DEsde la lejanía de Bilbao, la capital europea puede parece gris, lluviosa y aburrida, pero cuando se la conoce un poco uno descubre que Bruselas es una ciudad en la que llueve tanto como en París, que es tan diversa y variada en el origen de sus habitantes como Londres, y que su riqueza cultural y arquitectónica no tiene nada que envidiar a otras capitales europeas. Éstas son algunas de las paradas obligatorias para todo aquel hincha rojiblanco que esta semana vaya a acompañar esta semana al Athletic en su periplo europeo, más allá del nada llamativo y sí muy a desmano estadio Constant Vanden Stock de Anderlecht.

La magia de la Grand Place

Si hay un lugar con magia en Bruselas, ésa es la Grand Place. Es algo así como el centro neurálgico de la capital belga, su lugar más visitado y fotografiado y, sin duda alguna, uno de los que tienen más encanto de toda la ciudad. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1998, es algo así como la Plaza Mayor de la capital comunitaria o "el teatro más bello del mundo", como la llamó el cantante Jacques Brel. Está presidida por un Ayuntamiento que data de 1455, y en ella se mezclan estilos tan dispares como el barroco o el gótico. Allí resultan especialmente llamativos los edificios corporativos de los antiguos gremios que la rodean con nombres tan curiosos como La Casa del Cisne, donde Karl Marx encontró refugio en 1948. No está tan lejano, sin embargo, el tiempo en el que los coches aparcaban en su adoquinado suelo y los tenderetes del mercado cubrían prácticamente toda su extensión.

En los alrededores de la plaza

En un paseo de apenas cinco minutos, en la calle Stoofsraat, podemos conocer a otro de los grandes símbolos de la ciudad. Un monumento que, pese a su diminuto tamaño y su escondida ubicación, atrae en masa a los turistas. Se trata del Manneken Pis, el pequeño niño meón que lleva miccionando desde 1961 y que tiene más de 250 trajes en su armario. Desde el jueves, el mismo día del partido, sumará otro más a su extensa colección ya que festejará la llegada del Athletic a Bruselas vestido con la equipación rojiblanca gracias a las gestiones de la Peña Athletic 1-7. Tiene su contrapunto, aunque mucho menos conocida, en la Jeanneke Pis, una niña que mea, que fue erigida en 1987 (cerca de la rue des Bouchers). Tampoco hay que perderse en las cercanías de la Gran Place la Galería Saint Hubert, más conocida como las galerías reales, que llevan abiertas desde 1846 y es la calle comercial cubierta más antigua de Europa, llena de tiendas de chocolate; o la Place Sainte Catherine, rodeada de restaurantes de marisco y pescado.

El barrio del Sablon

Una vez recorrido el centro neurálgico en torno a la Grans Place, en un pequeño paseo de unos quince minutos se llega al barrio del Sablon. Es un paraíso para los amantes del chocolate, en cuya plaza se encuentran afamados chocolateros como Pierre Marcolini, Witaminer, Godiva y Neuhaus, entre otros. La plaza está rodeada también de terrazas y restaurantes en los que dar un respiro a los pies y tomar un tentempié en lugares como el Pain Quotidien. Si hay ganas de seguir andando, no muy lejos del Sablon se encuentra el museo de los instrumentos musicales, un bonito edificio de art noveau en cuyo último piso se encuentra también un restaurante que ofrece unas bonitas vistas de la ciudad. Les Marolles también ofrece pequeñas callejuelas, muchos anticuarios en los que perderse y un viejo mercadillo en el que husmear si se va con tiempo.

Un viaje a la ciencia

Los más osados pueden desplazarse hasta el Atomiun, un enorme átomo aumentado en 150 billones de veces, de 102 metros de altura y más de 2.000 toneladas, que fue construido para la Exposición Universal de 1958 y remodelado recientemente. El único problema es que se encuentra a las afueras de Bruselas, frente al antiguo estadio Heysel. Llegar desde el centro puede llevar más de una hora. Pero si sobra tiempo y hay ganas de conocer más a fondo la ciudad y el tiempo acompaña, ofrece, sin duda, una buena vista panorámica de toda la ciudad.

Una parada para comer

Hacer tanto turismo seguro que abre el apetito a más de uno. Bruselas ofrece una variada oferta de cocinas y especialidades culinarias. Aunque lo típico en la capital comunitaria son los moules (mejillones) y frites, que se pueden degustar en lugares como Chez Leon (rue des Bouchers, 18), también tienen otras especialidades como la carbonnade, un guiso regado con alguna de las cervezas del país, sin olvidar postres como la dame blanche, una copa de helado de vainilla regada de chocolate. Entre los lugares más típicos belgas en el centro están el In"t Spinnekopke (1, place Jardin aux Fleurs) o el Vincent, en la rue des Dominicains 8-10, con precios que rondan los 30 euros en ambos casos. En la zona también se puede cenar a buen precio, variado y con raciones contundentes, en La Fin du Siecle, o probar la comida marroquí en La Kasbah (rue Antoine Dansaert, 20).

Una buena cerveza

Bruselas es la capital de la cerveza y como tal ofrece decenas de buenas brasseries en las que beber una de las más de 450 delicias locales que hay, cada una con su vaso especial. Uno más que aconsejable es La Porte Noire, una verdadera cava entre el Sablon y la Grand Place en la que degustar una de las 160 cervezas atípicas que ofrece y que son seña de su identidad (67, rue des Alexiens 1000 Bruxelles). Otra parada obligatoria es la zona de St Gery, plagada también de bares y algunos pequeños restaurantes en los que beber y cenar, y muy animada especialmente los fines de semana. Algunos, como Le Roi des Belges, o el mercado de St. Gery bien merecen una visita, lo mismo que las decenas de brasseries desperdigadas por la ciudad.