"Si Putin está loco, que así lo creo, también están locos los presidentes ucranianos que nos llevan bombardeando en el Donbass desde 2014, por ejemplo, Poroshenko, y nadie ha dicho nada durante ocho años. Fue entonces cuando nos cambió la vida". Es la reflexión de Svitlana Zhadan, una mujer de 40 años que salió del Donbass antes de que Putin lanzara su ofensiva. Desde octubre reside en Elorrio tras haber vivido en Iruñea, a donde llegó en 2018, y Madrid, así como Kiev.Hoy regenta el estudio de manicura y salón belleza Kazka en la villa vizcaina a la que ha podido incorporar a su hermana —llegó hace dos semanas—, y reside junto a sus dos hijos y un novio de Durango. Le gustaría traer a su madre, pero "no quiere para no dejar sola a mi abuela, que no quiere por nada salir de allí", explica la refugiada.

Entrando en harina, Svitlana estima que en el Donbass sufren en los últimos ocho años dos tipos de invasiones. Por un lado, una cultural ucraniana —"Zelenski obliga a estudiar en ucraniano en Mariupol cuando allí se habla en ruso"—, y por otro, una militar rusa, pero con una diferencia. "Rusia acepta nuestros estudios, los homologa, pero Ucrania no. Los estudios de mi hijo no sirvieron cuando fuimos a vivir a Kiev", compara.

De algún modo, hace referencia a la República Popular de Donetsk (RPD), Estado con reconocimiento limitado en Europa y autoproclamado en 2014. "Yo de política no sé ni me meto en ello. De hecho, no voté el referéndum ni voto a quién quiero de presidente. Yo quiero paz. Soy pacifista", asevera y más allá: "Mienten desde los dos lados. Mi madre me dice por teléfono estos días que ahora quieren que el Donestk seamos un apéndice de Bielorrusia. Nosotros lo que queremos es ser independientes".

Zhadan tiene calificativos para todas las potencias. "El presidente Zelenski me parece que ha vendido Ucrania a Estados Unidos. Putin es un loco, que busca recuperar territorio soviético que no quiere dejar en manos de la OTAN. Y Biden quiere un territorio de Ucrania donde instalar sus bases militares cerca de Rusia".

Con estos argumentos, asegura que su familia suma ocho años viviendo bajo el miedo de las bombas. Más aún desde que conocieron la muerte de una tía. "Fue en Stajanov, en 2016, una bomba ucraniana cayó en su casa y la perdimos. Los ucranianos todavía nos están bombardeando. Por todo, prefiero no leer, no ver la tele, no saber, solo hago caso a lo que me cuenta mi madre por llamadas de whatsapp", recalca quien, si tiene que autocalificarse lo hace como "de Donestk, una ucraniana rusa que en Elorrio se siente libre. Cambié el ruido de las bombas por el cantar de los pájaros".

Cuento de hadas

Su centro de estética se llama Kazka que significa en ucraniano "cuento de hadas". Su vida, asegura que no lo es, pero siempre soñó de niñas con vivir en uno de los que leía. "Fue curioso que salí del Donbbass, por las bombas, y llegó aquí y nos confinan por la pandemia del coronavirus. No ha sido fácil, pero he contado conmigo con mi hija y mi hijo que tiene 19 años y me lo hubieran llevado al ejército. Porque les cogen en la misma calle sin avisar a la familia y se los llevan. En una ocasión, separaron a una niña llorando de su padre y eso es horroroso. Los suben a un coche y se los llevan".

Pero cosas similares, asegura Svitlana, ya ocurrían en el Donbass antes de la ofensiva de Putin. "Había mafias, se llaman kazaki, que, por ejemplo, vimos que entraron a un garaje y les metieron en unas bolsas negras a cuatro personas y las secuestraron. Desde 2014, ha habido muertes, secuestros y volver a recuperarlos y verles con mis propios ojos que sus cabezas medían el doble por todos los golpes recibidos".

En estos días, Rusia y Estados Unidos, buscan —según su familia— la Tercera Guerra Mundial que comenzó ya hace ocho años. "Nosotros, insisto, queremos ser un país independiente. Mi madre, por ejemplo, no quiere vivir bajo las reglas rusas, ni la gente quiere en Mariupol tener que estudiar ahora, por la fuerza, en ucraniano. Estamos en medio, como la carne de una hamburguesa".

Los recursos se han acabado ya en buena parte de Ucrania. La familia de Zhadan regentaba un restaurante en el centro de Donestk. "Mi madre consigue productos para dar comidas para llevar como bien puede. Los de las afueras no se atreven a jugarse la vida para ir a por comida. Y luego, además, no pueden lavarse la cabeza en quince días y por lo menos tienen algo de agua para beber, fría, pero tienen algo de agua por estar en el centro".

Estas hermanas tienen familia en la fantasmagórica Mariupol y temen por una pariente que padece cáncer. "Aguanta allí, pero no puede comprar los medicamentos que le hacen falta. Pueden curarle, pero ahora no pueden. Por ejemplo, no pueden darle quimioterapia". Asimismo, tienen un tío pacifista que no quiere luchar en la guerra. "Está escondido por la familia y cuando van a preguntar, los mismos vecinos dicen que no está".

Svitlana anhela con que "este despropósito" acabe ya. Que despierten ya de los bombardeos que su ciudad sufre desde hace ocho años y vivir el cuento de hadas que ella asegura que siempre soñó y que da nombre a su centro de estética en Elorrio. l

"El presidente Volodímir Zelenski me parece que ha vendido Ucrania a Estados Unidos"

"Putin es un loco, que quiere recuperar territorio, que ?no quiere dejar en manos ?de la OTAN"

Refugiada procedente del Donestk