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"Para aprender hay que salir y ver actuar a otros"

Charlar con él es un placer porque después de toda una vida de dedicación al fútbol, como jugador y como técnico, mantiene una actitud abierta, la misma que le llevó a interesarse por la labor de otros colegas y a hacer suyos métodos de trabajo que aplicó en Lezama y en el resto de destinos profesionales, así como en calidad de docente en la Escuela de Entrenadores

"Para aprender hay que salir y ver actuar a otros"

Bilbao. Iñaki Sáez (Bilbao, 1943) relata gustoso su vida de jugador porque considera que, entre miles, él suyo es un ejemplo más que demuestra cómo el azar interviene en el fútbol hasta límites insospechados. Completó una bonita carrera en el club, luego se recicló y siguió prestando mil y un servicios. Fuera de Bilbao también dejó muestras evidentes de sus aptitudes.

Podemos empezar por donde prefiera porque usted está vinculado al Athletic como jugador y después como entrenador, aunque haya pasado ya tiempo de aquello.

Sí, yo tengo esas dos facetas. Creo que es conveniente contar los inicios como jugador porque la gente tiene que saber cómo nacen los futbolistas, cómo llegamos a jugar en el Athletic, las vicisitudes que se pasan, la influencia del azar. De entrada diré que soy de los pocos que ha nacido en Bilbao, en Bombero Etxaniz. Ahora es difícil porque no hay espacios, pero nosotros podíamos jugar en la calle. Tuve la suerte de vivir enfrente de Garellano, estaba todo sin asfaltar y allí estábamos todo el día. Cuando empezamos a jugar en equipo pues lo hacíamos en la Campa Periko, en la Campa de los Ingleses y los partidos serios, en La Peña. Luego solíamos ir a San Mamés, a lo que se llamaba El triangulillo, al lado del córner, y allí venía un señor que se llamaba Artetxe, que al sacar el córner se sentaba un momento en la valla y nosotros le tocábamos el pantalón. Por circunstancias fui al San Vicente de Barakaldo, allí hice tres años de juvenil, pasé al Barakaldo y el mismo año, al Athletic.

De chavales se lo pasaban en grande.

La calle lo era todo. Por Luis Briñas pasaba el tren y el partido se tenía que interrumpir. La superficie era de tierra y allí metidos, sin salir. Tenía el instituto al lado y luego empecé Ingenieros, también al lado. Saqué una beca en la Caja de Ahorros Municipal para estudiar que me quitaron cuando llegué al Athletic, lo que me parece muy bien.

Ya está en el Athletic.

Como jugador tuve dos etapas, una como extremo y otra como defensa. Y aquí se puede ver la influencia que tiene la suerte en el fútbol. Es mi caso, pero esto de la suerte es válido para todos los demás. Cuando empecé, el extremo derecha era Artetxe, pero estaba lesionado y cuando se recuperó empezó él a jugar en la izquierda. Fue una buena temporada porque remontamos.

Se estrenó con Zubieta en el banquillo.

Un personaje en todos los sentidos. Había vivido la vida. Como jugador tuvo una categoría impresionante. Como no le daba muy bien a la pelota, me cogió desde el primer día y me tenía quince minutos dándole contra una pared, con el empeine, con el interior, con el exterior,… Era lo que no habíamos hecho de críos. El segundo año jugué veinte partidos porque en febrero me fui a la mili y en vez de hacerla en Zorroza, que era lo previsto, me mandaron a Burgos.

¿Por eso jugó tan poco en su tercera temporada?

Por eso y porque tuve un accidente. Iba de paquete en moto y sufrimos una caída. Tuve perforación de pulmón y me dijeron que no volvería a jugar al fútbol. Estuve en el Hospital Militar, jodidísimo. En previsión de que no iba a volver al Athletic, la poca tela que tenía la metí en una tienda de muebles en Romo. Pero a los cuatro meses estaba jugando. Por lo visto se me cicatrizó bien. Me pasaba el día haciendo ejercicios respiratorios.

