bilbao
Volvamos a esos días felices en los que había héroes sobre el césped de San Mamés. Ayer, cuando la vieja catedral del fútbol despedía a Joseba Etxeberria, uno de sus hijos predilectos, el viejo gallo al que la edad ha plateado los espolones, se hiceron carne los versos de Miguel Hernández, aquellos que dicen: Fue una alegría de una sola vez,/ de esas que no son nunca más iguales. No olvidará jamás Joseba este adiós, ni siquiera cuando el tiempo borre las huellas que dejó sobre el césped de San Mamés aquel hombre recién llegado del país vecino. Vino, como un profeta, para anunciar nuevos tiempos. Quince años más tarde se va con la palabra cumplida: se dejó el alma y por sus venas corre, ya hasta los restos, sangre de león.
Era, todo hay que decirlo, el partido de las nostalgias. Se fueron, tambien, el viejo Armando Ribeiro, un trotamundos que cumplió el sueño de retirarse en casa, e Iñaki Muñoz, cuya templanza en los momentos duros debiera servir de ejemplo para quienes vociferan cuando vienen mal dadas. Los tres acabaron manteados por su compañeros sobre el césped mientras Fran Yeste, a quien le aguarda un triste adiós si no se encuentra remedio, contemplaba la estampa desde la tribuna. Era una escena que no vivirá jamás, pese a que nació para el fútbol en San Mamés con una pierna izquierda privilegiada. Da un nosequé que incluso el asturiano Mejuto González, el árbitro que había pedido retirarse de fútbol en San Mamés, se fuese con más gloria del campo que el hombre de la zurda de oro, a quien, eso sí, Javi Martínez dedicó el gol.
San Mamés ha vivido otras tardes como las de ayer, con todo predestinado para la fiesta. Sabe, porque es campo sabio, que se va un héroe y otros recogerán su laurel: esa es la vieja ley del fútbol. También parecía condenado este deporte a las tinieblas cuando se lo dejaron de jugar Di Stefano, Pelé, Cruyff o Maradona. Ocurre, eso sí, que La Catedral detecta quién comparte con los fieles la emoción de ser Athletic, ese rayo que te alcanza y te marca para siempre. Las gradas no olvidarán jamás a Joseba como no olvidaron a Zarra, a Gainza, a Iribar, y a otros muchos; a los hombre que han escrito la historia del club...
Era la tarde elegida para vivir el crepúsculo de los dioses y el Deportivo de Miguel Ángel Lotina, conocedor de la liturgia de este estadio, no osó ofender. Ofrecieron, como sacrificio, un partido de guante blanco que el Athletic aprovechó para honrar a sus soldados. Como si de un predestinación se tratase, marcaron dos grandes goles Iker Muniain y Javi Martínez, dos fútbolistas que parecen destinados a tomar el relevo en el corazón de las gradas. De ello fueron testigos el presidente Fernando García Macua, el diputado general, José Luis Bilbao, la familia de Joseba, desde su aitite, Eulogio Etxebarria, a sus padres, Juan Antonio Etxeberria y Arantza Lizarde, pasando por su hermana Betsibé Etxeberria; Manu Aurrekoetxea y Markel Goikoetxea, quienes tienen entre manos el Ibiladia de este año, con Bermeo como puerto de partida; Juan Cruz Barroeta, socio número 52 del Athletic, junto a Patxi Zubieta, coetáneo de él a la hora de afiliarse al Athletic, Jabo Irureta, Koldo Agirre, José Ángel Iribar, José María Argoitia, Rafa Alkorta, Andoni Goikoetxea, Ángel Garitano, Ondarru, del Jai Alai; Roberto Salgado y Jesús Gallego, emisarios de los Diablos Rojos de Toluca, que han visitado Lezama estos días; Iñaki Mujika, Ricardo Bidaurrazaga, Vanesa Sánchez, Sabin Rhan, Juan Goiria, Luis Prieto, Aitor Basaldua, directivos de toda condición y Ander Eguskiza, un pequeño de siete años que, enfebrecido, no cesaba de gritar. ¡Joseba, no te olvidaré hasta que me muera! Encogía el corazón oírle.