Dice usted que el deseo de adelantar la muerte ocurre con relativa frecuencia.

—Los que trabajamos en el ámbito de los Cuidados Paliativos sabemos que el deseo de adelantar la muerte o la expresión de yo no quiero seguir así es una realidad. Frecuentemente, en el final de vida, los pacientes que están en una fase muy avanzada de la enfermedad dicen: Yo quiero acabar con esto. Pero dentro de ese deseo de adelantar la muerte que se dice, la voluntad real de poner fin a la vida es mucho menor.

Si les brindan unos buenos cuidados paliativos, ¿el deseo disminuye?

—Lo que te dicen es: Yo no quiero vivir así. Si controlas el así con unos cuidados paliativos adecuados, esa persona va a querer seguir viviendo. Cuando tú consigues hacer un adecuado control de síntomas, es muy probable que la persona quiera continuar. Pero es verdad que, a pesar de ello, siempre hay quien dice: No, yo no quiero esto. Esto es una línea roja que va contra mi dignidad y no quiero seguir así. Para este tipo de solicitudes, o para ese tipo de circunstancias, es para lo que existe esta ley.

La sociedad no habla nunca de la muerte y, sin embargo, hay largas esperas para tramitar los testamentos vitales.

—Sí, por eso, este año se ha aprobado un decreto para que los profesionales sanitarios, tanto médicos como enfermeras de Osakidetza que lo deseen, puedan ejercer de registradores de esos documentos de voluntades anticipadas. Todo para dar salida a esa demanda que hay de documentos a registrar.

¿Y a qué se debe el ‘boom’?

—Esos documentos llevan 20 años funcionando pero desde la entrada en vigor de la Ley de Eutanasia, ha habido una especie de boom social para tener ese documento y desde 2021 han subido exponencialmente. Por eso los registros no dan abasto. Hay, de hecho, muchas asociaciones de jubilados, pensionistas, y personas mayores muy movilizadas en torno a este tema.

Y eso que la muerte es el gran tabú.

—Es verdad que socialmente de la muerte no hablamos. Pero fíjate quién quiere hacer esos documentos. El perfil suele ser el de una mujer que ha cuidado de sus padres y madres con deterioros cognitivos avanzados y que saben lo qué es eso. Y quieren dejar escrito cuáles son sus voluntades para que los demás no tengan que pensar por ellas. Quizá porque se han visto en situaciones en las que les hubiese gustado tener esa información de sus predecesores.

Usted, además de trabajar en Osakidetza, imparte clases en la universidad. Pero con la gente joven el tema se complica aún más. Para ese colectivo, la muerte es algo absolutamente lejano.

—Mis alumnos tienen 18 o 19 años y creen que eso no va con ellos. No hablamos de la muerte y, sin embargo, es lo único obligatorio desde que nacemos. Todos nos vamos a morir. Entonces, cuanto antes empecemos a trabajarlo y quitar ese tabú, mejor. Parece que si la abordamos es como que la estamos mentando, ¿no? Como que va a llegar antes, pero ese es un pensamiento irracional. Porque hables de la muerte no quiere decir que te vayas a morir mañana, simplemente expresas a tus allegados qué es lo que quieres para ese momento final.

Habría que normalizar que nos hablen de la muerte digna o del buen morir.

—Sí, es fundamental. Yo recuerdo haber velado a mi abuela muerta en casa y hoy en día, no. De hecho cuando ocurre un fallecimiento, lo primero que se suele querer es sacar al muerto y llevarlo al tanatorio. Se externaliza todo lo relacionado con la muerte, las últimas horas en el hospital, el tanatorio y ni siquiera permitimos que los nietos vayan a ver al aitite difunto. Escondemos la muerte, pero por mucho que la escondamos va a llegar el momento.

¿Hay mucho personal de Osakidetza que se acoge a la objeción de conciencia para practicar la eutanasia?

—Según los últimos datos de los que dispone Osakidetza, hay 384 médicos objetores y 84 enfermeras. Pero en Euskadi la objeción de conciencia no es un problema.

No ha sucedido lo mismo en otros lugares.

—No. Por ejemplo en Aragón, en noviembre de 2021, tuvieron un caso muy mediático de una persona que terminó suicidándose después de reclamar en varias ocasiones su derecho a la eutanasia. Criticaron que ni su médica, ni los responsables de su centro de salud tramitaran su solicitud. En Euskadi, desde luego, no hemos tenido ningún problema. Además si un médico argumenta que es objetor de conciencia y que no puede acompañar en ese proceso, normalmente siempre se designa un segundo médico que va a ser el que acompañe al paciente.