Y recuperó el puesto.

No, lógicamente los puestos estaban ocupados por otros, Arroyo, Etxebarria,… y no jugué. Llegó el último partido y un directivo me dijo que renovaría o no en función de cómo jugase ese día. Koldo Agirre le dijo al lateral del otro equipo lo que me pasaba y le contestó que no me tenía que preocupar. Jugué solamente el primer tiempo, pero estuve de escándalo y pude seguir. En el quinto año vino Piru Gainza de entrenador y empecé jugando. Con la Liga bastante avanzada se lesionaron todos los laterales, Aranguren, Senarriaga, Zugazaga, … y Koldo le dijo a Piru: Pónle al Indio. Me llamaban así. Piru me hizo una prueba, una noche en San Mamés me puso marcando a Txetxu Rojo y a partir de ese día jugué en el lateral. Siete años y todos los partidos. Así que ya ves cómo el fútbol son casualidades y suerte, por eso mismo hay que estar siempre preparado. Si me llego a dejar llevar, me voy por el agujero.

¿Le costó amoldarse a la nueva demarcación?

Espabilé mucho. Como defensa te cambia la mentalidad y como vienes de jugar arriba tienes otros recursos, yo tenía velocidad. El principal problema era el marcaje. Mari Carmen, mi mujer, me decía que marcaba por teléfono, pero como corría recuperaba la posición.

Mientras usted jugaba de extremo, de lateral estuvo Orue, una institución.

Creo que coincidí con él cinco años, pero fue entonces, en el quinto mío cuando empecé de lateral. También jugué con Canito. Los veteranos ejercían. En la primera convocatoria nos hicieron sentar en su mesa a Fidel Uriarte y a mí. Entonces, el día de partido el míster sólo nos dejaba beber un vaso de vino en la comida y quisieron beber los nuestros, no les dejamos: Mi vaso ni lo toques, dijo enseguida Fidel.

Y consigue su primer título.

No fue un buen año, pero en la Copa nos fue bien. Hubo cambio, Iriondo sustituyó a Gainza, pero ya se sabía que al año siguiente cogería el equipo Ronnie Allen, de hecho estuvo viendo la final. Yo a Iriondo le había tenido en el Barakaldo y me enseñó todos los trucos: los golpes francos a rosca, los penaltis y me ponía a hacer veinte minutos de uno contra uno. Me sacaba dos defensas y me iba diciendo si tenía que salir hacia dentro o hacia afuera, le gustaba la filigrana, hacer jugaditas, centraba bien. Fue importante en mi vida, como él había sido extremo se volcó en mí.

¿Qué tal le fue con Allen?

El primer año fue muy bueno, en el segundo se bajó algo. Después llegó Pavic, con otro concepto. El grupo asimilaba bien los métodos de cada técnico. Con Pavic era un juego de más combinación. Antón Arieta, que no era un delantero centro al uso, caía a banda y había que metérsela al espacio, le gustaba mucho moverse. En muchos partidos le solían cambiar antes del final porque se vaciaba. Un día también me sustituyeron a mí y le encontré en las escaleras devolviendo, lo daba todo y tenía la virtud de meter goles claves, por ejemplo en las finales.

Formó parte de un equipo que se cantaba de carrerilla.

Era un equipo con entidad. Y de allí salimos muchos entrenadores de Primera: Iribar, Aranguren, Argoitia, Uriarte, Clemente, Rojo y yo. Es difícil que eso pase, pero habla del carácter de aquel grupo.

Resulta curioso que dejase el fútbol después de haberlo jugado todo en su última campaña.

