Suecia es un oasis en medio de la paralizada vida y economía europea. Restaurantes, guarderías e incluso el cine continúan abiertos en el país escandinavo. El tiempo dará o quitará la razón a esta excepcionalidad comunitaria. Estocolmo es la séptima capital con más fallecidos por coronavirus. Países Bajos y el Reino Unido, que al principio optaron por este lassez-faire, se han visto forzados a endurecer sus medidas de confinamiento.

Suecia es la excepcionalidad europea. La vida continúa casi impasible ante el paso del covid-19. Mientras los italianos suman un mes de cuarentena o los españoles caminan por la tercera semana de confinamiento, los suecos pueden ir a comer a un restaurante, al gimnasio o incluso al cine.

Buena parte de las medidas preventivas del Gobierno se basan en las recomendaciones y apelan a la responsabilidad individual. Se desaconseja la salida a la calle de personas mayores de 70 años o que presenten síntomas. Y las prohibiciones se limitan a los encuentros de 50 personas o más. A partir del miércoles, además, se cancelaron las visitas a residencias.

El oasis del país escandinavo contrasta con la pesadilla de buena parte de Europa. Sus vecinos daneses y finlandeses mantienen escuelas, bares y restaurantes cerrados. Suecia solo ha clausurado universidad e institutos. Dinamarca fue el primer país en cerrar todas sus fronteras en los primeros picos del coronavirus.

Las autoridades apuestan todo al sentido común. “Cada ciudadano tiene el deber de protegerse a sí mismo para proteger a los otros, señaló Stefan Lofven, primer ministro sueco.

Suecia registra 146 muertes por coronavirus, siendo el séptimo país de la UE con más fallecidos, según datos del Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades. Cuenta con 4.028 casos identificados. El tiempo dirá si Suecia deja de ser la excepcionalidad europea, o si por el contrario, se convierte en una bomba de relojería vírica.