"Cuando llegó la pandemia yo estaba muy bien física y emocionalmente, pero al no poder asistir a las reuniones de Comedores Compulsivos Anónimos tuve una recaída muy fuerte y engordé 11 kilos". Lo cuenta una mujer a la que "desde siempre" le ha gustado mucho el dulce y que en su día dejó de controlar su consumo a raíz de unos problemas personales. "Acababa de tener a mi segunda hija. Mi padre, que para mí era mi dios, había fallecido y no sé si fue un cúmulo de cosas, pero me vi comiendo desenfrenadamente. Antes de sentarme a la mesa con mi familia como si no pasara nada yo ya me he atracado y luego me levanto, me voy a donde tengo, como digo yo, mi nido, y me sigo atracando. Así son muchas veces al día", confiesa.Durante los catorce años que lleva asistiendo a los encuentros con otros comedores compulsivos en Bilbao "jamás había engordado", pero fue irrumpir el coronavirus y resentirse la báscula. "Notaba la falta del grupo, el contacto con mis compañeras, lo que me aportan con sus experiencias... Ahora ya voy a las reuniones semanales y estoy otra vez encaminada. Ya he perdido más de la mitad de los kilos que había ganado y emocionalmente estoy más tranquila", afirma.

Esta mujer no es la única que ha tropezado con la misma piedra durante la pandemia. "Otras personas del grupo han tenido ansiedad por no poder salir, miedo, enfados... Todas esas emociones e incertidumbres son las que nos han llevado a todas a comer", admite.

Antes de que la crisis sanitaria dinamitara su rutina, esta comedora compulsiva tenía "una vida serena" y lograba contenerse trabajando las mismas pautas por las que se rige Alcohólicos Anónimos. "Cuando te dan una mala noticia, se te viene el mundo encima y enseguida te refugias en la comida. Luego llamas a una compañera, te tranquiliza y eso te frena. Vas aprendiendo a parar la enfermedad, que es incurable, pero, en cuanto dejas de trabajar, vuelve a atacarte", da fe.

Se han agudizado los síntomas

"El atracón es el trastorno mayoritario"

El caso de esta comedora compulsiva no es aislado, tal y como han podido comprobar en la Asociación contra la anorexia y la bulimia de Euskadi, Acabe. Según confirma Marta Céspedes, trabajadora social de esta asociación en Bizkaia, "la pandemia ha potenciado los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) que ya existían y ha sacado a flote los que estaban empezando. Al fin y al cabo son inseguridades, miedos, que se reflejan así y la situación de crisis y estrés que ha producido el covid ha hecho que todo salga. Se han agudizado los síntomas y los trastornos más ligeros se han asentado".

Aunque entre los trastornos alimentarios "el más mayoritario no es la anorexia ni la bulimia, sino el trastorno por atracón y los no especificados", el perfil de las personas que acuden a la asociación "ha sido siempre el de una mujer de entre 18 y 35 años con anorexia porque es la que busca ayuda. Igual los trastornos más impulsivos no buscan tanto un tratamiento", expone Céspedes, quien, al igual que otros profesionales, también ha observado un cambio significativo entre las pacientes debido a la pandemia. "Ahora el perfil que más tenemos es el de menor. Estamos recibiendo muchísimas consultas de padres que están pidiendo ayuda porque sus hijas adolescentes, de entre 13 y 17 años, están teniendo trastornos de la conducta alimentaria. Al estar confinados, han convivido 24 horas y los hábitos ocultos salen", destaca. Por sexos, apunta, "la proporción se mantiene igual: De cada diez, nueve son chicas y uno, chico".

Entre las adolescentes, detalla, "el TCA más prominente es la anorexia nerviosa, pero a veces fluctúan entre la anorexia, la bulimia o los episodios impulsivos". La razón, explica, es que "la anorexia es un trastorno muy constante que requiere una fuerza de voluntad muy férrea y, a veces, cuando hay momentos de estrés o cuando este se prolonga, no se mantiene. Entonces, se pierde el control y se puede pasar a la bulimia o a un trastorno por atracón".

Adolescentes con anorexia

"Duplicados los ingresos en Psiquiatría y planta"

La coordinadora y psicóloga de Acabe en Gipuzkoa, Yolanda Iglesias, suscribe que, desde que estalló la pandemia, "se ha dado un incremento en todas las patologías relacionadas con los trastornos alimentarios", si bien las alarmas han saltado por los casos de anorexia en adolescentes dada su "gravedad". "Se han duplicado los ingresos de chicas por trastorno alimentario tanto en las unidades de Psiquiatría como en planta por las consecuencias físicas", señala.

Idoia Martínez, psicóloga de Acabe en Bizkaia, también se muestra sorprendida por la rápida evolución de los casos de anorexia en menores. "Me ha llamado la atención el repunte de adolescentes que en cuestión de tres meses han requerido tratamientos e incluso hospitalizaciones. A veces pasa, pero tantos casos como los que estoy viendo a raíz de la pandemia que vayan tan rápido no los había visto en los veinte años que llevo colaborando con Acabe", asegura.

La crisis sanitaria también trajo consigo la supresión de las consultas médicas presenciales. Una queja recurrente, según destaca esta profesional, entre los progenitores de algunas de estas pacientes. "Están descontentos porque estaban viendo que algo estaba pasando, hablaban con el médico y, como no era un asunto grave, le mandaban una analítica. Para que una chavala adolescente que ha estado bien alimentada y cuidada tenga una analítica mal tienes que tener desnutrición dos o tres años. Si lleva tres meses, la analítica sale bien y seguimos para adelante. Esto ha sido bastante compartido por varios padres", concluye.

"La pandemia ha potenciado los trastornos alimentarios que ya existían y ha sacado a flote los que estaban empezando", dicen en Acabe

El perfil ha sido siempre el de una mujer de entre 18 y 35 años con anorexia y ahora, el de una menor de 13 a 17 años con trastorno alimentario