Nunca en la historia de la Humanidad ha habido tantas personas mayores y tan pocos jóvenes. ¿No hay un desequilibrio generacional que necesita ajuste?

—Tenemos un reto enorme. En la Fundación Aubixa, donde colaboro, existe una línea de investigación relacionada con este tema, especialmente con el llamado Pacto Intergeneracional. Tiene muchas vertientes, pero la abordamos desde el punto de vista de los cuidados. Existe una norma no escrita por la cual los adultos cuidamos de nuestros hijos e hijas pensando que cuando nosotros seamos viejos, cuidarán de nosotros. Si no es así, esta sociedad no funciona.

¿Y cuál es el problema?

—Que cuando tú provees esos cuidados, se dan en un momento cultural e histórico determinado, y cuando los vas a recibir, la situación ha cambiado. Antes, esos cambios no eran tan drásticos. Eran más o menos asumibles. Ahora tenemos muy pocos hijos. Hay quien dice que casi hay más mascotas que niños. ¿Qué sucede? Que el pacto peligra. Nosotros hemos vivido cerca de nuestros padres, pero igual nuestros hijos no tienen la misma oportunidad. Además, intervienen otros factores. Aumenta la pobreza infantil mientras que la riqueza se incrementa entre los mayores. Crece así la desigualdad generacional.

Ocurre todo ello mientras el cálculo de las pensiones agita el debate sobre la jubilación.

—Que se entienda, estoy a favor del sistema público de pensiones. Pero dicho esto, tenemos que pensar que las pensiones de muchos mayores -merecidas-, son superiores al sueldo de muchos jóvenes. Hay una deslegitimación del pacto entre generaciones. Los que nos dedicamos a la vejez tenemos que levantar la mirada y pensar no solo en términos de vejez sino de ciclo de vida. Para que se pueda garantizar el pacto, tenemos que proveer al menos tantos cuidados como recibimos. De lo contrario, somos unos aprovechados de mucho cuidado. Nos jugamos no solo el futuro de la vejez, sino lo que es esta sociedad.

Las tasas de divorcio más elevadas se dan ahora entre las personas mayores de 60 años. ¿La sociedad ha cambiado muy deprisa?

—Estas nuevas realidades entorpecen la relación entre generaciones. ¿A quién cuidamos? ¿Al padrastro? ¿A la segunda pareja de mi mujer? ¿A mi padre? Antes el cuidado estaba más claro pero hay nuevas cuestiones que lo hacen más complicado.

El reto del envejecimiento y del cambio climático ¿guardan similitudes?

—El pacto intergeneracional y el cambio climático comparten muchas cosas. Es necesario plantearse el cuidado más allá de cambiar el pañal, como también hay que velar por el legado ecológico que nos ha venido dado. ¿Qué hubiera pasado sin Osakidetza durante esta pandemia? ¿Qué hubiera pasado si se privatiza la sanidad? Habría habido muchísimos muertos más. Tenemos que cuidar de la democracia, de las instituciones democráticas, porque de lo contrario aparece el bisonte por el Congreso de Estados Unidos y todos nos llevamos las manos a la cabeza.

¿Un cuidado que no existe?

—No tenemos una gobernanza clara. El envejecimiento es un desafío demográfico, de empleo, de sistema social, sanitario, de valores... En el fondo, todo tiene que ver con las relaciones y el cuidado, ya sea del clima, las personas o la democracia. Tenemos que avanzar hacia una sociedad más cuidadora. Es algo que necesitamos asumir.