Tenía 31 años y me marché de vacaciones sin saber nada. Me llamó Zarza, el gerente, y me explicó que el entrenador había estado escogiendo y… Bueno, yo era el capitán y tenía el título de entrenador y me propuso para que cogiera el Juvenil. Tuve una oferta del Racing, de Maguregi, pero teníamos tres críos, la tienda y no me moví. A los tres meses se me había olvidado que el año anterior había estado de jugador. Siempre he sido favorable a que los exjugadores de cierto nivel se reciclen y trabajen con los chavales, como ahora Joseba Etxeberria. Cuando estaba de coordinador de Lezama solía ir a comerles el coco en ese sentido. Al que le gusta el fútbol va a aparcar enseguida la etapa de jugador y los chavales van a tener un buen ambiente. El primer año le tuve a Santi Urkiaga en la plantilla. Yo llevaba a los juveniles de segundo año y Gonzalo Beitia a los del primer año.

Como le gustaba enseñar, el paso no fue traumático en absoluto.

Tenías el título, pero te faltaba experiencia, había que trabajar. Me sirvió de mucho el trabajo con Pavic, que había estado en el Estrella Roja, un club con una gran cantera. Pavic no sabía castellano, venía de Bélgica y hablaba francés, yo sabía algo de esa lengua porque era la que habíamos estudiado en el bachiller y como era el capitán, me utilizaba a mí, no quiso tener un traductor. Tuve que hacer un esfuerzo y viví situaciones que no eran fáciles, aunque daban lugar al cachondeo.

¿Por ejemplo?

Muchas. Pues, por ejemplo un día me decía Pavic que le dijese a Txetxu que no se creyese que era el rey y Txetxu me respondía que se fuese a la mierda. Claro, todos se descojonaban, pero yo tenía que traducir y tenía que inventarme algo para salir del paso. Cosas así, pero esa experiencia de intérprete me sirvió de mucho porque Pavic me explicaba todas las jugadas, todos los aspectos técnicos, así que fue una especie de cursillo acelerado de dos años. Cuando colgué las botas lo tenía todo muy fresco y me valió de mucho. 'Usted está aprendiendo demasiado francés y yo poco español', me soltó una vez Pavic.

Pasó por varios equipos y llegó al primero.

Alternábamos. Con 37 años cogí el primer equipo en el segundo partido de Liga. El primero se perdió 6-1 con el Madrid y echaron a Senekowitsch. Ahí empiezo de bombero. Luego me llamó Duñabeitia para que me hiciese cargo de Lezama. Pero está Piru contesté yo, y me dijo que ya hablarían ellos con él y Piru luego se empezó a sentar en el banquillo al lado de Javi Clemente. Me convertí en coordinador.

Lo que dice de hacer de bombero es la pura verdad.

Tres veces cogí el equipo con la temporada en marcha. La segunda fue con Clemente, me llamaron a las siete de la mañana: Tienes que venir, que hemos destituido a Javi. Tocaba ir a jugar a Barcelona. Cuando cogí el equipo estaba quinto y nos clasificamos para Europa. La tercera vez fue también para sustituir a Javi, en el mandato de Lertxundi.

La pregunta obligada es ¿por qué no le dieron continuidad?

El último año sí me la dieron, pero mediada la temporada iba con menos cinco y me relevaron. Ahí es cuando desaparezco del Athletic y me marcho al Las Palmas.

Pero a usted le ilusionaría dirigir al primer equipo, aunque fuese el director deportivo del club.

Sí, esa ilusión claro que la tenía. Es lo mismo que luego me pasó cuando trabajaba para la Federación Española, que estaba en las categorías inferiores y me ofrecen llevar la absoluta. Sí, claro que he tenido esa ambición, pero no como algo desmedido. Hay algunos que hacen lo imposible por llegar a un sitio, yo no he sido así. Cada vez que destituían a alguien recurrían a mí y yo lo aceptaba. Cuando lo has hecho bien abajo tienes ese prurito de llegar al máximo, pero por ejemplo con España yo ya sabía que no iba a poder seguir más por la presión que ejercen los medios de la capital. Cuando firmé el contrato con Villar ya le dije que se fuese buscando a otro, sabía qué sucedería. He pasado por todo y no me gusta vegetar, estar por estar. Al cumplir 66 años di por finalizada mi carrera.

