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Gatibu dice agur a Bilbao con un concierto muy rockero

11.000 jóvenes disfrutan del último concierto de la banda en el botxo con un concierto muy rockero, festivo y también reivindicativo

Las imágenes del concierto de Gatibu en Aste NagusiaJose Mari Martínez

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Tomaron la decisión de disolverse a finales de 2025 “en alto” tras 25 años de furgoneta, miles de kilómetros y cientos de escenarios. Tal cual, así lo hicieron el jueves noche, despidiéndose de Bilbao y de su querida Aste Nagusia con un fogoso, bailable y rockero concierto en el Parque Europa al que asistieron unas 11.000 personas, la mayoría jóvenes que disfrutaron de un bolo marcado por la alegría y la fiesta, pero con espacio también para la reivindicación, nada nostálgico y muy eléctrico.

Aunque se trataba de su último concierto en Bilbao, con el agur definitivo acercándose en el horizonte en el BEC de Barakaldo con tres fechas, los días 6, 12 y 13 de diciembre, esta gira de despedida de los vizcainos, denominada Esan Barik, es motivo de celebración, no de tristeza. “Haremos más de 20 conciertos y está siendo muy bonita porque la gente sabe que vamos a dejar de tocar y se entrega más incluso”, nos explicaba el cantante Alex Sardui minutos antes de saltar al escenario.

Y el bolo de Bilbao era “especial”, nos reconocía. Por ser la capital del herrialde y porque Gatibu ha elegido para decir agur en la capital hacerlo en querida su Aste Nagusia, esa en la que ha actuado con éxito al menos en tres ocasiones en la última década, con el apoyo cómplice de Marijaia aunque cambiando Abandoibarra por un alejado del centro Parque Europa al que acudieron hordas de jóvenes y hasta familias con txikis para responder a la llamada.

Público joven en el concierto de Gatibu

Pensábamos que iban a acudir entregados de casa, pero al bolo le costó arrancar. Y no fue por la falta de entrega y eficacia de Gatibu, en formato ‘All Stars’, con sección de metales incluida, que se demostró desde el inicial Bang Bang Txik Txiki Bang Bang. Todo un pelotazo, con bajo percutivo y monolítico de Javi Alzola, hijo de un fitipaldi y sustituto del añorado Mikel Caballero, para abrir boca para una banda que entró a matar desde el arranque y que propuso un viaje por toda su discografía.

Ya con Alex ensayando sus característicos pases cortos y movimientos robóticos, se confirmó que la guitarra de Haimar Arejita –y su sombrero– tenía ganas y refulgía de electricidad con Ez naizu epaitu. “Gora Bilbo”, clamó Alex, que agradeció “la confianza” del público mirando hacia atrás y tomándose un respiro con otro clásico, Pailazo, que, en directo, nos sigue remitiendo al Passenger de Iggy Pop con su ritmo vacilón. Bajo el escenario, más calma de la habitual, así que la banda, con el refuerzo a la guitarra de Xabi Bengoa, siguió con Salto!, en clave groove y con rap incluido, y, con el sonido de las campanas de una iglesia miró hacia el pasado y nos llevó a un fiesta infernal con Inpernuen ate joka, el escenario teñido de rojo intenso, a golpe de riff seco y con Alex recordando el perfil de Tony Manero.

Eléctricos y efectivos

Con un sonido nítido y más rockero que en la gira de su último disco, EH distopikala, del que no sonó ninguna canción, Gatibu apostó por la electricidad y dejó de lado, con un uso puntual de los metales de Gari Badiola, Urtzi Martín y Mikel Piris, los aires caribeños y africanos de su carrera más reciente. Lo demostraron con un viaje a su debut, a Zoramena, su debut, con ejemplos rabiosos como Lorak eskeintzen, Musturrek sartunde y aquel Mila doinu aidien que cantaba Robe en origen.

Entre la fiereza y el buen gusto melódico característicos en sus 25 años de furgona, 10 discos y unos 800 conciertos, Gatibu logró despertar al fan con el clásico y metafórico Urepel, curiosamente una balada, con Alex, sobrado de voz, golpeándose el pecho como un gorila macho alfa y apelando al sentimiento de la patria vasca. El regreso de los metales y el ritmo sedoso y juguetón de Zer da? condujeron a un final frenético de concierto donde sobresalió la profesionalidad de Haimar, un mago en el uso del mástil y sus efectos, a la vez que protagonista de múltiples y solventes solos.

Fiesta y compromiso

El acelerón final, ya con el público volcado con saltos, estribillos coreados, palmas y brazos al viento, se inició con Gaur gure gaba da ta y un “egurre” desde el micrófono. La entrega se recrudeció con el duelo de riffs secos y navajeros –por lo cortantes– de Bixotza suten. Sonó antes de Euritan dantzan, que la lluvia respetó aunque se la invocó con saltos y ritmo funk, antes de un final enérgico y cómplice a ambas alturas del escenario.

Hubo tiempo para un solo de batería de Gaizka, para otro de un saxo incandescente; para brindar, con cerveza arriba y katxis al cielo debajo, con Gorak kopak; solicitar respeto para las mujeres en fiestas y siempre, al ritmo de Aske maite y puño en alto, y para, entre besos, pirotecnia, juegos con enormes balones de playa, goras a Euskal Herria, el euskera y Marijaia, rescatar el mítico Loretxoa, con ritmo country, y el no menos efectivo Gabak zerueri begire y sus “eooh eooh”.

Y el agur a Bilbo finalizó con Hator hator compartido a capella, entre la sonrisa, la fiesta, la reivindicación palestina con una pancarta y la emoción apenas contenida fijada en el recuerdo. Nosotros, como fotografía indeleble de la noche, nos llevamos a casa un largo y metafórico abrazo de Gaizka con su ama una vez terminado el bolo. En alto, sí, y ansioso les espera el BEC.