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El ‘Barón Rojo’ sobrevoló mermado Bilbao

17 años después de su grabación en vivo en la ciudad, el grupo de rock duro repasó sus éxitos con el apoyo de la Banda de Bilbao

En imágenes: El grupo Baron Rojo actuó de nuevo en Aste Nagusia de BilbaoOskar González

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Barón Rojo tiene a Bilbao acostumbrado a los conciertos especiales. 17 años después de su doble disco grabado en vivo en Bilbao, en una larga madrugada con un aguacero inmisericorde como acompañante, Abandoibarra acogió otro vuelo vizcaino del grupo que introdujo y popularizó el heavy metal en el Estado. Con la formación de circunstancias liderada en los últimos tiempos por los hermanos de Castro, con Carlos muy mermado a la voz y el refuerzo de una a veces inaudible Banda Municipal de Bilbao, repasaron su historia a un volumen brutal durante más de dos horas con clásicos como Resistiré o Los rockeros van al infierno.

Los Barón, que tomaron su nombre del avezado aviador alemán que combatió en la 1ª Gran Guerra, son ya son un engranaje vital de la música popular en castellano. Lo suyo es el rock; bueno, para entendernos, el heavy. Pioneros del género, Carlos, el pelao con perilla, tiene 70 palos, y su hermano, el de melena canosa, los cumplirá en 2025. Juntos han hecho historia, pero siguen en la carretera a pesar de que muchos consideran que deberían haberlo dejado tras la marcha de los otros dos los miembros originales: Sherpa (bajo y voz principal) y Hermes (batería).

A Sherpa le echamos mucho de menos en Abandoibarra aunque él sí que irá al infierno –si existiera, claro– tras su último alineamiento reciente con posiciones más que cercanas a la extrema derecha. Más concretamente a su voz, ya que la actual sección rítmica contratada por los hermanos, el joven y contundente batería Rafa Díaz, y el curtido e implicado bajista J. Luis Morán, cumplieron de largo en un concierto larguísimo con 20 canciones al que al final respetó la lluvia y ofrecido ante un público que cubrió la mitad del recinto.

Arranque con Breakthoven

Y es que el tiempo no pasa en balde para nadie. Ya desde el arranque con Breakthoven y tras un video con una escena peliculera del Barón Rojo cargándose enemigos desde su avión, se comprobó que la garganta de Carlos está muy mermada, al igual que sus movimientos, y que el empaste de la Banda de Bilbao con el grupo iba a ser un dolor de muelas durante toda la velada, al contrario del ajuste milimétrico que lograron la batuta de Vilaplana y los 60 maestros con Korrontzi en la inauguración festiva.

Cantaron que “el gran Beethoven hoy tocaría rock”… pero no se entendió. Y fue una constante aunque la voz de Carlos –agotada, sin poder llegar a los agudos y con la entonación justa– fuera mejorando algo con el paso del repertorio, que pronto azotó con el primer clásico, un Larga vida al rock & roll que sonó muy veloz y una de las muchas declaraciones de principios de los Castro, buena parte de ellas extraídas de esa Biblia del heavy estatal llamada Volumen brutal.

Desconexión

Entre odas a la fidelidad a un estilo como Hermano del Rock & Roll y críticas a quienes le dan la espalda por la pasta como Desertores del rock, el temor se tornó realidad incontestable cuando sonó la acertada Incomunicación: grupo y banda no empastaban en sus interacciones, la mayoría de las veces por falta de presencia sonora de los maestros, apocados ante la tormenta sónica de los Barón, con un trabajo sobresaliente de Armando a los solos y riffs –por algo es considerado el mejor hacha del heavy patrio– y una sección rítmica monolítica e incansable.

En la poco conocida El Malo, sí, albricias, oímos a la banda mientras Armando –interactivo, comunicativo y entertainment del cuarteto– sacaba fuego de su

Gibson Flying de color rojo en Cueste lo que cueste, oda contra el edadismo entre riffs a lo AC/DC, y ponía pie en pared en Cuerdas de acero para resaltar “la magia del ritual” de los conciertos. Así, cubriendo las carencias vocales de su hermano con sus coros, se lució, al igual que Carlos, al mástil con el popurrí instrumental Canon–Cañón/Czardas, que aunó clásica, folk húngaro y heavy después de citar al blues en el himno Hijos de Caín.

Lluvia de himnos

Si los Barón resisten tras más de cuatro décadas es por sus clásicos. Satánico plan, con el mástil de Armando maltratado con una barra deslizante y contra el pie del micrófono, abrió la espita de la lluvia de himnos entre los tópicos del género, de los amagos de saltos a las interacciones vocales con los fans o las coreografías compartidas. Empezó con su primer single, Con botas sucias, de 1981 y cantada por Armando, lo que le sirvió para ironizar con su edad mientras los vientos de la banda sacaban la cabeza y el grupo rescataba Land of 1000 Dances, de Wilson Picket.

No fue la única versión que atacaron, ya con el apoyo audible de los maestros. Jugaron con Smoke on the Water y Highway to Hell en Los rockeros van al infierno. Sí, la de “mi rollo es el rock”, en la que cambiaron la palabra joven del verso original –“pecado original de ser joven y rockero”– por viejo antes de interpretar con saña y electricidad Concierto para ellos como tributo a Bolan, Joplin, Hendrix y miembros fallecidos de los Zeppelin, Stones, The Who y AC/DC, y el mítico Resistiré; el propio, no el de El Dúo Dinámico. “Resistiré hasta el fin”, cantó Carlos antes de la despedida con la única balada del bolo, Siempre estás ahí, mientras Armando citaba a los fans para 2025, cuando el grupo cumpla 45 años. “Tenemos que estar en Bilbao de nuevo”, indicó. Ya se sabe, lo suyo, aunque mermados, es el rock.