sAN MAMÉS, engalanado para la ocasión, saboreó con especial énfasis la histórica cita ante el Nápoles en el incomparable marco de la Liga de Campeones. El Athletic, abrigado por una entregada afición, afrontó con fe el partido para resolverlo, remontada incluida, con intachable éxito, dando pie así a una fiesta que, no obstante, vivió su pistoletazo de salida a primera hora de la mañana convirtiendo las calles de Bilbao en un inmenso pasadizo hacia la gloria.
La relevancia del envite estuvo muy presente en innumerables municipios pertenecientes y ajenos a Bizkaia, pero fue en la villa donde se pudo ver un incesante goteo de camisetas rojiblancas como adelanto de lo que aconteció después en las entrañas del nuevo templo bilbaino.
Aficionados de todas las edades, bebés incluidos, mezclaron el rojo y el blanco para reflejar los colores que transportaban en el alma. El paso de los segundos, minutos y horas no hizo sino multiplicar la huella de un fantástico ambiente previo que presidió, con maestría, el ya visible escudo del Athletic en la fachada de San Mamés. El club se apresuró para que desde la calle Licenciado Poza fuese posible vislumbrar una imagen convertida en símbolo mientras el viejo campo permaneció en pie.
La motivación social fue en aumento y, con los aficionados napolitanos testando la ciudad en una minúscula porción -apenas se desplazaron 700 hinchas-, el volcán rojiblanco entró en erupción con motivo de la salida del autobús del Athletic con destino al campo. Ocurrió a las 19.00 horas, con alrededor de mil enérgicos seguidores abarrotando las inmediaciones del Hotel Meliá para dar el primer gran empujón a un equipo decidido a abrazarse a la historia.
Al grito de “Athletic, Athletic” y con el himno del club por bandera, jugadores y cuerpo técnico fueron escoltados incluso por coches diseñados para la ocasión hasta San Mamés, donde tuvo lugar la traca final, que comenzó con un acto sumamente esperado por toda la familia del Athletic.
himno y reconocimiento final La melodía de la Champions disparó las emociones de los presentes, con muchos de ellos dando carrete a la fiesta por todo Bilbao ya entrada la noche. En San Mamés, la función tocó a su fin con un reconocimiento mutuo entre las dos aficiones, despedidas entre cánticos y aplausos.