La Pérgola del parque Doña Casilda ha vuelto a convertirse este viernes en un lugar de encuentro muy especial para cientos de personas que, un año más, han abarrotado el espacio con motivo de la XXXVII edición del concurso de bilbainadas. La imagen se repite cada verano: bancos llenos desde primera hora, público siguiendo las canciones con libreto en mano y, sobre todo, una mayoría de personas mayores que encuentran en este acto una de las citas más entrañables de Aste Nagusia.
Las bilbainadas, con sus letras cargadas de humor, costumbrismo y referencias a la villa, son para muchos una forma de revivir recuerdos. Varias asistentes han comentado que crecieron escuchándolas en fiestas, en reuniones familiares o incluso en la radio, y que hoy siguen emocionándose al entonarlas. "Las bilbainadas son la banda sonora de nuestras fiestas, las que nunca fallan", ha señalado Pilar Gutiérrez, vecina que no ha faltado a la Pérgola en los últimos diez años.
Una cita intergeneracional
Aunque el público ha estado compuesto en su mayoría por personas mayores, también ha habido nietos y nietas que han acudido acompañando a sus abuelas y abuelos, convirtiendo la jornada en una experiencia compartida entre generaciones. Esa mezcla es, precisamente, una de las señas de identidad del evento, donde la emoción no solo está en la música, sino también en las miradas cómplices entre familiares.
"Me sé casi todas de memoria, y cada vez que suenan me sale la sonrisa", ha explicado María Ángeles Etxebarria, aficionada a las bilbainadas. Su reflexión resume bien lo que sienten muchos: que estas canciones son pequeñas cápsulas de memoria colectiva, capaces de traer a la mente escenas cotidianas de Bilbao que, aunque hayan cambiado con el tiempo, permanecen vivas en la música.
Tradición viva
El ambiente en la Pérgola ha sido, como siempre, alegre y cercano. Aplausos tras cada estrofa, coreos improvisados y momentos de emoción marcaron la mañana. Aunque cada año se estrenan nuevas bilbainadas, los asistentes siguen disfrutando de los clásicos, que forman parte de un repertorio que se transmite de generación en generación.
"Escuchar estas canciones es como volver atrás en el tiempo. Te recuerdan a tus padres, a tus abuelos, a las fiestas de cuando eras joven", añadía Rosario Martínez, espectadora de las obras. Sus palabras reflejan el sentir general de un público fiel que, más allá del concurso, acude a celebrar un patrimonio cultural que consideran propio.
La cita ha vuelto a confirmarse como uno de los momentos más esperados del programa festivo, no tanto por la competitividad del certamen, sino por la oportunidad de reunirse, cantar y sentirse parte de la ciudad. Las bilbainadas, con su mezcla de humor, nostalgia y orgullo local, demostraron una vez más que no son solo canciones, sino un emblema de Bilbao que sigue muy vivo gracias al cariño de quienes año tras año llenan la Pérgola de Doña Casilda.