Una de cada tres supervivientes de cáncer de mama experimenta malestar psicológico y “casi todas se sienten incomprendidas”. Mari Carmen Hernández, psicóloga de Acambi, explica, en vísperas de la carrera solidaria que se celebra hoy en Bilbao, cómo afecta la enfermedad a las mujeres jóvenes y cómo acompañarlas.

¿Qué edad tienen las pacientes más jóvenes que ha tratado?

Entre 30 y 39 años.

¿Son mujeres con antecedentes familiares o primeros casos?

Hay de todo. Algunas sí tenían algún antecedente en la familia y, aunque sea una noticia inesperada, ya se miraban y era más fácil detectarlo. En otros casos no había ningún antecedente familiar.

¿Cómo reciben el diagnóstico? ¿Hay diferencias con respecto a las mujeres de más edad?

No es lo mismo no solo por la edad, sino por el proyecto vital en el que están. Una persona más mayor posiblemente tenga ya sus hijos mayores, si es que los tiene, y una vida más elaborada. Sin embargo, a la gente joven le pilla en el resurgir. O están empezando con su pareja y tienen aplazado el tema de la natalidad o están despuntando a nivel laboral... Las noticias nunca son bien recibidas, pero en el caso de las personas jóvenes hay una serie de variables que lo hacen más difícil de afrontar.

¿A qué variables se refiere?

Puede haber padres jóvenes y generalmente nadie espera que una hija jovencita vaya a pasar por un proceso así y también hay personas jóvenes con niños pequeños.

¿Tienen mejores expectativas?

No hay una relación directa entre juventud y un afrontamiento mejor. Sí hay estudios que pueden concluir que el nivel de calidad de vida en las personas supervivientes puede estar relacionado con el hecho de que sean mujeres jóvenes, pero hay un poco de todo.

¿Afrontan mejor la enfermedad?

Dependiendo de cómo haya sido el mazazo y de cuáles sean las variables de su entorno familiar, llevan peor o mejor ese diagnóstico. No se puede decir que la gente joven tiene más fuerza. En función de cómo sea la mochila que lleva va a generar o no unas herramientas de afrontamiento. No es tanto la edad. Eso mismo puede pasar con una persona más mayor.

¿El miedo a la muerte es el mismo independientemente de los años?

Sí y generalmente cuando a una mujer le diagnostican y en su entorno tiene personas que dependen de ella, ya sean niños o personas mayores, como, por ejemplo, padres enfermos, lo vive peor por la preocupación de cómo comunicárselo. Hay unas estadísticas, muchos de los cánceres diagnosticados tienen un porcentaje muy alto de curación, otros no, pero ¿cómo les van a dar la noticia? Es que me han detectado cáncer de mama, con lo que la palabra cáncer en sí ya dice. Aunque cada vez hay más supervivencia en los cánceres, si no es así, ¿qué va a pasar con ellos? El miedo a cómo se van a quedar las personas dependientes siempre les pasa por la cabeza: mis hijos, mis padres, cómo lo van a llevar... En un primer momento es la gente de alrededor curiosamente. Luego, según se meten en el proceso, también son ellas.

Y a nivel psicológico, una vez superada la enfermedad, ¿maduran, ven la vida de otra manera, se replantean sus proyectos...?

Por supuesto. Pasar por una experiencia de este estilo genera un crecimiento porque, al fin y al cabo, no deja de ser un trauma. Se replantean muchas cosas, como son sus relaciones personales o laborales, su propia fortaleza... Hay veces que se replantean su espiritualidad y la percepción de la propia vida, el vivir el presente, el aquí y ahora, que tanto se dice en boca, pero que nadie hacemos porque nos metemos en una rutina y vamos como autómatas.

¿Las supervivientes aprenden a vivir el presente o también acaban fagocitadas por la rutina?

En un primer momento la mayoría de ellas están muy concienciadas, pero a veces es inevitable volver a caer en la rutina porque la propia sociedad te absorbe. Aun así, hay muchas que sí mantienen lo que aprendemos al principio, ese Voy a empezar a cuidarme, voy a valorar esto o a hacer esto otro.

¿Los treintañeros entienden a las afectadas o estas se ven solas? ¿Se sienten incomprendidas?

Incomprendidas se suelen sentir casi todas porque la gente no está acostumbrada a tratar con esta enfermedad. Cuando alguien te lo comenta no sabes cómo actuar y si esa persona encima es muy cercana, no quieres hacerle daño. Hay veces que se peca porque se insiste mucho y otras porque no se quiere molestar.

¿Qué se debe hacer para acompañarlas en su justa medida?

Es muy importante empoderarlas cuando pasan por este proceso y decirles, aparte de que ellas son las protagonistas, que marquen cómo quieren que las acompañen o cuándo les apetece hablar. Aunque no se haga con mala intención, el famoso emoticono del puño levantado, como ánimo, que tú puedes con todo, a veces les sienta muy mal porque no les permites que se duelan. Es una sobrecarga. Yo puedo con todo, vale, evidentemente vamos a pasar por todo este proceso, pero permíteme que a veces me encuentre mal. La soledad suele acompañar bastante a estas personas porque la gente no sabe cómo reaccionar.