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Santi RodríguezActor

“Para los malos ratos ya tenemos el día a día: lo mío es la risa”

Aquel frutero de ‘Siete vidas’ le dio a conocer al gran público pero se ha labrado un hueco en el corazón de los aficionados a los monólogos por sí mismo

“Para los malos ratos ya tenemos el día a día: lo mío es la risa”Pablo Cortes - FOTABLOS

¿Quién mejor para ejercer de guía turístico que Santi Rodríguez? Con el humor que le caracteriza, ese punto de vista “de alguien muy básico y muy torpe”, el humorista recala hoy en el Teatro Campos Elíseos con ¿Nos damos un viaje?, un monólogo en el que promete casi hora y media de carcajadas, sin dejar a un lado alguna pulla a tanto egocéntrico. “Sentimos que el mundo gira en torno a nosotros, en vez de adaptarnos al mundo, que sería lo lógico”, clama.

Tenía que haber hablado antes con usted. ¡Acabo de llegar de vacaciones!

—¡Qué me dice!

Como lo oye. Pero tomo nota para el próximo año, ¿qué me recomienda? ¿A dónde me dirijo?

—Viajar es siempre maravilloso y se aprende muchísimo. Como me fue tan bien con el otro espectáculo de viajes y el mundo es tan grande, pensé que estaría bien visitar otros países. Siempre desde mi punto de vista, de alguien muy básico y muy torpe.

“Los monólogos son una homeopatía muy sana: durante un rato la gente se olvida de los problemas ”

Y lo identificados que nos sentimos.

—Es que sentimos que el mundo gira en torno a nosotros, en vez de adaptarnos al mundo, que sería lo lógico.

Viajar hoy en día tiene mucho de postureo, ¿no?

—“No olvidéis subir las fotos de las vacaciones no vaya a quedar alguien sin enterarse de dónde habéis estado”, leí el otro día. Como cuando hay un concierto y alguien saca 40.000 fotos. ¿Te quieres preocupar de disfrutar tú, en lugar de que disfruten los demás?

¿Cuánto tiene de autobiográfico?

—No mucho, la verdad. Intento aprender mucho de los demás, que así es como se crece, y no dar lecciones. A pesar de todo lo que se ve, sigo teniendo confianza en el ser humano. Intento, precisamente, ridiculizar al egocéntrico.

¿Dónde le gusta a usted pasar las vacaciones?

—No me gustan las aglomeraciones y tengo la suerte de poder disfrutarlas en épocas tranquilas. Sobre destinos, cualquier sitio es bueno si estás con la gente que quieres.

¿Cuáles han sido las mejores?

—He tenido dos muy chulas: una con mi familia en Nueva York y otra en Costa Rica, a pesar de que fue donde me dio el infarto [en la arteria que oxigena el bazo]. Es el país más espectacular que yo conozco.

¿Y las peores?

—No recuerdo ninguna, la verdad.

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“Sigo encajando chistes: el público es el juez implacable, el que no lo entienda se está equivocando

Este verano no le tocan.

—Mi trabajo me gusta tanto y disfruto tanto… Vengo a Bilbao con mi mujer y, aparte de trabajar, ya van a ser tres días de pasarlo bien. Y juego casi en casa porque después de tantos años viniendo, con el público de Bilbo me entiendo muy bien. En septiembre, eso sí, iré unos días al Cabo de Gata, y en fin de año siempre nos vamos con otra familia de amigos fuera: hemos recibido el año en Roma, en Lisboa, en París, en Marrakech… La Navidad es bonita pero un poco triste cuando te empieza a faltar gente.

Lo que nos gusta un monólogo.

—La gente está muy necesitada de reír; yo ya ni pongo la tele ni leo la prensa. Hay tantas cosas que no deberían permitirse y se están permitiendo… No hay derecho a que estén muriendo criaturas en Ucrania o en Palestina. Tengo una de las profesiones más bonitas porque durante un rato la gente se olvida de los problemas: los monólogos son muy homeopatía muy sana.

¿No se siente solo en el escenario?

—Llevo la mitad de mi vida así. Empecé hace ahora 40 años en esta bendita profesión y tengo una relación muy buena con el público, que me aporta mucho. Disfruto mucho y me divierto un montón.

¿Es más agradecido que la tele?

—Sin duda. El cine y la televisión pueden tener la recompensa económica pero el público del teatro te da la de la risa. Esa es su grandeza.

¿Lo peor que le puede pasar sobre un escenario es que el público no le ría un chiste?

—Con este espectáculo nuevo todavía estoy con el miedo de que me pase. Voy encajando chistes porque el público es el juez implacable y el que no lo entienda se está equivocando. Así crece la función.

¿Cómo se mete uno al público de Bilbao en el bolsillo?

—Siendo humilde y consciente de que estás en uno de los teatro más importantes del país. Hay que ser honrado: si vas intentando fingir, no cuela. Y generoso a la hora de entregarte: tú has podido representar la función 200 veces pero el que va a verte ha pagado la misma entrada que el de la primera. Tienes que entregarte al 100%.

‘Siete vidas’, monólogos… ¿Se siente más cómodo en la comedia?

—Sin duda. Para los malos ratos ya tenemos el día a día: lo mío es la risa.