Bilbao - Feli y Ramiro entran en el 23 de la calle Bruno Mauricio Zabala cargados con bolsas de la compra. Varios usuarios del servicio de las duchas públicas de Bilbao salen de las dependencias municipales con sus mochilas al hombro. Un grupo de mujeres charla en una charcutería y un par de jóvenes africanos guardan su turno en la peluquería Sálám. La vida sigue su curso en esta calle de Bilbao La Vieja después de que David Goicoechea perdiese la vida a manos de dos miembros de una familia gitana que ayer seguían en dependencias policiales.

La única huella de lo que parece una revancha entre dos clanes gitanos, por un asunto de infidelidad de la pareja de uno de los presuntos asesinos con el hermano del fallecido, era una serie de restos biológicos del crimen frente al número 17 de Zabala. Allí, en la acera, David, alias Pachacha, murió desangrado a consecuencia de un disparo de escopeta letal con su esposa como testigo. Ante la falta de información oficial por parte de la Ertzain-tza, el barrio seguía siendo ayer un río de rumores alrededor de un crimen que contiene tintes lorquianos.

Así describió Luis lo sucedido el jueves a plena luz del día. “Deudas de honor”, “la envidia” o la “ley gitana” eran los motivos que corrían de boca en boca en el vecindario, que desvinculaba lo sucedido de los problemas ligados a situaciones de pobreza y degradación que sufre la zona. Incluso Karmelo Anakabe, presidente de la asociación Zabala Berri, tachó la trifulca letal de algo “puntual”, si bien atribuyó la huida al estilo far west de los arrestados -padre e hijo- a la sensación de “impunidad” que tienen los criminales por falta de presencia policial en la zona.

Anakabe definió el tiroteo como “un problema puntual, que ha reventado”. Afirmó que los vecinos no temen “represalias” entre las dos familias implicadas porque “la victimaria ha sido ya desalojada del barrio custodiada por la policía”. El portavoz vecinal señaló que no se puede echar “todas las culpas a la municipalidad” aunque dijo que el alcalde, Juan Mari Aburto, debería ser “autocrítico”. En este sentido, planteó que, en vez de “hablar de asco” como hizo en su condena de los hechos, “debería hablar de, aunque sea pequeño, complejo de culpa porque la Policía Municipal no patrulla por este barrio”.

La de Anakabe fue la voz más crítica con el papel municipal en este turbio suceso, un crimen que vuelve a poner sobre la mesa la sensación de conflictividad que vive Bilbao la Vieja. “En este barrio hay un poquito de todo, robos, trapicheo... pero el asesinato de ayer -por el jueves- es algo muy distinto y no es nada agradable. Yo conozco a los detenidos, son clientes míos y es gente supernormal, gente que hacía su vida, que iba al culto, cero conflictivos. Pero esta gente tiene ese punto que a mí se me escapa. Yo me he quedado flipado”, afirmó un comerciante que prefirió permanecer en el anonimato. En términos generales, aseguró, “hay buena convivencia en la zona. Aquí vivimos y trabajamos gente de todos los sitios, aunque también hay situaciones que pueden llegar a quemar”.

Uno de sus clientes, Luis, se unió a la conversación. “Llevo viviendo aquí desde hace cuarenta años y no recuerdo un suceso similar. Esto no tiene que ver con la inseguridad. Yo le diría al señor Aburto, que dice que está todo controlado, que venga, pero no tiene ganas de implicarse mientras el problema se concentre aquí”. Según este asturiano, pero bilbaino de corazón, el clima que se vive en Bilbao La Vieja “es por voluntad política porque no se regenera un barrio solo remodelando las fachadas con los fondos de Surbisa. ¿Y la cuestión social, qué? Tenemos un paro de más del 30%, hay un problema de socialización de parte de los inmigrantes desregularizados y sin recursos, sobre todo de los más jóvenes que no tienen alternativas. Hay un problema de pobreza. En definitiva, no es un problema de inmigrantes, el problema es que son inmigrantes pobres”.

Luis se mostró convencido de que la solución “no pasa solo por inundar el barrio con cámaras de seguridad, que solo revisan cuando se ha producido un delito grave, o con poner tres furgonetas de la Ertzaintza y la Policía Municipal en la esquina de San Francisco, sino que se necesitan además políticas sociales que mitiguen la pobreza. Eso es lo fundamental, sobre todo entre los menores que viven en pisos tutelados”. Pese a todo, dijo, “no quiero irme de aquí porque me encanta mi barrio”.

Sonia era de la misma opinión. “Yo la verdad es que estoy muy a gusto en mi barrio, a pesar de este altercado lamentable. Cuando has nacido aquí, has crecido en estas calles y lo has mamado, la verdad es que solo puedo decir que me gusta Zabala. Esto es lo que hay, pero estamos muy sorprendidos de que estas dos personas hayan llegado a esto, porque no es normal y podría haber pasado en cualquier otro barrio de la ciudad”.

Otra mujer de mediana edad, en cambio, dejó caer una opinión fugaz y anónima: “No se vive muy seguro porque ha venido mucha gente de fuera y hay líos”. Y líos de faldas y machismo es lo que, en opinión de la Tacones, se esconde tras el crimen de David. “Eran dos familias muy amigas. La mujer del chico se fue con uno y al que mataron era el hermano del chico con el que se fue y al que le prohibieron entrar en el barrio. Estaba enamorado y ya sabes eso de las deudas de honor. En fin, machismo puro y duro. Que una mujer gitana deje a un gitano no se perdona, aunque ellos puedan irse con la que quieran. Así funcionan algunos”.