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Lezama: una crisis evitable

El Athletic consintió la implicación de Bielsa en las obras, pero le desautorizó cuando se vio señalado La posibilidad de un desenlace traumático repercute negativamente en la imagen de Josu Urrutia

Lezama: una crisis evitableFoto: josé mari martínez

bilbao. La agitación vivida en el Athletic a lo largo de la semana consiguió alterar el pulso del entorno hasta límites impensables. El choque frontal escenificado por Marcelo Bielsa y la directiva de Josu Urrutia causó conmoción en la calle, donde se siguieron los acontecimientos encadenados a raíz de la rueda de prensa del entrenador con una mezcla de desconcierto, intranquilidad y enojo. Unas sensaciones que se dispararon especialmente en las horas posteriores al comunicado oficial del club y hasta que se certificó que la crisis no pasaba a mayores. Esto es, hasta que se supo que todo el mundo permanecía en su puesto. Esto último referido, claro está a la figura de Bielsa, pues se llegó a interpretar que su continuidad corría grave riesgo, a lo que contribuyó la rumorología al uso en este tipo de situaciones no deseadas.

El temor ante la hipotética despedida del argentino, apoyado básicamente en la rotunda descalificación de que fue objeto por parte de la directiva, generó una corriente espontánea de apoyo hacia el primero y de censura hacia la segunda. En definitiva, sin entrar en el detalle de cuanto había sucedido o incluso haciéndolo, lo que nadie quería ni estaba dispuesto a asumir era que el follón se pudiese llevar por delante a Bielsa. Ante esa posibilidad, ni siquiera que se hubiese excedido en su proceder importaba demasiado. Hasta ese punto ha arraigado el técnico en los sentimientos de la gente.

En todo caso se concedía que, vale, es posible que no haya estado acertado en tal o cual mensaje o posicionamiento, incluso en la iniciativa tomada de presentarse ante la prensa, pero debe seguir siendo quien dirija al equipo. En esta línea o similares se movía la opinión de cualquiera que anduviese por la calle en la tarde-noche del viernes, y es que no hubo otro tema de conversación en paseos y bares. Por otra parte, a juicio del aficionado, lo que no tenía por dónde coger era el comunicado de la directiva, pues se interpretaba que enconaba el asunto peligrosamente.

Al personal no le entraba en la cabeza que por unas malditas obras el reluciente proyecto rojiblanco pudiese irse al carajo. Menos todavía cuando hace un mes escaso Josu Urrutia y Bielsa habían acordado prolongar su alianza, lo cual implicaba que en el curso de esas conversaciones habrían fortalecido el vínculo, salvando las pegas o las inquietudes que ambos pudiesen albergar después de un primer año saldado con un éxito rotundo. De ahí la perplejidad: cómo era posible que en el ilusionante arranque de la segunda temporada todo lo acumulado dejase de tener valor por culpa de unos tabiques, una pista de entrenamiento o la distribución de unas estancias para los jugadores.

La crisis de Lezama obtuvo ese reflejo fuera del ámbito privado del club. Con la información a la que ha habido acceso, el posicionamiento de la mayoría fue en esa dirección. Lo que de ninguna manera se debería haber escenificado como un pulso terminó siéndolo para la gente, que ante la tesitura de que todo desembocase en una ruptura, en un desenlace traumático, no dudó en posicionarse y elegir su favorito. Urrutia ha sido por tanto el que peor parado ha salido, quien ha perdido, quien ha sufrido el mayor desgaste, no en vano él es quien representa al Athletic y cuando la directiva habla o se manifiesta a través de una de sus notas características, todas las miradas le buscan.

"RESPONSABILIDAD EXCLUSIVA" Al margen de estas consideraciones, basadas en el simple ejercicio empírico de darse una vuelta por ahí, y que en todo caso versan sobre la última parte de la historia, merece la pena ir al comienzo y reconstruir lo sucedido paso a paso. Es entonces cuando queda más en evidencia que este desagradable episodio tiene su origen en el mal funcionamiento de quienes aseguran que "la responsabilidad sobre el control y la ejecución de las obras que estos días se realizan en Lezama corresponde en exclusiva al Athletic Club, organización que dispone de profesionales cualificados y con el criterio técnico suficiente para valorar dichas tareas constructivas".

