sellaron el conjunto austríaco y el italiano, que da un poquito más de margen a los de Valverde, que se la jugarán a una sola carta el próximo 3 de noviembre ante el equipo de Peter Maes, al que le premió su mayor intensidad y convicción ante un conjunto rojiblanco con un plan nada fiable.

La palabra clave quedó muy bonita en el discurso. Otra cosa es hacerla realidad en el césped. Y el Athletic no lo hizo ayer porque, entre otras razones, no se enchufó a la exigencia que requería el encuentro desde el minuto cero, lo que reclama una autocrítica del cuadro técnico y de los jugadores, que no estuvieron a la altura en el coqueto Luminus Arena, que ni siquiera fue una olla a presión, ya que no se llegó ni a la mitad de su aforo.

sin soluciones La puesta en escena del Athletic invitaba a no caer en el despropósito de Italia. Ernesto Valverde, en este sentido, sí fue fiel a su declaración y tiró de todo lo que tenía disponible en la plantilla. No se guardó nada y dejó al margen el encuentro del domingo frente al Real Madrid en el Bernabéu. Se trataba del envoltorio. Otra cosa fue lo que había debajo del mismo. Y lo que emergió dejó un sabor de boca muy malo, porque el conjunto rojiblanco no creyó, cedió demasiado al Genk y pagó muy caros sus despistes defensivos, sobre todo el que generó el primer gol de Brabec, que dejó muy tocado a los leones.

El Txingurri ya no encontró soluciones. Ese 1-0 rompió su gestión, como también lo hizo el contratiempo que le supuso quedarse sin Balenziaga, que tampoco comparecerá ante el Real Madrid por la sanción de Málaga. Recurrió a Saborit por una cuestión de manual, pero durante el segundo acto no movió piezas hasta que solo quedaban diez minutos, con el inesperado debut durante el presente ejercicio de Gorka Elustondo, que hasta anoche no había disputado minuto alguno, y el recurso de Markel Susaeta, que en un abrir y cerrar de ojos ha pasado a convertirse en un recambio de última hora para el técnico del Athletic. No se encontraron soluciones desde el banquillo ni desde el césped, donde se dieron un cúmulo de infortunios, encarnados en las lesiones de Yeray y Aduriz, que ensombrecen aún más el fiasco del equipo. Porque ayer también fallaron las referencias de este Athletic, desaparecidas cuando precisamente se requería de ese músculo competitivo del que apenas se tuvieron noticias. Y ello que el partido era clave.