BILBAO. Athletic y Real Madrid ganan, pero de momento no convencen. Para justificar sus deficiencias pueden ampararse en que han cambiado de entrenador y se hallan en período de pruebas, adaptándose a las nuevas directrices. La disculpa se puede considerar aceptable, aunque en el caso de los blancos resulta menos digerible porque, al margen de sustituir al vanidoso José Mourinho por el poco simpático Carlo Ancelotti, la plantilla continúa siendo una constelación de estrellas, lo que les obliga un año más a pelear por todos los títulos a los que opta.
Ganando por la mínima a Betis y Granada se mantienen pegados al Barcelona, que es de lo que se trata, no les vaya a suceder como hace un año, que a estas alturas ya iban con cinco puntos de desventaja y para cuando se dieron cuenta le habían puesto la Liga en bandeja a su enemigo del alma. Sucede que con el técnico italiano está prohibido dormirse. Acaba de llegar y ya se está comprobando que no se casa con nadie, que está decidido a aplicar una política de rompe y rasga para lograr un rendimiento acorde al prestigio de la entidad.
Ancelotti actúa rápido, quien no le convence o le defrauda, sale del equipo y punto. Casillas lo puede atestiguar, al igual que Özil o Marcelo. Los morros torcidos de estos dos en el paseíllo hacia la ducha de Los Cármenes, al ser suplidos a la hora de partido por Casemiro y Nacho, reflejan el clima de exigencia impuesto por un técnico muy acostumbrado a lidiar con grandes figuras en Italia, Inglaterra y Francia. Lo cierto es que el Madrid no carbura, gana raspado, pasa apuros ante equipos del montón. Ni siquiera exhibe su descomunal pegada, rasgo distintivo que le permitió maquillar otras carencias en el pasado reciente. Paradójicamente, cabría decir, puesto que el perfil de sus alineaciones está siendo marcadamente ofensivo.
Sucede que por poner más delanteros no se meten más goles y al actual Madrid le están pasando factura los contratiempos que acumula en el círculo central, coto de Xabi Alonso y Khedira, ingresados en la enfermería. El tolosarra, sin lugar a dudas el hombre clave tanto en defensa como en la creación, tiene lesión para rato, mientras que el alemán cayó en el estreno del campeonato. Illarramendi, fichado pensando en el medio plazo, tampoco ha estado disponible, si bien se le espera en breve, puede que este domingo por necesidad. En este contexto ha ganado enteros Casemiro, un brasileño poderoso captado tiempo atrás para que se fuera formando bajo la disciplina merengue y al que Ancelotti ha utilizado en las segundas partes para evitar que los rivales se les subieran a las barbas.
escasa pegada Con Modric en el eje, Isco como escudero y Özil de enganche, la mejor noticia que recibió el madridismo el pasado lunes fue el tempranero gol de Benzema, a la postre decisivo y un seguro de vida durante ochenta minutos de vulgaridad trenzados a medias con la impotencia de un Granada que en última instancia careció de recursos para saltarse la alambrada de espino tejida por Arbeloa, Pepe y Ramos con la connivencia del juez de turno.
También merece nota en agosto Di María, cuya honradez no está a prueba y se deja sentir en un once descompensado, al que se le ven las costuras con demasiada facilidad. El argentino representa el contrapunto a la obsesión por asegurarse el Pichichi antes de navidades que impulsa a Cristiano por la banda opuesta.
Estas pinceladas desde la lejanía sobre un Madrid que se diría que ha entrado en la Liga más pendiente del mercado que de los puntos, invitan a mirar la cita del domingo con cierta esperanza. No obstante, de poco servirá que Ancelotti continúe sin dar con la tecla si el comportamiento del Athletic no experimenta una mejoría respecto a lo hecho en Anoeta, por ejemplo. En suma, ambos equipos deben espabilar para permanecer en lo más alto de la clasificación.