El párrafo anterior pertenece al tercer punto del comunicado de la directiva, pero lo que afirma no es cierto. No lo es porque fue el propio club quien permitió que Bielsa participase activamente en el diseño de las reformas a abordar. Lo permitió y lo alentó, como lo demuestra que Bielsa se implicase hasta el fondo, tanto mientras estuvo en Bilbao como una vez viajó a su país. Bielsa, con ese particular modo suyo de entender la profesión, puso toda la carne en el asador y nadie le paró los pies. Los "profesionales cualificados y con el criterio suficiente" aceptaron la colaboración de Bielsa y desde luego no midieron las consecuencias.

Cuando Bielsa regresó a Bilbao y entró en Lezama, continuó el trabajo que nunca abandonó. Ese primer día de pretemporada, expresó su disgusto por la marcha de las reformas y encima no supo controlarse. Entendió que toda su dedicación había sido ninguneada por la empresa encargada y que, lógicamente, el club había sido estafado. Saltó y la armó. Pasaron el lunes, el martes, el miércoles y la mañana del jueves sin que se registrase reacción alguna por parte del club. El asunto ya había trascendido y las versiones de todo tipo circulaban por los medios, pero en Ibaigane nadie movió un dedo ante la opinión pública.

Pero Bielsa seguía a lo suyo, colaborando con el club como él entiende que debe hacerlo y sin que fuese advertido, hasta que en vista de que nadie "decía la verdad", convocó la famosa rueda de prensa. La directiva sabía sobre qué versaría esa comparecencia, aunque desconociera los términos a emplear por el entrenador. Tampoco nadie actuó para evitarlo, nadie articuló los mecanismos internos de comunicación en todos esos días, como si el club no tuviera un interlocutor válido, una persona capaz de encauzar la espiral y tratar con Bielsa el estado del problema.

No podía ser tan complicado evitar que Bielsa cantase a los cuatro vientos su versión de los hechos si se hubiese intentado. Pero no se hizo y el follón adquirió una dimensión desmesurada. La respuesta de la directiva sí fue pública y en absoluto sirvió para enfriar el conflicto, todo lo contrario. Con el agravante de que la nota, al desautorizar las opiniones vertidas por Bielsa sobre las obras, pretendía hacerle aparecer como un entrometido, alguien sin autoridad ni conocimientos. Fue algo así como un zapatero a tus zapatos. Ese trato sencillamente no es justo porque elude las responsabilidades de la directiva, que no cogió el toro por los cuernos cuando podía y debía hacerlo.

FALTA DE PREVISIÓN Conviene recordar además que Bielsa propuso que la pretemporada se realizase en Lezama y que si se encendió fue porque no creyó que las instalaciones reuniesen las condiciones adecuadas, aquellas que él, quizás inocentemente, esperaba haberse encontrado a su regreso de Argentina. Estará acertado o no lo estará en sus apreciaciones sobre los trabajos acometidos, serán o no matizables, pero también el club debería haber tenido la previsión suficiente.

Conociendo la minuciosidad y el grado de exigencia por los que se rige el entrenador, de los que por cierto había hecho gala en las semanas previas con su estar encima de todo, nada hubiese costado recomendarle una concentración en otro lugar, como se ha hecho tantas veces, porque ya se sabe qué es lo que pasa con los plazos y los contratos de obra. Tampoco se hizo esto.

En definitiva, el club no calibró demasiados aspectos de un proceso que está sujeto a la intervención de terceras personas, en este caso una empresa ajena a su disciplina. No midió bien, empezando por la problemática derivada de proyectar cambios sustanciales en un tiempo limitado y terminando por la personalidad de Bielsa, un señor cuya buena fe no está en cuestión, pese a que de repente pueda desenvolverse como "un salvaje".

Horas después de la cumbre que acogió Ibaigane y que tuvo con el corazón en un puño a la afición, lo único seguro es que el Athletic ha quedado tocado, sobre todo la figura de Urrutia, pero la imagen global del club es la que se ha resentido y todo por haber permitido que la bola rodase y rodase, como bola de nieve, hasta convertirse en una avalancha incontrolable. Ayer por la mañana la plantilla se entrenaba en Lezama bajo la supervisión de Bonini, igual que en las jornadas precedentes. Bielsa sigue, sí, pero está por ver cómo cicatriza todo este embrollo. Depende de todos los implicados y no pueden olvidarse de que manejan la ilusión de muchísima gente.