BILBAO
VIAJANTE de farmacia en años precedentes a los de su tarea como coordinador del fútbol base azulgrana, la inestabilidad en los banquillos del primer equipo condujo a Oriol Tort a buscar por los diferentes campos del mundo al jugador universal que sirviera igual para Menotti que para Rijkaard o Cruyff. Tenía una sensibilidad especial para captar a los juveniles con talento, de manera que era conocido como El Profesor. El día antes de que Guardiola debutara en el Camp Nou ante el Cádiz le dijo a un amigo: "Lo único que pido es que no cometan un infanticidio porque el chaval será un fuera de serie cuando crezca. Nunca vi una cabeza más clarividente". Preservó además el Barça una filosofía importada de Holanda y de Europa del Este, que halló su mejor marco de expresión en el equipo que armó Johan. El once de La Masía que el domingo pasado plasmó Vilanova ante el Levante en cuanto se lesionó Alves, con once futbolistas de casa, habría colmado los sueños del viejo maestro.
Pudo ejecutar la hazaña el míster de Santpedor de haber dado entrada a Bojan en la final de la Champions ante el United, y ya lo hizo Cruyff el 7 de octubre de 1995 en el Villamarín alumbrando la quinta de Iván de la Peña, pero fue Van Gaal quien vaticinó que, un día, el club estaría en disposición de jugar una final europea con once jugadores de la cantera. Él, que alineó a Puyol junto a diez extranjeros en 1999 ante el Mallorca, pero que obligó a todos los conjuntos de las categorías inferiores a echar mano de la misma paleta de colores sobre el verde, lo que generó un pulso efervescente con la directiva presidida por Núñez. De hecho, en el ejercicio 1998-1999 el Barça contaba en su plantel con más foráneos que nunca, 15, acrecentado el hecho desde que se implantó la Ley Bosman en 1995, y lo mismo ocurrió en el curso 2006-2007 y en el siguiente.
Solo tres de los futbolistas que en la actualidad componen la formación tradicional no estaban ya en la entidad en la era de los holandeses de Van Gaal: Busquets, incorporado en 2005; Pedro, que recaló en 2004; y Messi, que llegó en 2001. Es más, si hay algo de lo que siempre se vanaglorió Guardiola es de haber insistido con los dos primeros "cuando las cosas empezaron mal". Cuando Xavi debutó en la élite el 18 de agosto de 1998, a Montoya aún le faltaba un año para ingresar en el club. Y es que el punto de inflexión sucedió con La Pulga, ya que fue a partir de él cuando se aceleró la presencia de la gente con label culé. Tanto que, en estos momentos, hay diez generaciones diferentes de futbolistas salidos del fútbol base desde los nacidos en 1978 a los nacidos en 1992 y, desde 1987 a 1992, no existe ni un solo año que no tenga representación en la primera plantilla, singularmente el año 1987, con Leo a la cabeza, pero también con Pedro, Piqué y Cesc; y 1991, con Bartra, Thiago, Tello, Cuenca y Montoya. Dos de las mejores generaciones de la historia del fútbol base blaugrana unidas en el primer equipo por un total de nueve futbolistas: un lujo que solo está al alcance de un club como el Barça. La apuesta es decidida e irreversible.
La historia se adorna con un ligero truco, puesto que para recuperar a Piqué, Fàbregas y Alba el Barça ha tenido que desembolsar 59 millones de euros. El central, después de estar cedido en el Zaragoza y poner rumbo a Manchester, regresó en 2008 a cambio de 5 millones; el de Arenys, tras un culebrón de varios veranos insinuándose con su vuelta, retornó desde el Arsenal por 40 millones de euros; mientras que el lateral, que despuntó con Emery en el Valencia, volvió este año por 14 millones.
Ahora, la ensoñación del aficionado y socio culé pasa por desplegar en Wembley todo su arsenal casero. La vena por el fútbol táctico y de toque se remonta a la época de la Hungría de los años 50 y después al Ajax de los 70. Pero el amor por la cantera se lo debe el Barça a Oriol Tort.