Pero sigue metido en el fútbol.

Como me gusta el fútbol de abajo estoy presidiendo Fútbol Draft, lo que me permite estar en contacto con los mejores jugadores de entre 16 y 20 años. Tengo relación con todos los seleccionadores territoriales, muchos son de mi época, ellos son los que nos informan y no se nos escapa ninguno.

Son muchos años en los banquillos y habrá evolucionado a la par que el propio fútbol.

Como entrenador evolucionas, está claro. Primero está la fase de aprendizaje, pero luego vas viendo cosas y para mi gusto en Lezama seguíamos haciendo un fútbol muy directo y hay algo que no te cuadra. Yo le solicité al club permiso para ir a Argentina, porque en aquella época ese país reinaba en todas las categorías inferiores. Fui un mes de noviembre, a caballo entre el Torneo Apertura y Clausura, que es cuando hay más movimiento. Villar me abrió las puertas de la Federación Argentina y de los clubes.

¿Qué es lo que encontró?

Estuve una semana en Boca, otra en River, otra en Newells, en San Lorenzo, y te das cuenta del aprecio que tienen a los técnicos. Les quieren de verdad. Saqué unas conclusiones cojonudas. Que conste que el primer viaje me lo pagué yo, luego fui dos años más por cuenta del Athletic. Luego me decían en Lezama: Ya viene Iñaki con ejercicios nuevos. Era un pozo de ciencia.

¿Con qué entrenadores estuvo?

Estuve con Grillo, que se acordaba de la que armó aquí en San Mamés cuando vino de jugador. Estuve con mucha gente de fútbol, gente muy maja. También le vi trabajar a Bielsa, que estaba con el equipo inferior. Es un hombre que tiene un concepto. Les tenía a los jugadores trabajando dos horas o más, algo que entonces en el Athletic era difícil de asimilar. Los colocaba, los ordenaba en el campo, insistía e insistía y los movía otra vez. Yo estuve más con Griffa, que era el jefe en Newells, contra el que había jugado cuando estuvo en el Atlético de Madrid.

Aquellas visitas le cundieron.

Yo no lo tenía tan claro como Bielsa, que viene y dice que hay que jugar de una forma, pero fui a Argentina porque quería ver otras cosas. El componente físico es importante, pero se trataba de lograr jugadores más equilibrados y eso, afortunadamente se va consiguiendo. Empezamos, con Manolo Delgado, a meter balón en todo lo que se hacía, hasta en los calentamientos. Todavía sigo con ese método en la Escuela de Entrenadores donde soy profesor. Suelo bromear con Vicente Del Bosque, le digo que menuda suerte que tuvo de haberse sacado el título aquí, en Fadura.

¿Qué opinión tiene de la labor de Bielsa en el Athletic?

Me encanta el proceso. Vemos lo que es jugar la pelota, los movimientos que hacen arriba y cómo, cuando la pierden, se ponen inmediatamente a robar. No es fácil y exige estar físicamente muy bien. Quien logra combinar esas dos facetas durante más tiempo es el que se lleva los partidos. Le invitas al rival a jugar a tu velocidad, no sólo siendo técnicamente buenos, sino con los movimientos. Es una gozada. Se lamenta lo que pasó en las finales, pero es que el equipo se quedó sin gas.

Al escucharle se nota que su profesión le apasiona.

Para aprender hay que salir y ver actuar a otros. A muchos técnicos les da vergüenza que se les vea mirando el trabajo ajeno, pero es lo deseable. Siempre captas algo interesante. Hay que tener una mentalidad abierta, no te puedes anclar en cuestiones, aunque creas en ellas a ultranza. Por eso me gusta verle ahora al Athletic como juega. Compruebas que el jugador se implica en lo que hace porque ve que mejora de esa manera.